Susana Hernández Espíndola

Para prevenir los problemas que puedan representar para su futura, pero ya desde ahora evidente, aspiración presidencial los ahora recurrentes mítines, protestas y manifestaciones en el Zócalo de la Ciudad de México, el jefe del gobierno local, Miguel Ángel Mancera, ha anunciado planes para imponer un nuevo rostro a ese antiguo, histórico y tradicional espacio público.

Sin mencionar que se trata en el fondo de un proyecto que evite en definitiva el secuestro del Zócalo por parte de grupos de inconformes, el cual le evitará las críticas que le ha acarreado su impasividad ante ese continuo despojo que sufren los capitalinos, Mancera señaló que ya son necesarias algunas modificaciones y adecuaciones, porque una parte de la explanada, llamada oficialmente Plaza de la Constitución, ya está deteriorada.

Tanto la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi), como la Autoridad del Espacio Público (AEP) ya estudian las opciones para que el Zócalo luzca más moderno y con un nuevo diseño.

Aunque lo deseable sería que toda la capital tuviera una nueva cara, libre de la pesadilla de las marchas y de los terribles nudos viales, junto con el Cablebús (un sistema de transporte urbano por medio de teleféricos), si es que se construye, la remodelación del Zócalo podría ser el proyecto más importante de la administración de Mancera en el Distrito Federal.

Según lo que ha esbozado el funcionario, el nuevo Zócalo tendrá áreas verdes y será una zona de recreación peatonal, en lugar de un paso de automóviles, y para su rediseño serán convocados especialistas en diversos campos.

Sobre las ruinas del Imperio

En los tiempos de los aztecas, el área que en la actualidad constituye el Zócalo era también un espacio abierto integrado al centro político y religioso de ese imperio. Si uno se sitúa en el asta bandera del Zócalo y mira de frente la Catedral, en aquella época estaría viendo el Templo del Sol. En la esquina de Seminario y Moneda observaría el Templo de Xochiquetzal y, a su derecha, dividido por Moneda y “mordiendo” la esquina norte del Palacio Nacional, el Templo de Tezcatlipoca. Entre el Monte de Piedad y la Catedral estaría el Tozpalatl (un manantial) y atrás de él, partido por la calle de Tacuba/Guatemala, se alzaría el Tlachtli o Teutlachtli (la cancha del juego de pelota). Estas edificaciones se hallaban, a su vez, en la parte suroeste del complejo ceremonial mexica, cuyo epicentro era el Templo Mayor.

Por instrucciones de Hernán Cortés, el centro de la Ciudad de México, incluido el Zócalo, fue trazado inicialmente por Alonso García Bravo, responsable de la planificación de la Villa Rica de la Veracruz.

Aunque Cortés consideró edificar la capital de la Nueva España en Coyoacán, Texcoco o Tacuba, finalmente decidió levantarla sobre las ruinas de la Gran Tenochtitlán, derrotada por los conquistadores y sus aliados el 13 de agosto de 1521, luego de 75 días de asedio.

Durante los primeros meses de 1522  se inició la reconstrucción y Cortés tomó para sí los terrenos que hoy ocupan el Palacio Nacional (anteriormente el Palacio de Moctezuma) y el Nacional Monte de Piedad (donde se alzaba el Palacio de Atzayácatl, padre del emperador azteca).

El Mapa de Uppsala (Biblioteca Carolina Rediviva de la Universidad de Uppsala, en Suecia), el más antiguo de México después del de Cortés o de Nuremberg (Biblioteca del Congreso, Washington), realizado hacia 1550, presuntamente bajo la supervisión del cartógrafo español Alonso de Santa Cruz, ya mostraba al Zócalo, conocido entonces como la Plaza Mayor (terminada en 1524), cruzado por dos acequias, una en diagonal y la otra, del lado izquierdo, conocida como la Acequia Real, que corría, a la par de un sistema de canales, entre lo que hoy son las calles de 16 de Septiembre y Corregidora.

