Jaime Septién
(Primera de dos partes)
Se ha difundido, desde el año 2000, un decálogo para los medios de comunicación sobre el tratamiento de la violencia contra las mujeres. Fue elaborado por una asociación española y sus diez puntos permiten una necesaria reflexión sobre el papel y la influencia de los medios en la extendida, abusiva y brutal violencia que sufren las mujeres en los medios, por influencia de los medios, enfocado a la sociedad mexicana.
Este decálogo les dice a los medios cómo llevar a cabo un tratamiento tanto de la información sobre violencia contra las mujeres, como de la presentación de los temas relacionados con este crimen de lesa humanidad, puesto que si se ejerce una de las cuatro violencias en contra de la mujer (existen cuatro tipos de violencia contra las mujeres: emocional, económica, física y sexual) se está ejerciendo en contra de quien es portadora de la vida y, por tanto, bloqueando la fuente primaria de humanización del mundo.
He aquí la primera parte del decálogo enfrentado a las condiciones de nuestra realidad:
1. La violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos porque atenta contra su libertad y dignidad.
—Esto, que parece una perogrullada, algo totalmente sabido, en los medios casi nunca se refleja. Hay un tufo de justificación cuando se habla, por ejemplo, de un caso de violación sexual en la redacción de las noticias. Casi siempre es un matiz: la mujer provocó, con alguna insinuación, el vestido o la postura, o la hora en la que andaba por la calle…, al violador. Por lo tanto, hay una relación de causa-efecto que se reproduce en los programas de ficción, en las películas y en las obras de teatro (medios, casi siempre, dominados por una visión machista de la historia).
2. La violencia contra una mujer no es un asunto ni privado ni individual; es un problema social.
—Se dice que la violencia contra la mujer “es perpetrada por los hombres, silenciada por las costumbres, institucionalizada por las leyes y sistemas estatales y transmitida de una generación a otra”. Yo añadiría: y guardada como asunto privado por los medios de comunicación. Sobre todo cuando intentan aislar las cifras y enfocar el asunto —por ejemplo en las telenovelas— como una cuestión de “celos” o, peor aún, de “exceso de pasión”. En todos los confines del mundo y en algún momento de su vida, cuando menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, sexualmente forzada o de cualquier otra forma abusada. Y esto no es por un “exceso de pasión”; en todo caso es por un exceso de idiotez.
3. Los malos tratos psicológicos y emocionales también son violencia y tienen graves secuelas, a pesar de que sean muy difíciles de probar.
—Una de las vilezas en contra de la violencia a las mujeres es la que presentan los medios: si no tiene marcas visibles de haber sido ultrajada físicamente, la violencia es “pura invención” de la dama. Las amenazas, los insultos, la culpa de todo lo malo que ocurre en casa, la puesta en ridículo respecto a las opiniones de la mujer, el desprecio a su condición de mujer (“el sexo débil”), el impedimento de relaciones de amistad, el control de la correspondencia, el “pasar el gasto” con la obligación de rendir cuentas, la destrucción de objetos con valor sentimental, no dejan moretones en el cuerpo: los dejan en el alma. Y eso, los medios ni lo toman en cuenta. Son “muestras de cariño” del macho.
4. Los malos tratos son delitos y no “hechos pasionales”.
—Los medios, especialmente la prensa, han extendido y metido en el lenguaje público la (supuesta) atenuante del “crimen pasional”. Cuando se pone así, uno debería entender que el criminal merece el perdón, porque actuó movido por la fuerza de su “corazón” (cuando, en realidad, actuó por la fuerza de su avaricia, de su ansia de posesión de un objeto —no una persona— que no pudo conquistar por las buenas). El delito es delito, el crimen es crimen. Ponerle un apellido espurio es reafirmar la frase popular (desgraciadamente popular), puesta en circulación por el machismo exacerbado: “si te maltrata es porque te quiere”.
5. La violencia contra las mujeres es una violencia basada en la desigualdad de género.
—En efecto, si la mitad de la población es de sexo femenino y una de cada tres mujeres en el mundo ha recibido golpes, insultos, amenazas y hostigamientos, se trata de un modelo de comportamiento en su contra, propiciado por el otro sexo, en este caso, el masculino. La “dureza” del varón que tanto han ponderado y esculpido, a la manera como se esculpe un monumento las películas, tiene como recipiente, la “blandura” de la mujer. Ojo: es un debate físico. Dejarlo ahí es una tontería. La mujer no tiene que convertirse en otro hombre. Tiene que ganar con la sabiduría de su condición femenina y con la solidaridad entre mujeres para combatir el mal.


