Para enfrentar con éxito el gobierno de derecha de Peña Nieto
Miguel Barbosa Huerta

La conformación de un Frente Amplio Progresista Nacionalista y de Izquierda constituye la alternativa para enfrentar con éxito las políticas del gobierno de derecha de Enrique Peña Nieto, por medio de la movilización social, la participación ciudadana y las acciones de las fuerzas políticas de izquierda.

La reforma constitucional en materia energética agravió a sectores muy importantes y representativos de la sociedad, los cuales han manifestado su rechazo en sus ámbitos y medios de expresión. Más allá de los rostros de las actrices y los actores ligados a las dos empresas televisoras dominantes, de los intelectuales cercanos  al gobierno y de algunos voceros de grupos empresariales que se beneficiarán de los cambios, no existen personalidades del mundo de la cultura, la ciencia o el arte que hayan aplaudido la reforma de Peña Nieto. Por el contrario, y a pesar  de la intensa campaña propagandística del gobierno, en redes sociales y medios de comunicación independientes, en las calles,  las plazas, los centros de educativos públicos y privados, se han producido declaraciones y acciones de rechazo.

De manera paralela,  diversos estudios de opinión hacen evidente que la sociedad no está eufórica con los cambios y expresa sus dudas. Sin contar con que un segmento importante de la sociedad manifiesta un claro  rechazo a la reforma peñanietista.

Estas manifestaciones se han  realizado de manera segmentada y en ámbitos de acción específicos. Si existe un objetivo compartido para defender nuestro sector energético, si la meta consiste en revertir la reciente reforma,  la conclusión y consecuencia es clara: existen la condiciones para plantear  la unidad de las fuerzas sociales, ciudadanas y políticas en un amplio Frente Progresista, Nacionalista y de Izquierda.

Conviene precisar el perfil y densidad social de los integrantes de este Frente. Estaría integrado por las fuerzas políticas, organizaciones sociales y ciudadanos que consideran que el país debe progresar, lo que significa avanzar hacia un Estado de bienestar.  Se trata de una concepción de progreso que redimensiona aquella idea que planteaba la superación de la sociedad a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología, con la que inició el siglo XX y que se hizo trisas en las dos guerras mundiales, que dejaron millones de muertos y ciudades devastadas.

A los progresistas a los que se hace referencia y que integrarían este Frente son las mujeres y hombres que dentro de un partido político, en organizaciones sociales o de manera individual apoyan cambios que beneficien a la sociedad en temas como el medio ambiente, la cultura, el aprovechamiento de los recursos naturales, los derechos humanos y las libertades individuales.

Hablamos de los jóvenes inconformes con los estereotipos mediáticos, de las mujeres que defienden sus derechos, de los profesionistas emprendedores, de los empresarios innovadores y del amplio mosaico de la clase media mexicana.

En la última mitad del siglo XX y lo que va de éste, el nacionalismo tal y como se entendía se ha redimensionado. Ahora se trata de visiones que valoran y potencian la identidad cultural de un Estado, integralidad de su población, territorios  y recursos. Un nacionalismo que convive con la globalidad e interactúa con ella  sin complejos y, sobre todo,  que tiene claros los grandes retos  de un pueblo y de una nación.

La conformación de este Frente incluye las visiones nacionalistas que existen en el amplio espectro social y político de nuestro país. Hablamos por supuesto de los partidos de izquierda, pero también de sectores importantes del priismo y del propio panismo, de la amplia gama de organizaciones sociales y de personalidades que, lejos de visiones ancladas al pasado, como se empeñan en catalogarlas los promotores del gobierno, plantean preservar nuestra cultura, recursos, como el petróleo y minerales, y rasgos de identidad  fundamentales.  Todos ellos deberían  formar parte de este amplio Frente en  defensa del petróleo.

Debe reconocerse que uno de los factores que facilitaron los recientes cambios estructurales en materia energética fue la división de los partidos y las fuerzas de izquierda.  Quien de verdad sea partidario de la defensa de nuestro petróleo debe contribuir en la integración de este  Frente.

La búsqueda de la unidad no es un simple deseo de principio de año, sino una necesidad para la acción política; para el diseño y puesta en marcha de una estrategia  conjunta que tenga como eje la  defensa de nuestros recursos energéticos.

Desde la izquierda debemos insistir en la unidad, aunque a primera vista para algunos en el actual escenario ésta resulte improbable. Se trata de trascender las visiones de corto plazo, los cálculos políticos inmediatos o las rivalidades pasadas.

La historia muestra elocuentes ejemplos de cómo la división y el sectarismo han sido los principales obstáculos para el éxito de un proyecto de la izquierda. Basta recordar la ideologización, el sectarismo, las purgas  y las visiones patrimonialistas que predominaron en la izquierda mexicana hasta la década de los ochenta,  cuando inició un proceso de unidad a través la creación de los partidos Socialista Unificado de México (PSUM) y después del Mexicano Socialista (PMS) y hasta que en 1988 se logró la unidad de las fuerzas nacionalistas, sociales y de izquierda en torno al Frente Democrático Nacional (FDN).  En el proceso de construcción del PRD: en aquellos años, Heberto Castillo lo dijo con claridad: “no preguntes de dónde vienes, sino lo que queremos construir juntos”.

El PRD debe ser un promotor incansable de la unidad de las izquierdas, las fuerzas progresistas y las visiones nacionalistas. Continuar la defensa del sector energético, la transformación de nuestro régimen político, la realización de elecciones equitativas, la democratización de los medios de comunicación, la reforma educativa de fondo, el respeto a los derechos laborales de los trabajadores, el combate a la corrupción y lograr mayores niveles de transparencia en el ejercicio de la función pública.

El PRD no debe renunciar a la política. Requiere participar en la interlocución y construcción de acuerdos con el gobierno y las otras fuerzas políticas, pero debe hacerlo en una lógica  incluyente.

 

Coordinador parlamentario

del PRD en el Senado de la República.