Jesús Hernández Garibay

Luego de tres periodos de alcaldía republicana, el pasado 6 de noviembre Bill de Blasio recuperó el ayuntamiento de la ciudad de Nueva York para los demócratas, enarbolando la bandera de la lucha contra la desigualdad, tras la regencia reelecta en dos ocasiones del multimillonario Michael Bloomberg. De Blasio se impuso por un margen abrumador al candidato republicano Joe Lhota, tras una campaña que definió desde el inicio como una “historia de dos ciudades”: la de los millonarios de la urbe frente a la élite y la de los millones de personas que viven cerca o abajo del umbral de pobreza. De Blasio se convierte así en el primer edil demócrata desde David Dinkins, en el puesto de 1990 a 1994.

Como la ciudad más grande de Estados Unidos, Nueva York tiene casi ocho millones y medio de habitantes y 300 mil empleados municipales. Un desafío coronado por la desigualdad social, creciente preocupación ante la cual de Blasio proponía durante su campaña fijar un impuesto especial a quienes perciben un ingreso de más de 400 mil dólares anuales (gravamen que destinaría a la educación y a otras actividades extra escolares), edificar 200 mil casas habitación a precios asequibles, poner punto final al programa policial de “registros al azar” que se aplica con un alto perfil racista, a la vez de crear una tarjeta de identidad para todos los residentes, incluidos los inmigrantes indocumentados.

A tono con los cambios que se viven en todo el país —además de la sobresaliente rebeldía social en la “Gran Manzana”, entre otras bajo la mira del movimiento “Ocupa Wall Street” que denuncia desde hace ya dos años la progresiva desigualdad (“99 por ciento de pobres frente al 1 por ciento de ricos”) tanto como su desconfianza en la política y los políticos—, de Blasio, de 52 años y defensor de oficio en su ciudad, fue electo con el 73 por ciento de los votos.

Primer demócrata que alcanza el cargo en 20 años, sacó casi 50 puntos de ventaja a su rival republicano Joe Lhota, de filiación en el tristemente célebre ultramontano “Tea Party”, que consiguió sólo el 24 por ciento; no obstante, lo hizo con una bajísima participación electoral de alrededor del 22 por ciento, según datos oficiales divulgados, que deja ver la inconsistencia y crisis que también padece la llamada “democracia representativa”.

La prensa destaca a la vez el resultado de las elecciones municipales, en relación con la creciente diversidad de la población neoyorquina, que lleva a primera línea a una nueva y joven generación de líderes latinos demócratas, entre ellos Carlos Menchaca, el primer concejal de origen mexicano.

Menchaca se suma a Antonio Reynoso y a Ritchie Torres, de origen dominicano y puertorriqueño respectivamente, como los nuevos rostros del Concejo Municipal, compuesto por 51 miembros, 11 de los cuales son latinos, cifra que permanece igual tras la elección que culmina con la victoria de Bill de Blasio. El resto de los concejales latinos revalidaron sus cargos sin problemas; también aseguró su puesto para un último término Rubén Díaz Jr., el único latino que preside un condado en la ciudad, el del Bronx. Así, como se advierte, avanza el curso de los nuevos tiempos.