Entrevista a Héctor Cruz/Pintor

Jacquelin Ramos

La vida del pintor mexicano Héctor Cruz ha sido intensa, pero también  destacada, no sólo en su actividad plástica como pintor, muralista o escultor sino también por su larga actividad docente. Es considerado como uno de los gestores culturales y actor principal en las lucha por defender los intereses de los artistas plásticos.

El artista ha pasado por varias etapas en búsqueda de su propio lenguaje plástico, pasando de lo anecdótico a un realismo profundo con un concepto neo-figurativo-expresionista que refleja de manera simbólica el mundo de los conflictos existenciales de nuestra época. Su pintura forma parte de las colecciones privadas más exclusivas de México y del mundo.

Su relación estética con el poeta Carlos Pellicer produjo un fenómeno de ida y vuelta tan infrecuente como fecundo, así lo valora la crítica de arte Raquel Tibol, al descubrir el poeta en la pintura de Cruz, una nueva visión del paisaje y describirla como una poesía lenta y profunda, que “habla más hacia dentro que hacia fuera”, es decir, paisajes que nacen de la realidad y se transforman.

La nutrida y variada obra de Héctor Cruz —que evoluciona constantemente— es esencial para repensar y revalorar la riqueza de las artes plásticas mexicanas. En entrevista a Siempre!, el artista nos habla de su vida, inquietudes artísticas, así como de algunas vivencias que ha obtenido a lo largo de su prolífica obra de más de 50 años de trayectoria, en los que asegura sentirse contento con su vida que “no ha sido plana, sino plena”. Su pincel, advierte, sigue en pie de guerra en favor de una verdadera política cultural que beneficie a todos los mexicanos.

 

¿Cómo define su relación con la pintura?

Tengo tres vertientes, una como artista —pintor—, como promotor artístico y como maestro. Dediqué muchos años de mi vida a dar clase, aproximadamente 20, así es que tengo una trayectoria académica de bastante tiempo. Llegué a ser consejero universitario en la época del 68, acompañé al gran rector Javier Barrios Sierra en aquella marcha memorable del 68.  En cuanto al aspecto gremial, en mis épocas de juventud, pertenecí al Frente Nacional de Artes Plásticas, donde estaban los más grandes artistas representantes de la Escuela Mexicana, ahí participé en muchas exposiciones tanto en México como el extranjero. Posteriormente, fui consejero y directivo del Salón de la Plástica Mexicana, de ahí nació el Salón de los Nuevos Valores que cubrió una etapa muy importante de mi vida. Mi condición de maestro me dio siempre el deseo de tener comunicación con la gente, mis alumnos, con los demás artistas. He vivido diferentes etapas con la pintura, pero hoy más que nunca la siento viva, al seguir siempre mi intuición, mi propio rumbo, sin seguir corrientes o modas en mi trabajo artístico.

Sueños y locuras

 

Usted es fundador del Consejo Mundial de Artistas Plásticos, ¿cuál fue el objetivo para crear esta institución?

Entre mis locuras y mis sueños, se me ocurrió crear el Consejo Mundial de Artistas Plásticos, fue algo inusitado, en ninguna parte del mundo existía un consejo mundial. La finalidad era el encuentro con todos los artistas de diferentes partes del mundo, para dialogar y debatir, para escuchar los diferentes problemas que enfrentan en sus respectivos países, además de enriquecer nuestra actividad artística. Fue una experiencia bellísima, que me provocó pesar en diferentes proyectos que quería emprender, tenía gran entusiasmo, sin embargo, a veces no es tan fácil con un gremio tan difícil como el de los artistas.

Desafortunadamente, el consejo empezó a decaer porque había otro tipo de intereses particulares, los objetivos principales se fueron perdiendo de tal manera que llegó el momento que dije “hasta aquí se acabó ese sueño, esta utopía”, y fue cuando decidí entregarme de nuevo a mi actividad artística. Nunca —a pesar de que he dedicado bastantes años a esas actividades—, nunca he dejado de pintar, sino por el contrario, creo que el participar en este tipo de actividades me han llenado de inquietudes, de experiencias, que lejos de robar tiempo a mi obra, han revitalizado mi creación artística.