En la gráfica que aquí se muestra sobre una parte del mapa original, digitalizada por la doctora Lily Díaz-Kommonen, de la Universidad de Arte y Diseño de Helsinki, se aprecia, además de la Plaza Mayor, la Iglesia Mayor (ubicada a la derecha y derribada después para dar paso a la Catedral Metropolitana). En la parte de abajo, se halla la casa de Cortés (que después se convirtió en el Palacio Virreinal y más tarde en Palacio Nacional).

En la parte poniente de la gráfica (la parte superior), se mira lo que después se convirtió en el Portal de Mercaderes, y en la parte sur (a la izquierda) se erigió el Portal de las Flores. Al lado de este portal fue dispuesto el Palacio del Ayuntamiento, el edificio que hoy es sede del gobierno del DF.

1-PRIMER MAPA

Lugar lleno de historia

Declarado por la UNESCO, en 1987, con el resto del Centro Histórico, como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, y llamado oficialmente Plaza de la Constitución el 12 de mayo de 1813, en honor a la Constitución de Cádiz, promulgada en 1812, el Zócalo ha sido un lugar lleno de historia durante cinco siglos y se ha mantenido como el sitio preferido de concentración y de manifestaciones políticas, sociales y culturales, así como de desfiles y celebraciones oficiales, como la conmemoración del Grito de Independencia.

En la época virreinal,  este espacio sufrió distintas modificaciones y orientaciones e, incluso, llegó a albergar una primera catedral, la citada Iglesia Mayor (construida entre 1524 y 1534 y demolida en 1626), y un cuartel de caballería, que luego se convirtió en un mercado.

La construcción de la actual catedral comenzó en 1573, sobre cimientos iniciados dos años antes en parte del espacio que aún ocupaba la anterior, y fue totalmente concluida en 1791, es decir, 218 años después. En el intermedio, ocurrieron otros importantes eventos.  El 8 de junio de 1692, por ejemplo, durante el llamado “Motín del Hambre” provocado por la falta de granos cuya siembra resultó arruinada por la lluvia, una turba incendió el Palacio Virreinal y la Plaza se despejó por completo para dar paso al nuevo mercado de El Parián, cuya edificación comenzó el 17 de agosto de 1695 y concluyó en 1720. Ahí se vendían los productos que traían los galeones de Europa y Asia.

El historiador Francisco Sedano fue el primero en hacer comentarios de lo feo y antiestético que lucía el Zócalo, por su pavimento irregular de barro en la temporada de lluvias, los perros agresivos de la calle, y los montones de basura, desperdicios  y excrementos humanos que se acumulaban en puestos improvisados que circundaban El Parián.

En 1713, frente al Palacio Nacional se construyó una fuente o pila, la cual sería demolida en 1791. “Esta pila fue una muy grande inmundicia, el agua estaba hedionda y puerca, a causa de que metían dentro para sacar agua, las ollas puercas de los puestos y también las asaduras para lavarlas. Las indias y gente soez metían dentro los pañales de los niños para lavarlos fuera con el agua que sacaban, por lo que sobre el agua había grandes costras nadantes sobre salea…”, relató Sedano.

El virrey Juan Vicente de Güemes, II conde de Revillagigedo, hizo la primera remodelación del Zócalo, en el siglo XVIII, y durante los trabajos se hallaron la escultura de la diosa Coatlicue (13 de agosto de 1790), la Piedra del Sol o Calendario Azteca (17 de diciembre de 1790) y la  Piedra de Tízoc o Altar de los Sacrificios (17 de diciembre de 1791). El Calendario Azteca estuvo apoyado en la torre oeste de la Catedral, hasta 1885, cuando Porfirio Díaz ordenó a un destacamento militar transportarlo al Museo Nacional (Moneda 13). El monolito sufrió un gran deterioro durante el tiempo que estuvo expuesto e, incluso, fue utilizado como blanco durante la ocupación estadounidense de 1847.

