La socialista Michelle Bachelet Jeria
Bernardo González Solano
Con el 100% de las casillas escrutadas, la expresidenta de la República de Chile, la socialista Michelle Bachelet Jeria (1951) —la hija del general mártir Alberto Bachelet y de la arqueóloga Angela Jeria; médica pediatra, madre separada con tres hijos: Francisca, Sebastián y Sofía—, el domingo 15 de diciembre volvió a hacer historia al vencer en las urnas para un segundo mandato —2014-2018—, una vez que obtuvo, en balotaje, un 62.1% de los votos, frente al 37.8% de su rival, amiga de la infancia, la derechista Evelyn Matthei.
Copiosa votación
El triunfo de Nueva Mayoría, el frente de centroizquierda (incluyendo al Partido Comunista que no participaba en los comicios chilenos desde las elecciones que llevaron al poder a un presidente marxista en Occidente, el doctor Salvador Allende en los comicios presidenciales de 1970) resultó agridulce victoria por el gran nivel de abstencionismo que rondó el 60%.
No obstante, Bachelet ganó con el porcentaje de votos más alto cosechado por ningún presidente chileno desde el retorno de la democracia en el país.
Bachelet que regresará al Palacio de la Moneda con una ventaja de 25 puntos sobre la conservadora Matthei, asumirá su segundo mandato el 11 de marzo de 2014.
Más de 13 millones de chilenos podían votar; por primera vez la votación era voluntaria merced a una nueva ley aprobada el año pasado. La ausencia en las urnas del domingo 15 de diciembre, fue la más elevada de la historia democrática del país.
Sin embargo, Bachelet fue rotunda sobre la legitimidad del resultado, independientemente del abstencionismo. Contrariada y muy seria, dijo a la prensa: “Es evidente que en todos los países en que hay voto voluntario la votación es menor. Pero lo claro es claro: éstas son las reglas de la democracia y gana el que gana con esta regla”.
Pese a todo, en la coalición ganadora ya se plantea reimplantar el voto obligatorio. Apenas cerrados los colegios electorales se avivó el debate entre la clase política chilena.
Por ejemplo, Ricardo Lagos, expresidente socialista, antiguo partidario del voto voluntario, ahora cambió de opinión y dijo: “Es un derecho pero también, en el fondo, es una obligación”.
Y la dirigente estudiantil, la hermosa comunista y recién madre de famila, Camila Vallejo, opinó: “Es normal que haya venido poca gente, por eso soy partidaria de la inscripción automática, voto obligatorio y desincripción voluntaria”. Un analista local, con una expresión muy típica chilena afirmó: “Los votantes no están ni ahí”.
Los próximos cuatro años
Como sea, los chilenos ya dilucidaron la incógnita: ya saben qué mujer dirigirá sus destinos los próximos cuatro años. Evelyn Matthei no superó a su compañera de juegos, aunque admitió: “Hemos luchado para ganar… y si ganamos esto es lo mismo que David contra Goliat, va a ser un milagro”, pero a contrario de muchos políticos hispanoamericanos que solo respetan las reglas del juego cuando les conviene, la candidata oficialista no tuvo ningún problema en reconocer su derrota:
“Michelle Bachelet será la próxima presidenta de Chile. Le deseo el mayor éxito en el próximo gobierno. Nadie que ame a Chile puede desear lo contrario”. Chapeau!…
Bachelet ha roto varias marcas en una década: fue la primera iberoamericana en recibir el nombramiento de ministra de defensa (2002), cargo desde el cual saltó a la presidencia de Chile, por primera vez ocupada por una mujer; al terminar su mandato asumió la dirección del nuevo organismo internacional ONU-Mujeres, para este año hacer frente —por primera vez en Hispanoamérica— una campaña de segunda vuelta entre dos mujeres.
Y ahora acaba de imponer una marca muy difícil de igualar: es la primera fémina en la historia que gana la presidencia del país por segunda ocasión por medio de comicios legales en un Estado de derecho. No quiero que le ganen, solo que la igualen.
Conocida es la existencia de Bachelet a raíz del golpe de Estado militar de 1973 en Chile, que hizo trizas la vida de su familia: en 1975 culminó con la detención de la futura presidenta y su madre por la policía secreta de Augusto Pinochet, conducidas al centro de torturas y exterminio de Villa Grimaldi en Santiago de Chile, donde permanecieron “desparecidas” durante un mes.
Al ser liberadas, ambas fueron al exilio. Primero a Australia y después a la ahora extinta República Democrática Alemana.