¿Cuáles son los temas que le apasionan y son fuente de inspiración?

He pasado por diferentes tendencias, actitudes que de alguna manera van reflejando parte de mi vida, trozos de un momento de mi vida. Al principio pintaba los temas de las zonas marginadas, me apasionaba mucho el tema de los mercados, pinté mucho tiempo los barrios de La Merced, a todos esos personajes que son históricos, y el paisaje mismo del centro de la ciudad, eso me apasionaba. Pintaba el reflejo de mi vida, porque viví muchos años por esos barrios. Después cuando estuve como maestro invitado en la Universidad de Berkley, California, era un momento de inquietud mundial por las guerras, había infinidad de protestas, era una revolución cultural extraordinaria, que repercutió en todas partes del mundo. Eso me llevó a pintar aspectos de la guerra, atrapar un tema que me llegaba muy profundamente, las visones apocalípticas; de hecho hace varios años en el Salón de la Plástica Mexicana hice una exposición con el nombre Visiones apocalípticas, ése fue un tema que llevé por varias décadas. Posteriormente tuve la oportunidad de viajar al Valle del Mezquital y me impresionó mucho el paisaje, de ahí fue el tema que hasta el momento me apasiona.

Captar la esencia

¿Cómo inició su etapa como paisajista?

Esa idea del paisaje nació con la percepción de hacer algo original, de captar su esencia, no de crear un paisaje anecdótico como el tradicional, quise hacer un paisaje que fuera más allá. Por otro lado, siempre he pensado que el arte no debe ser un motivo para llenar un espacio o ser puramente decorativo. En el paisaje se puede tener una motivación humana, y mis paisajes inspiran eso, motivan a la reflexión. En una visita a Nueva York, al caminar por sus avenidas llenas de luces, decía: “caray, si yo estuviera viviendo aquí en Nueva York sería un pintor sicodélico”, ésa era mi inquietud en ese sentido. Al regresar a México, en un paseo que hice a Cuernavaca, me impresionó una puesta de sol maravillosa, dije: “esto es eterno, es lo más maravilloso, simplemente es el origen del hombre”, paisajes que como diría el poeta Carlos Pellicer “son paisajes más bien vistos de dentro hacia fuera”.

¿Se considera un renovador del paisajismo?

Es una forma muy particular de ver el paisaje. Observé una colección de Banamex, en el ex Convento del Carmen, la cual exhibía la historia del paisaje desde José María Velasco hasta nuestros días —yo no participaba en esa exposición—, pero fue mi análisis, porque en esa exposición no encontré absolutamente nada parecido a lo que hago. Esos fragmentos de la naturaleza que son destellos, explosiones de color, lograr espacios atmosféricos sin delimitaciones de ninguna clase. Pinto paisajes que tal vez no se ubican en algún lugar geográficamente determinado y que pueden ser en cualquier parte del mundo: un ocaso, atardecer, la lluvia, o quizás, el drama de la naturaleza.

 

Usted fue muy cercano al poeta Carlos Pellicer, háblenos un poco sobre esa amistad. ¿Qué legado le dejó el poeta?

La vida me ha premiado con grandes encuentros, conocer gente extraordinaria, desde muy sencilla hasta gente de muy alto nivel. El encuentro con Carlos Pellicer se dio gracias a uno de  mis alumnos, que era precisamente su sobrino. Recuerdo que le pedí que me recomendara con el maestro Pellicer, porque quería que me hiciera una presentación para la exposición Nueva Visión del paisaje en las Galerías de los Misrrachi. Para mi sorpresa, mi alumno me dio la grata noticia de que su tío había aceptado escribir algo para mí. Al ver mi obra —aquí en la casa— quedó tan fascinado por mi pintura que regularmente lo que hacía el maestro era ver la obra, luego irse a su casa para, cuando tenía tiempo, escribir.