En el marco de la gran remodelación iniciada por Güemes, los comerciantes ambulantes fueron reubicados en el Mercado del Volador, que se hallaba en lo que hoy es la Suprema Corte de Justicia de la Nación; la Catedral fue enrejada y, en la esquina sudeste, se colocó una estatua ecuestre de Carlos IV (9 de diciembre de 1803), después de que el Zócalo albergó dos figuras similares y provisionales de madera. Esta tercera estatua, fundida en bronce y recientemente dañada por restauradores del equipo de Mancera, fue retirada de la plaza al concluir la guerra de Independencia.

En diciembre de 1826, El Parián fue incendiado por un grupo de soldados, artesanos y hooligans, y, finalmente, fue demolido, entre el 24 de junio y el 11 de septiembre de 1843.  Tras el intento de Santa Anna de erigir una columna de la Independencia, en 1866 se crearon un paseo alrededor de la plaza y un jardín con senderos; se colocaron fuentes en cada esquina y se instalaron bancos de hierro y lámparas de hidrógeno. En 1878 se puso un kiosco similar a uno que se hallaba en el Bois de Boulogne, en París, y poco después una estación de tranvía. En 1894 llegó a la zona la energía eléctrica y en 1891 el asfalto.

Durante la segunda mitad de ese siglo y hasta principios del siglo XX, el sitio estuvo, de nuevo, convertido en mercado. Entre los puestos destacó el “Centro Mercantil”, que vendía tela, ropa y moda Art Nouveau.

Tras los bombardeos al Palacio Nacional, durante la Decena Trágica, el Zócalo tuvo una nueva remodelación. Luego, en la década de 1950, ese espacio adquirió el aspecto austero que hoy conocemos, conservando sólo algunos arbotantes y el asta bandera. En 1970 hubo otro remozamiento importante y se colocó la plancha de cemento actual. A finales de 1990, el alcalde Cuauhtémoc Cárdenas puso en marcha una renovación de 300 millones de pesos en el Zócalo y sus alrededores, para atraer empresas y residentes a la zona.

A lo largo del tiempo, el Zócalo ha sido escenario de innumerables hechos históricos, sangrientos, políticos y sorprendentes. A continuación un atisbo:

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El México colonial. Ilustración: Instituto Mora.

 

La terrible inundación

El 21 de septiembre de 1629 una torrencial tormenta se abatió durante 36 horas seguidas sobre el Valle de México, dejando el centro de la ciudad bajo el agua, excepto una pequeña parte de Tlatelolco y otra de la Plaza Mayor. La crecida, de dos metros, provocó la muerte de miles de habitantes, víctimas del hambre y las pestes, y una multitudinaria emigración hacia Puebla.

El arzobispo Francisco de Manso y Zúñiga y Sola, envió el 16 de octubre una carta al rey de España, narrando que “murieron  30,000 indios y, de 20,000 familias españolas, no habían quedado a México cuatrocientos vecinos”.

La inundación, sobre la que destacaba una pequeña isla que se formaba donde se levantaban el Palacio Virreinal y la Catedral, conocida como “isla de los perros”, por la gran cantidad de esos animales que se salvaron al refugiarse ahí, fue la peor que se recuerde en la historia de la ciudad, y duró cinco años durante los cuales el sacerdote se dedicó a recorrer las calles en canoa para visitar a los pobres, darles alimento y oficiar misas en las azoteas y balcones de los edificios.

La propia imagen original de la Virgen de Guadalupe fue sacada del Templo del Tepeyac y paseada en distintas ocasiones a través de las vías anegadas, a bordo también de una canoa, para consolar al pueblo, mientras que en las partes de la Catedral a salvo del agua, en presencia de la tilma, se celebraron los oficios religiosos.

Ese problema de las inundaciones en el centro y el Zócalo capitalinos continuó durante más de 260 años, aunque no en forma tan devastadora, hasta que el 16 de mayo en 1900, con la inauguración del Gran Canal del Desagüe y el primer Túnel de Tequixquiac, calificados por Porfirio Díaz como una “obra colosal, aspiración de varios siglos”, en parte quedó aliviado.

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El Zócalo anegado. Foto: Manuel Ramos/Exposición: “Ramos para todos, paseando por la ciudad”, 2011.

