Desconfianza y reforma energética

Teodoro Barajas Rodríguez

El debate se sustituye fácilmente por la catarsis en México, las discusiones interminables siguen igual, no parecen tener fin, el tema de la reforma energética alcanza su apogeo, las unanimidades ya no son parte del libreto.

Se ha consumado el tema de la reforma energética, los argumentos a favor y en contra no terminarán próximamente, lo cierto es que la desconfianza tiene plena justificación por todo lo ocurrido desde que nuestro país se deslizó por el tobogán neoliberal, allá a comienzos de los años ochenta, para seguir los dictados de las potencias capitalistas. De manera dogmática nuestro país se convirtió en peón del ajedrez en los asuntos macroeconómicos globales, ésa es la tónica, ésas las líneas conductivas.

Los que han aprobado la reforma hablan de presuntas bondades en relación con los cambios en Petróleos Mexicanos, lamento que seamos un país, en términos generales, ignorante de la historia porque el nivel de lectura es raquítico; las privatizaciones tienen una trama corrupta porque se han desmantelado las empresas paraestatales en una monumental venta de garaje.

Los bancos mexicanos ahora de capital privado fueron rematados en la ola del sistema neoliberal, menos Estado más inversión empresarial; disminuida la rectoría del estado, la codicia y corrupción se incrementaron significativamente, todo fue peor.

Es más que evidente que las grandes empresas trasnacionales son las que suelen definir la marcha de la economía, como lo ejemplifica tristemente Grecia, el epicentro de la antropología occidental trazado en la antigüedad ahora ha sido carcomida por las corporaciones globales. Oferta y demanda que reducen el papel del Estado que ya no es más el eje rector, ello con las consecuencias previsibles porque la seguridad social está en predicamentos.

Cierto que nuestro país es muy diferente al de 1938, año en que un gran presidente expropió el petróleo con un aval popular sin precedentes, es obvio que Pemex no puede seguir como va porque la modernización es clave, sólo que las inercias en la ola privatizadora no reportan elementos como para encender la fe.

Pemex vive en la asfixia fiscal, ha soportado el vendaval de un sindicato corrupto, en el que su dirigente presume de lujos, manejos gansteriles, saqueo, como sucedió con el tristemente célebre caso del Pemexgate.

Por supuesto que los cambios deben llegar, forzarlos, aunque no confío en las presuntas bondades que dejarían las grandes empresas interesadas en nuestros recursos porque la historia reciente enciende las alertas.

Los legisladores legalmente nos representan, aunque en la práctica más bien enarbolan los intereses de un grupo compacto, el que los designa para su encargo, sus cúpulas partidistas, los intereses de unos cuantos, en unos años tendremos el balance y se habrán de asumir los costos, aunque como permea la inmensa desmemoria todo puede suceder.

La democracia representativa es anacrónica, lamento que el nivel de politización y debate sea de ínfima categoría, mientras eso sucede parece que llega otro diluvio.