En este caso, les pidió a dos personas que lo acompañaban que lo dejaran solo en un rincón, y sin exagerar, con lágrimas hizo un hermoso escrito dedicado a mi obra. A partir de ese momento, se dio una excelente amistad, siempre me pedía estar en la casa para ver que estaba haciendo. De hecho el nombró a uno de mis cuadros Génesis, porque me decía “me conflictúa este cuadro, me parece que es el génesis, porque está naciendo el paisaje, y lo que me conflictúa es que después de esto qué va a seguir”. Desde entonces empecé a hacer obras con una idea, con el concepto del Génesis. A partir de ahí, le llamo génesis a todas estas obras, hasta los murales que realicé en la Suprema Corte, los llamé Génesis. Nacimiento de una nación, porque son la historia del nacimiento de la república.

“Voy a incendiar la Suprema Corte”

Platiquemos sobre los murales que realizó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación; ¿qué significa plasmar su obra en uno de los recintos más representativos en nuestro país?

Me temblaban las piernas nada más de pensar que mi obra estaría junto con la de gigantes, como José Clemente Orozco. Por un lado, el simple hecho de estar en uno de los recintos más importantes del país, como la Suprema Corte ya era importante, pero estar al lado de Clemente Orozco, me parecía una gran responsabilidad, tenía que hacer algo que valiera la pena. Hice mi mayor esfuerzo y creo que les ha gustado, no solamente a los ministros, sino a todas las personas que visitan el lugar. Decía: “voy a incendiar la Suprema Corte”, porque todo estaba en grises, la obra de José Clemente Orozco está en grises, otro mural de un pintor norteamericano que está en el vestíbulo —donde están también los míos— son en gris. Sin embargo, quise darle calor, pasión, y decidí hacerlos en rojos y ocres. Lo que importaba era dejar una obra que valiera la pena, fue un gran esfuerzo, que se convirtió simplemente en una gran experiencia para mi vida artística y personal.

 

 ¿Se siente valorado por su país?

No me siento marginado, a pesar de que siempre hubo artistas muy apapachados con eso de la ruptura, que se despacharon con la cuchara grande, que fueron apapachados por el Estado. No quiero decir que estoy en contra de los demás artistas, estoy en contra, en todo caso, de que no haya políticas amplias y abiertas. México tiene que recobrar su liderazgo cultural, que se creen las condiciones para que se dé un nuevo racimo en lo cultural, porque nuestro país tiene antecedentes culturales extraordinarios, como ningún país latinoamericano, con esa grandiosidad.

Del barrio y la miseria

 

¿Qué proyectos le faltan por hacer luego de una vida totalmente dedicada al arte y la cultura?

He llevado “una vida no plana, pero sí plena”. Siempre quedan deseos de hacer más cosas, pero el tiempo no alcanza para tantos proyectos, quisiera haber hecho más pintura mural, quizás más escultura, etcétera, pero el tiempo se va. Actualmente presentaré una exposición en el Senado de la República. También estoy en un gran proyecto, es un libro —que quizás para el año que entra lo presentamos— que está haciendo un poeta de la Fundación para Letras Mexicanas, que dirige su presidente Miguel Limón Rojas. El poeta Jonathan Pablo Molinet es de la segunda generación de los egresados de esta institución. Es un gran proyecto donde cuento mi años de barrio y miseria. Contaré cosas de las que no he hablado, como mi etapa de escenógrafo, que gracias a ello estuve ligado a grandes coreógrafos mexicanos, a Raúl Flores Canelo, Luis Fandiño, Marco Antonio Silva y Gloria Contreras.

¿Su pincel sigue en pie de guerra? ¿Por qué, o por quién?

Lo seguiré haciendo siempre por mi obra, independientemente de las demás tendencias, como lo hablé hace años en entrevista con la revista Siempre!: “No soy a la moda, ni de la moda”, seguiré trabajando por mis principios, por mi manera de ser y mi pensar, siempre en el sentido de que una obra de arte no debe perder jamás su sentido humanista. Seguiré mi lucha en favor de una verdadera política cultural que beneficie simplemente a todos los mexicanos.