Independientes, pero no iguales

Encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, el Ejército Trigarante celebró la consumación de la Independencia, tras once años de lucha, el 27 de septiembre de 1821, con su entrada triunfal a la ciudad de México y un apoteósico desfile que desembocó en el Zócalo.

Una gran parte de la población capitalina se unió al festejo, tal vez el más jubiloso realizado hasta entonces, aunque no se dejó de notar la diferencia entre la semi desnudez de los que fueran guerrilleros insurgentes y los flamantes uniformes que lucían los soldados realistas.

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El Ejército Trigarante. Ilustración: Libro de Cuarto Año, Historia y Civismo.

 


Invasión norteamericana

El 9 de agosto de 1847, con un cañonazo se anunció en la Ciudad de México la proximidad de las tropas norteamericanas, al mando de los generales Zacarías Taylor y Winfield Scott, y una gran concentración de ciudadanos, que querían enfrentar al invasor, se verificó en el Zócalo.

La guerra, iniciada en mayo de 1846 por la incorporación de Texas a los Estados Unidos, el 1 de marzo de 1845, ya había inclinado la balanza hacia el lado norteamericano, con la ocupación de los territorios de Nuevo México, Alta California, Baja California y los estados de Coahuila, Veracruz, Puebla y de México.

El Ejército mexicano intentó evitar heroicamente la toma de la capital, pero entre el 19 de agosto y el 14 de septiembre todas sus defensas cayeron ante la ofensiva norteamericana. Se perdieron las batallas de Padierna (19 de agosto), Churubusco (20 de agosto), Molino del Rey (8 de septiembre) y Chapultepec (13 de septiembre), y tras una corta escaramuza, el 14 de septiembre, el Ayuntamiento entregó la ciudad a Scott, quien comandaba entre 7 mil y 8 mil soldados.

El gobierno mexicano había trasladado su residencia a Querétaro, ante las críticas de propios y extraños. Uno de los oficiales invasores, escribió en su diario, por ejemplo, ante los rumores de que se preparaba una reorganización de la resistencia: “una raza cobarde que no pudo defender su capital nunca hará algo así”.

Al igual que en la época colonial, Scott, que se dio en llamar a sí mismo “el conquistador de México”, mandó levantar en la Alameda y el Zócalo sendas y grandes picotas para azotar a los ciudadanos bajo cualquier pretexto y a la menor provocación.

Durante la ocupación, centrada en el Zócalo, la capital sufrió toda clase de agravios. Los norteamericanos, sucios, indisciplinados y conflictivos, se dedicaron al saqueo, a cometer toda clase de tropelías y vejaciones, convirtiendo muchos inmuebles en muladares y burdeles.

La paz se firmó el 2 de enero de 1848 y, tras de que México entregó la mitad de su territorio (Texas, Nuevo México, Alta California y la franja comprendida entre los ríos Nueves y Bravo, que eran parte de Tamaulipas), el 12 de junio los norteamericanos salieron definitivamente de la capital.

5-INVASION

“Caída de la Ciudad de México durante la Guerra México-Estados Unidos”. Pintura de Carl Nebel, 1851.

 


El “Apóstol de la Democracia”

El 7 de julio de 1911, en el Zócalo y sus alrededores tuvo lugar un hecho extraordinario en la vida nacional: el recibimiento de Francisco I. Madero, por más de “medio millón” de personas, según consignó José Vasconcelos en sus memorias.

El héroe de la Revolución, el primero de los que entrarían a la capital, se hallaba en plena segunda campaña electoral, después de que durante los comicios de 1910 Porfirio Díaz proclamara su triunfo, de manera indebida, tras mandarlo encarcelar. Esto motivó que el hacendado coahuilense, al grito de “Sufragio Efectivo” y “No Reelección”, convocara a tomar las armas, a partir del 20 de noviembre, para derrocar al viejo dictador, lo cual se cumplió el 25 de mayo de ese 1911, con la renuncia del general.

Precisamente en la madrugada del día en que Madero fue aclamado como “Apóstol de la Democracia”, un fuerte sismo, de más de un minuto de duración y tenido como uno de los más intensos que se hubieran vivido, sacudió a la capital.

