Debates legislativos

Mireille Roccatti

En los últimos días hemos vivido si no tiempos inéditos, por lo menos hemos testimoniado debates, discusiones e intercambios de ideas o denuestos entre los parlamentarios de ambas cámaras legislativas. Existen antecedentes porque los legislativos presenciaron los debates entre centralistas federalistas o después entre conservadores y liberales; el Legislativo se caracterizó por debates de altura e intercambio de argumentos que mucho dignificaron el ejercicio parlamentario.

Incluso podríamos afirmar que ambas Cámaras fueron escenario de intensos, acalorados y violentos debates que llegaron incluso a utilizar armas de fuego en medio de las curules.

La transición democrática, más allá de las discusiones teóricas de si en México es posible hablar de transición, dado que no nunca existió un régimen dictatorial, o bien de que era necesario modificar un régimen autoritario, la verdad es que por lo menos los últimos veinte años hemos estado inmersos en una discusión teoricopráctica de transición democrática que se convirtió en modus vivendi de algunos malabaristas de la política. Atravesamos por un largo periodo de transición democrática a la mexicana que pudiera arrancar desde los sesenta con los diputados de partidos y que floreció en 97 con la pérdida de hegemonía parlamentaria del viejo PRI y que en 2000 esa transición inacabada la vivimos como una ilusión con la alternancia en el Poder Ejecutivo, que fuera traicionada por la derecha que arribó al poder e hizo uso de las peores prácticas antidemocráticas e impusiera el nuevo gobierno de 2006.

En el aún reciente 2012, el PRI por la vía de una segunda alternancia regresó al poder y nuevamente la izquierda o las izquierdas —que pudiera afirmarse que con sus luchas sindicales, agrarias y estudiantiles, con sus presos y sus muertos presionaron el cambio de régimen o la alternancia— perdieron la oportunidad de acceder el poder.

Las intensas discusiones que en ocasiones se han vuelto ríspidas y que se convertirán en anecdóticas por alguna cita a Saramago, muestran que pese a los tres lustros transcurridos desde que el Ejecutivo perdió la hegemonía parlamentaria aún no estamos acostumbrados al debate parlamentario.

En nuestra incipiente democracia, a nuestros parlamentarios aún les falta aprender a que no siempre es posible construir consensos, que el difícil arte de hacer política es lograr acercar los disensos, y en ocasiones es necesario ceder para obtener, sin que ello implique claudicar.

La serie de reformas en curso que ha impulsado el nuevo régimen, sin duda alguna, cambiaran la faz de la república. El país, después de ellas, no será el mismo, sus alcances y meritos están por decantarse. El futuro de México se está construyendo a querer o no en el Legislativo. La historia juzgará la pertinencia de la transformación y a todos los actores políticos. Nadie es dueño del juicio de la Historia.