A pesar de los amargosos
Hay que unirse para
hacer algo juntos, no
para estar juntos.
Juan María Donoso
José Fonseca
Hace un año, en Palacio Nacional el presidente Enrique Peña Nieto, acompañado de los dirigentes del PRI, del PAN y del PRD, hizo un anuncio que desconcertó a quienes, desde la presidencial toma de posesión habían apostado a la incapacidad del nuevo gobierno para restañar las heridas que dejan las luchas por la Presidencia, especialmente cuando son tan enconadas como fue la de 2012.
El Pacto por México fue la prueba que en la clase política hay muchos, más de los que se cree, dispuestos a negociar los acuerdos que rompan el impasse en que se empantanó la república durante más de doce años.
Fue simplemente un acuerdo político, blanco de las críticas de varios personajes de la oposición, especialmente legisladores que no entendieron que la simple existencia del Pacto facilitaba los procesos legislativos en las comisiones que elaboran los dictámenes de las iniciativas.
El Pacto por México hubo de navegar durante más de diez meses en medio de las disputas interpartidistas, además de enfrentar las duras críticas de los desencantados porque el nuevo gobierno no era tan incapaz como habían predicho en la campaña.
Mediante negociaciones farragosas, difíciles, como suelen serlo las importantes, avanzó lentamente la agenda legislativa con la cual el gobierno peñista preveía pavimentar el camino para contar con su plataforma reformista, el sustento del proyecto sexenal.
Conforme se llegó a la discusión de las reformas más importantes, las discusiones fueron más ríspidas y aumentaron las exigencias de la oposición. El gobierno peñista, cierto, tuvo que ceder más de lo que calculaba, pero al final alcanzó su objetivo.
La reforma energética, como era de esperarse, rompió el acuerdo político, porque para el PRD, asediado por sus ambiciosas tribus, le era imposible apoyarla.
Se rompió el Pacto, celebraron muchos. Sí, pero salvo la discusión de las leyes secundarias, el gobierno del presidente Peña Nieto dispone ya de un entramado constitucional y legal para impulsar las transformaciones que considera son indispensables.
Sin embargo, aunque no exista la mesa de negociaciones formal del Pacto por México, se dejó el precedente de la posibilidad de que el gobierno y todas las fuerzas políticas pueden negociar acuerdos que a la república convengan.
Ese precedente, a pesar de los amargosos, allanará la gobernabilidad y permitirá enfrentar a las fuerzas radicales que, otra vez, pretenden convencer a la sociedad mexicana que la violencia es el camino para resolver los conflictos políticos.
Es un despropósito, porque los mexicanos hace tiempo que ya pagaron su cuota de sangre para transformar la nación. Nadie tiene derecho a exigirles más.
jfonseca@cafepolitico.com