A pesar de que el terremoto dejó decenas de muertos, destruyó 119 casas y provocó gran pánico, del susto el pueblo saltó al júbilo para recibir al líder en la Plaza Mayor, que, escribió Vasconcelos: “tantas manos fervorosas tuvo que estrechar, tanto sonrió a las multitudes en el prolongado desfile y después en la recepción en Palacio, que al día siguiente se quejaba de tener adolorido el rostro y entumecido el brazo”.

La misma aclamación a Madero en el Zócalo se repitió el 6 de noviembre de 1911, cuando tomó posesión. Sin embargo, su gobierno duraría sólo 15 meses.

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Madero y su esposa, con el presidente León de la Barra, el 7 de junio de 1911. Foto: pbs.twimg.com

 

La “Decena Trágica”

Entre el 9 y el 18 de febrero de 1913, ocurrió en la Ciudad de México la llamada “Decena Trágica”, o los diez días en los que se llevó a cabo la sublevación para derrocar al presidente Madero, en cuyo marco ocurrió en el Zócalo y el Palacio Nacional una gran masacre.

Los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz se levantaron en armas con un grupo de cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya, para liberar a otros dos conspiradores, los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, y tomar el Palacio Nacional.

En el primer día, los golpistas lograron la liberación de Reyes y Díaz, pero durante la toma de Palacio Nacional, que al principio lograron, en el encuentro armado fueron derrotados. El asaltó dejó 805 muertos, la mayor parte civiles, entre ellos Reyes, cuyo cuerpo quedó tendido en el Zócalo, mientras que Ruiz fue capturado.

Reyes y Mondragón tomaron a continuación el depósito de armas de la Ciudadela, mientras Madero realizó la llamada “Marcha de la Lealtad”, de Chapultepec al Zócalo, y se dio a la tarea de organizar su defensa, marchándose a Cuernavaca para preparar las acciones.

Al día siguiente, Madero reagrupó a las fuerzas leales, las cuales tomaron posiciones en torno a la Ciudadela y, el día 11, ordenó el ataque, que dejó más de 500 muertos y heridos. Durante la escaramuza fue destrozado el  Reloj Chino (ubicado en la glorieta de Bucareli y Atenas), que había sido regalado a México por el gobierno chino con motivo de las celebraciones del centenario de la Independencia.

En esa misma fecha, Victoriano Huerta, quien fue puesto el 9 de febrero al mando del Ejército leal, comenzó a fraguar en secreto, con los sublevados de la Ciudadela, el golpe final contra Madero.

Entre el 12 y el 17 de febrero, los combates se extendieron por el centro de la ciudad, alcanzando al Zócalo con bombardeos, mientras crecía la conspiración de Huerta apoyado por otros militares y el embajador estadounidense Henry Lane Wilson.

El 18 de febrero, la traición de Huerta se tradujo en la aprehensión de Madero y el vicepresidente, Josa María Pino Suárez. El día 19, ambos fueron obligados a renunciar y Pedro Lascuráin asumió la presidencia interina de la República, durante 45 minutos, sólo para nombrar a Huerta secretario de Gobernación, quien de inmediato tomó el poder consumando el golpe de Estado.

El día 22, Madero y Pino Suárez fueron asesinados en un extremo de las afueras de la Penitenciaria de Lecumberri, por órdenes del traidor, quien gobernó hasta el 13 de agosto de 1914, cuando fue derrotado por el Ejército Constitucionalista formado por Venustiano Carranza.

7-DECENA TRAGICA

Algunos de los muertos en el Zócalo, el 9 de febrero de 1913. Foto: INEP.

 

La expulsión de Huerta

Tras la usurpación de Huerta, Venustiano Carranza, que era gobernador de Coahuila, se opuso al gobierno espurio y el 26 de marzo de 1913 promulgó el Plan de Guadalupe, desconociendo al dictador. Carranza formó el Ejército Constitucionalista y luego de un año de combates, derrotó al Ejército federal, el 13 de agosto de 1914. Huerta, que además era alcohólico, no murió en combate, sino que se exilió en el extranjero y fallecería, el 13 de enero de 1916, en El Paso, Texas, víctima de cirrosis hepática e ictericia.

