Camilo José Cela Conde

Madrid.-Es un lugar común entre los geólogos y paleontólogos el atribuir a las algas cianofíceas —unas bacterias peculiares con función clorofílica— la creación del oxígeno que cambió la atmósfera reductora de nuestro planeta en sus orígenes. Pero, ¿cuándo sucedió semejante episodio?

El cambio hacia la atmósfera oxidante, que puede considerarse la transformación ecológica más crucial en la historia del planeta, conocido como Acontecimiento de la Gran Oxidación —o GOE, Great Oxidation Event, en inglés—, habría tenido lugar según las interpretaciones más comunes hace 2,300 millones de años. Pero un artículo publicado en la revista Nature por Sean Crowe y Lasse Døssing, del Nordic Center for Earth Evolution, Universidad de Southern Denmark (Odense, Dinamarca), junto con otros cinco colaboradores pone de manifiesto que en realidad existía ya oxígeno libre en la atmósfera terrestre en cantidades apreciables muchos antes: entre 300 y 400 millones de años más atrás. Así lo indican los paleosuelos procedentes de Nsuze y Pongola de Sudáfrica.

Que haya vida en la Tierra y a la vez oxígeno libre en su atmósfera es algo en verdad sorprendente porque se trata de un elemento tan activo en términos químicos que resulta de lo más peligroso. Si existiesen seres extraterrestres con alta capacidad para pensar —algo bastante improbable pero posible— y si tuviesen además interés por comprobar si hay vida de ese estilo, inteligente, digamos, en otras regiones del universo, sería lógico que dejasen de lado los planetas con oxígeno libre en la atmósfera porque se trata de un elemento demasiado agresivo.

Podría haberse originado mediante reacciones fotoquímicas ajenas a la acción clorofílica de las plantas pero sirviendo de freno para que pudiesen vivir organismos más complejos en un ambiente así.

La evolución por selección natural fijó seres capaces de convertir la amenaza en un recurso para obtener energía; desde entonces, el sacar oxígeno de la atmósfera o el conseguir el disuelto en el agua se convirtió en una exigencia para los animales que debemos respirar. Se trata de una paradoja que ilustra bien los caminos tortuosos de la evolución de la vida aunque conduzcan casi siempre hacia unos finales en los que las trampas abundan.

Necesitamos del oxígeno y a la vez debemos defendernos de muchos de sus riesgos. Esa certeza se ha incorporado a la cultura popular; de ahí que proliferen los anuncios de productos antioxidantes que nos prometen, si no la vida eterna, al menos una vejez más tardía y mejor.

Esa historia de pros y contras se la debemos a las algas azuladas. Pero, ¿cómo se originó el oxígeno libre en la atmósfera antes del GOE? Crowe y Døssing creen que no habría podido surgir sin la ayuda de las cianobacterias. Sucede, pues, que éstas habrían aparecido hace al menos 2,600 millones de años.