De frente a la reforma político electoral
La audacia sin juicio es peligrosa,
y el juicio sin audacia es inútil.
Angel Ganiveg
José Fonseca
Estamos, como país, a punto de entrar en terrenos desconocidos en materia de elecciones y de nuestro sistema político, y a punto de cambiar los paradigmas políticos en materia energética.
Decidido a contar con una plataforma jurídica, constitucional y programática para hacer realidad su proyecto de gobierno sexenal. Eso le obligó a conceder a la oposición más ventajas en el Congreso de las que hubiera preferido.
A juzgar por lo ocurrido en el Congreso, a pesar de la resistencia de los partidos de izquierda, todo indica que todas las reformas estructurales previstas serán aprobadas.
Ahora necesitará el presidente Enrique Peña Nieto, más que nunca, de temple y firmeza institucional. Un gran sentido del Estado para defenderlo ante las nuevas condiciones políticas que resultarán de la reforma político electoral, condiciones que serán, por decir lo menos, muy complicadas, como lo han advertido los consejeros del IFE que consideran que la tal reforma incluye “experimentos riesgosos”.
Más difícil, más temple y rigor exigirá conseguir que el Congreso apruebe ya el año próximo las leyes secundarias que aterrizarán en la realidad las reformas.
Particular atención deberán merecer las regulaciones que se apliquen al nuevo régimen que regirá el sector energético. Y, sobre todo, la selección de quienes encabecen los órganos reguladores de un sector cuyos jugadores tienen en su bolsillo más trucos que un croupier de Las Vegas.
De cómo funcionen los órganos reguladores del gobierno federal, tanto en el sector energético, como en el sector financiero y en otras áreas de la actividad de la administración peñista.
Si, como promete el gobierno peñista, el año arranca con agresivas inversiones en vivienda e infraestructura, en pocas semanas se dejará sentir el fluir de los recursos. Eso hará por el ánimo nacional más que los índices bursátiles y los estados de pérdidas y ganancias, pues el dinero en la economía real puede ser el detonador de crecimiento económico y generación de empleos.
Y, quizá, sólo quizá, empecemos a romper el perverso círculo de gran estabilidad sin crecimiento y con crecientes índices de pobreza y desigualdad que la nación ha soportado durante trece años.
jfonseca@cafepolitico.com
