Ojalá que sean para el bien de los mexicanos
José Elías Romero Apis
No cabe la menor duda de que en las recientes reformas, así como sucede con todo evento político, hay quienes ganan y quienes pierden. Pero veamos más de cerca lo recién sucedido para calificar a quienes correspondieron las victorias y quienes habrán de cargar con las derrotas.
Para comenzar, yo diría que ya fue de suyo un ganancial que pudieran procesarse algo así como 15 reformas importantes en tan solo un año. Con esto se remite aquella congeladora congresional que predominó en los últimos dos sexenios. Las razones de esa parálisis legislativa las podemos sintetizar en lo siguiente. Uno, la ausencia de mayorías absolutas de partido alguno. Dos, la mayoría congresional en manos opositoras al gobierno. Tres, las falta de expertise de los operadores presidenciales. Cuarto, la carencia de un acuerdo plural de cohabitación. Quinto, la inexistente voluntad de reforma. Así es muy difícil hacer avanzar cualquier cambio.
Por eso he dicho que las reformas aprobadas podrán ser buenas, regulares o malas. Ya cada quién habrá de calificarlas a su discrecional gusto. Pero debemos reconocer que ya fue una ganancia para todos haber avanzado en la gobernabilidad, por lo menos la legislativa. Algunos dirán que fue costosa, que todos vendieron caros sus favores y que se pagó más de lo que valen. No es el momento de tasarlas ni cotizarlas. Dejemos eso al tiempo.
Si pensamos en cada una de las reformas podremos acercarnos a un cómputo final. Dos reformas parecen haber sido las más valiosas y las mejor logradas: la energética y la de telecomunicaciones. En ambas, el ganador absoluto es Enrique Peña Nieto. El espacio y el tiempo me obligan a no analizar estas ni otras con un detalle puntilloso. Pero de la decena y media de reformas, este resultado se repite en un total de 10 ó 12 en las que el ganador fue el Presidente de la República. La financiera, la de unificación procesal penal, la de amparo y varias más.
A su vez, la reforma fiscal parece a los ojos de la opinión pública más generalizada, como una derrota del gobierno y un ganancial del PAN. Mucho de lo vetado a la iniciativa y suprimido de ella podría ser capitalizado por este partido. No me atrevo a decir si su victoria alcance en la memoria mexicana hasta las elecciones del 2015. Año y medio es mucho tiempo como para recordar un suceso de signo negativo. La mente recuerda más tiempo lo que fue que lo que no fue y esta victoria panista no se debe a una reforma sino a una no-reforma.
La reforma política, si se le quiere llamar reforma, aunque sólo sea “de cariño”, considérese un punto adicional para el PAN. Para el PRD no encuentro ningún gol anotado. Será cosa de pensar con mayor detenimiento. La reforma educativa creo que no reportó ganancia para nadie. Como reforma no convenció a los conocedores. Como secuela callejera tuvo un costo altísimo para la Presidencia-Peña y para la Regencia-Mancera.
En fin, creo que el gobierno salva muy bien su primer año, por lo menos en lo legislativo. Ojalá que el tiempo nos anuncie a los mexicanos que las reformas fueron para el bien de nuestro pueblo y para el bien superior de México.
A todos los amables lectores les deseo muy buen año de 2014 y nos encontraremos hasta la edición de Siempre! del 12 de enero. Felicidades.
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