El Ejército Constitucionalista de Carranza, de 26 mil hombres, entró triunfal al Zócalo, el 20 de agosto de 1914.

8-CARRANCISTAS

Los carrancistas en el Zócalo. Foto: Mexicomaxico.org.

 

Calzón de manta y pantalón caqui

En el año que corrió de julio de 1914 a julio de 1915, la capital mexicana fue ocupada siete veces por dos ejércitos revolucionarios, los convencionistas (villistas y zapatistas) y los carrancistas.

Después de acordar una alianza militar formal entre la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur para combatir a Carranza, y de que al triunfo de la Revolución se unirían para para procurar que un civil revolucionario ocupara la Presidencia de la República, el 6 de diciembre de 1914, Pancho Vila y Emiliano Zapata, comandando a sus tropas integradas por 50 mil hombres, realizaron un espectacular desfile en el Zócalo, saludando, frente al Palacio Nacional, a Eulalio Gutiérrez Ortiz, electo presidente interino, por la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, exactamente un mes antes.

El Universal, escribió en su crónica del 8 de diciembre: “Los zapatistas (…) visten calzón y camisa de manta blancos, bajo sus anchos sombreros guardan pan y otras cosas ligeras. Sus cananas les cruzan en el pecho en forma de cruz. Los dorados de Villa en cambio portan uniformes color caqui y sombreros de fieltro (…). Villa llegó engalanado en un uniforme militar azul oscuro y Zapata vestía de charro, una chaqueta de color beige con un águila bordada en hilo de oro en la espalda, su pantalón negro, con detalles de plata relumbraba al sol”.

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Zapata y Villa en su desfile, el 6 de diciembre de 1914. Foto: Antonio Garduño/fte-energia.org.

 

Cuando ingresaron a Palacio, en uno de los salones Villa y Zapata se toparon con una silla, adornada con un águila en el respaldo. Tras de que se les informó que era la silla presidencial, el “Centauro del Norte” dijo: “Voy a ser Presidente de la República un tantito”. A continuación se sentó, con Zapata a su lado, dando pie a algunas de las fotografías más famosas de esa época.

Al final de la lucha con Carranza, éste resultó vencedor. Zapata moriría asesinado en Chinameca en 1919, y cuatro años después Villa, en Parral, Chihuahua.

10-SILLA PRESIDENCIAL

El norteño y el suriano, en Palacio Nacional. Foto: Historiacultural.com

 

Atentado presidencial

El Zócalo fue testigo también del atentado fallido contra un presidente. Después de tomar posesión, el 5 de febrero de 1930, en el Estadio Nacional, como presidente para el período 1930-1934, Pascual Ortiz Rubio, miembro del Partido Nacional Revolucionario (el antiguo PRI), llegó a Palacio Nacional para tomar la protesta de su gabinete. Cuando el mandatario salió del recinto por la puerta de honor, para dirigirse a un elegante automóvil Lincoln en el que lo esperaban su esposa, su hija, su sobrina y su secretario particular, un hombre joven llamado Daniel Flores González, partidario de José Vasconcelos, candidato presidencial del Partido Nacional Antirreeleccionista (fundado por Francisco I Madero), indignado por lo que pensaba que era una imposición, descargó su pistola contra el vehículo, alcanzando a Ortiz Rubio en la mandíbula. El presidente fue llevado de inmediato al Hospital de la Cruz Roja, ubicado en el número 14 de la calle San Jerónimo, donde le fue atendida la herida, que no era fatal, pero le provocó una convalecencia dos meses.

Si bien el agresor intentó escapar confundiéndose entre la gente que acudió al Zócalo para vitorear al nuevo presidente, dos agentes de tránsito lo capturaron y desarmaron, presentándolo en el salón de banderas del Palacio para que fuera interrogado.

Pascual Ortiz Rubio, quien renunciaría a la presidencia el 2 de septiembre de 1932, quedó marcado por la lesión, que le impidió controlar la expulsión de saliva. La mordacidad popular le adjudicó por ello el mote de “El Nopalito”, por “baboso”.

