Desastroso para la democracia
Tras un recuento electoral, sólo cuenta quién fue
el ganador, todos los demás son perdedores.
Winston Churchill
José Fonseca
En muchos de los recuentos del primer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto subyace una suerte de resentimiento. El resentimiento de quienes le apostaron a otras opciones en las elecciones presidenciales. Y perdieron.
Se refleja en las manifestaciones de algunas de las organizaciones no gubernamentales, cuyas agendas, naturalmente limitadas, no suelen coincidir con las del actual gobierno.
Quien esto escribe entiende la frustración producida por una derrota electoral, pues durante muchas elecciones del periodo del priismo del siglo XX votó por la oposición. Curioso, cuando cambió su voto a favor del PRI fue en 2000, el año en que el PRI perdió la Presidencia de la República.
Pero la frustración debe diluirse pronto, si uno cree en la democracia. Llama la atención que después de año y medio de que el PRI recuperó la Presidencia, el resentimiento nuble tantas inteligencias lúcidas.
El problema con las ONG es que nadie las eligió, a nadie le rinden cuentas de sus acciones. Eso, afirma el venezolano Moisés Naím, las convierte en algo desastroso para la democracia, porque las causas de cada ONG son necesariamente limitadas. Son como un jugador de ajedrez que sólo ve una parte del tablero.
Algunas de esas causas, afirma Naím, son muy atractivas para los idealistas de toda edad, lo cual les permite intentar una y otra vez influir sobre las decisiones políticas, aun cuando éstas sean de un ámbito distinto al del objetivo de la organización.
Por supuesto que las ONG son útiles en una sociedad democrática, porque canalizan a quienes, por ejemplo, se desvelan por la ecología y nada más, por alguna otra causa válida. Le dan visibilidad a opiniones que por supuesto deben tomar quienes diseñan las políticas públicas.
Pero ese papel se distorsiona cuando con oportunismo buscan fomentar el descrédito de los partidos políticos y aprovecharlo para adquirir una influencia mayor a la de los partidos políticos o de los representantes partidistas legalmente elegidos por medio del voto.
Desde esa comodidad de no rendirle cuentas a nadie, pretenden arrogarse una representatividad que no tienen, porque nadie las eligió, porque ni siquiera han tenido que luchar por el voto de los ciudadanos, cuya voluntad buscan suplantar.
Por eso tiene razón el venezolano Naím, cuando malentienden su papel en la sociedad democrática, las ONG puede ser desastrosas para la democracia.