En 1979, las Bachelet pudieron regresar a la patria, donde Michelle mantuvo su militancia clandestina en el socialismo. Para el año 2000, avanzada la democracia en el país andino, la figura de la doctora se dio a conocer nacionalmente cuando el presidente socialista Ricardo Lagos la designó ministra de Salud y dos años más tarde consolidó su popularidad cuando recibió el cargo de ministra de Defensa.
A partir de entonces ya no había duda, se perfiló como abanderada presidencial. En 2005, también en segunda vuelta, venció al ahora presidente conservador Salvador Piñera. Pese a que en su cuadrienio tuvo dificultades con las movilizaciones estudiantiles, puso en marcha un deficiente sistema de transporte público, y durante sus últimos días de gobierno, el sábado 27 de febrero de 2010, a las 3.34.08 hora local el país sufrió uno de los terremotos —8.8 grados Richter, con una duración en Santiago de 3 minutos 25 segundos y en algunas zonas alcanzó seis minutos— y tsunami más destructores de la historia, salió de La Moneda arropada con el 85% de la aprobación ciudadana. Desde entonces muchos analistas adelantaron que no sería difícil que regresara a la presidencia chilena.
Su modo de gobernar, entre la sonrisa tímida y el gesto maternal, se ganó a la mayoría de los chilenos, que, bajo la dictadura pinochetista con su rastro de muertos y desaparecidos, se dividieron en dos bandos casi irreconciliables. La simpática Bachelet gobernó desde una moderada izquierda, sin romper radicalmente con un programa de corte liberal que casi en el último cuarto de siglo ha llevado a Chile a la lista de las economías del primer mundo, con un ingreso per cápita que se ha duplicado en dos décadas. Crecimiento, por cierto, que ha aumentado durante el último periodo presidencial de derecha.
Los retos
Bachelet tendrá, a partir del 11 de marzo del próximo año, un duro mandato por delante, ya que muchas de las propuestas que defendió durante su campaña, como la de elaborar una nueva Constitución —para sustituir a la que heredó Pinochet—, exige de amplias mayorías en el Parlamento de las que carece. Esta es la principal bandera de la presidenta electa, ya que también dependen de ello otras reformas políticas, educativas, económicas y sociales de gran calado. Como la educación pública, gratuita y de calidad. En el terreno social prometió el aborto terapéutico y el matrimonio para personas del mismo sexo.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Chile de principios de año, desde 2010 el PIB chileno creció, de media, un 5.5%. Pero, el dinero está en muy pocas manos: el 1% concentra un tercio de la riqueza nacional y su ingreso per cápita es 40 veces mayor que el 81% de la población.
A lo que se agrega que aunque en 2012 el PIB creció un 5.5% —la tasa más alta de toda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos—, aparecen signos de deceleración: el oficialismo en el poder pronostica un 4.9% en 2014, y el Fondo Monetario Internacional reduce la cifra al 4.5%.
A lo que habría que agregar lo que aporta el economista Marco Kremerman, de la Fundación Sol —citado por el periódico El País—: “El 5% más rico de la población gana 257 veces más que el 5% más pobre. Un estudio de comienzos de 2013 hecho por la Universidad de Chile demuestra que el 1% de los más ricos concentra el 31% de los ingresos. En EU el 1% se queda con el 21%, en Alemania es el 12%. Y el lugar donde más se percibe la desigualdad es en el trabajo: el 50% de los trabajadores gana menos de 251,000 pesos chilenos (345 euros). La brecha entre un gerente general y el trabajador que menos gana supera las cien veces”.
Roxana Miranda, activista chilena de 46 años de edad, que se postuló a las presidenciales en primera vuelta con un partido que se llama Igualdad, afirmó en su campaña: “En la vida diaria hay que pedir siempre fiado, no te alcanza para pagar la luz y el agua… Tenemos que decidir entre los hijos cuál tiene mejor cabeza y así apostamos por la educación de uno. Los bancos han hecho negocio hasta con la vivienda social… Hay millones de gente que solo tratan de sobrevivir, de llegar a fin de mes”.
Como sea, ganó la favorita. La deuda de la desigualdad marca la vuelta de Bachelet a la presidencia y reducir la enorme brecha social, en salud y educación, sobre todo, es el mayor desafío de la hija del general Bachelet.
Aunque es su mayor apuesta, todo mundo sabe que la expresidenta que regresó al poder tratará de lograrlo, para cumplir con uno de los lemas de su campaña: “Chile de todos”, que en el país andino tiene una connotación muy diferente a la que en México se le da a esta efusiva frase. Tiene mucho trabajo por hacer.

