Marcos recordó el origen del despojo nacional

 

 

No hay otra manera de evitar la adulación que hacer

comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad.

Nicolás Maquiavelo

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

No cabe duda de que la lejanía abona a un mayor análisis e interpretación de hechos tan trascendentes como la desarticulación del Estado liberal concebido por los próceres de la Independencia y la Reforma y de su enriquecimiento con el Estado social aportado a nuestra Constitución en 1917.

Así lo acredita la reflexión que efectuó el Subcomandante Marcos sobre los últimos acontecimientos políticos,  la cual obsequió a la opinión pública el pasado 24 de diciembre a través de La Jornada, adelantando con ello la esperada reaparición de la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a escasos días del vigésimo aniversario de su irrupción en el escenario nacional, justo aquel día en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte.

Con la autoridad moral respaldada por las acciones de ese levantamiento, Rafael Guillén recuerda el origen del despojo nacional, ubicándolo en la reforma al artículo 27 constitucional impulsada por la administración neoliberal de Carlos Salinas de Gortari; acto político-legislativo que desmanteló el esquema agrícola del país y que, bajo el mismo pretexto de derribar mitos y tabúes, abrió la escalada privatizadora que caracterizó a tan repudiado periodo presidencial.

Si bien es cierto que Marcos ha sido desde siempre un crítico de la oposición, particularmente de la izquierda, es imposible rebatir su argumento sobre las ideas y banderas desvencijadas que fueron enarboladas por los opositores contra las reformas en un proceso restaurador de la aplanadora legislativa, la misma que avaló con Salinas el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, instrumento de integración subordinada con el vecino del Norte, ahora reforzado con las entreguistas modificaciones constitucionales aprobadas en el 2013.

La consolidación de la estrategia neoliberal, representada con la meteórica aprobación del Constituyente Permanente en contra de un país fincado en la defensa de su soberanía energética, sirve de excusa a un panegirismo oficialista que, en abusiva alusión a don José María Morelos, pretendió colocar en el altar de la Patria al impulsor del retorno de los depredadores capitales extranjeros al territorio nacional.

El lisonjero discurso del secretario Osorio Chong al presidente Peña Nieto, pronunciado en ocasión del aniversario luctuoso del Siervo de la Nación, remite a la sabia sentencia de Maquiavelo sobre el valor de la verdad y los riesgos de la adulación para el gobernante; por lo que el titular del Ejecutivo bien haría en reconocer que el espíritu de Morelos, como el de Villa o el de Zapata, nutren la dignidad popular y no se encuentran ni en Los Pinos ni en San Lázaro o en la ostentosa sede senatorial del Paseo de la Reforma: el espíritu de estos próceres se expresa en la defensa de una soberanía que dimana del pueblo y no de quien lo subordina.