Flores fue sentenciado a 19 años de prisión, en marzo de 1931, pero el 23 de abril del año siguiente, la prensa anunció que había sido encontrado muerto en su celda de la Penitenciaría.

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No es el Zócalo, pero la gráfica muestra la llegada de Ortiz Rubio a la Cruz Roja. Foto: INEP.

 

Por la unidad nacional

Después de que el 28 de mayo de 1942 México declaró la guerra a las llamadas Potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón, el presidente Manuel Avila Camacho llamó a un acto de “unidad nacional” en el Zócalo, ante lo que calificó como “la ola de fuego del imperialismo más arbitrario”, condenando las agresiones de los submarinos nazis a los barcos mexicanos.

Ante miles de mexicanos reunidos en la gran plancha y en una gigantesca tribuna montada frente a la puerta del Palacio Nacional, ocurrió algo que jamás ha vuelto a ver el país: la reunión de un presidente en funciones con otros seis ex mandatarios, todos ofreciendo un juramento de lealtad a la patria. Flanqueando a Avila Camacho, estaban: Plutarco Elías Calles, Abelardo L. Rodríguez, Pascual Ortiz Rubio, Lázaro Cárdenas, Emilio Portes Gil y Adolfo de la Huerta.

12-PRESIDENTES

Reunión de siete. Foto: Fundación Televisa.

 


Héroe de la Segunda Guerra Mundial

El héroe de la resistencia francesa, Charles de Gaulle, estuvo en México durante la época presidencial de Adolfo López Mateos, y, junto con el mandatario mexicano encabezó una histórica y multitudinaria concentración en el Zócalo, el 16 de marzo de 1964.

Días antes, por conducto de una misión diplomática encabezada por el general Jacques Lefort, Francia había entregado a México una bandera y dos estandartes tomados durante la ominosa intervención de 1862–1864. La bandera, del segundo batallón de las Guardias Nacionales de San Luis Potosí, fue arrebatada a los mexicano en la batalla de San Lorenzo, el 8 de mayo de 1863, mientras que los estandartes, fueron capturados en las batallas de San Pablo del Monte y de Valparaíso, el 5 de mayo del mismo 1863 y  el 22 de mayo de 1864, respectivamente.

Fue  “tan importante y estratégica la visita de De Gaulle, en plena Guerra Fría, a nuestro país, que oficialmente el presidente Truman de Estados Unidos declaró desde Cayo Duck, Florida, que el ‘presidente De Gaulle con su visita a México trataba de socavar la posición de Estados Unidos en América Latina’, y agregó que ‘será mejor que mantenga la nariz fuera de los asuntos de Estados Unidos si no quiere que se la corten’, escribió Enrique Herrera en las páginas de la revista Siempre!, citando, a la vez, a López Mateos: “Valoramos su presencia como el momento más trascendental y satisfactorio en las relaciones francomexicanas y si es un alto honor para nosotros que por primera vez un jefe de Estado francés sea nuestro huésped, más lo estimamos por tratarse al mismo tiempo de uno de los más vigorosos estadistas contemporáneos. Ello explica por qué en esta tierra lo recibimos no solamente con los brazos abiertos de un gobierno amigo, sino con los de todo un pueblo que admira en usted a uno de los más preclaros héroes de la Segunda Guerra Mundial”.

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Charles de Gaulle en el Zócalo. Foto: Archivo El Nacional/INEHRM.

 

Choque con el Ejército

Durante las protestas estudiantiles de 1968, que culminaron con la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, el Zócalo volvió a ser escenario de enfrentamientos.

El 27 de agosto, ocurrió quizás la mayor concentración de personas que ha registrado ese espacio público desde la referida recepción a Madero: entre 300 mil y 400 mil estudiantes realizaron un mitin en el que repicaron las campanas de la Catedral e izaron una bandera rojinegra de huelga en el asta central, en lugar de la enseña nacional. Esto, y la permanencia de los estudiantes en la noche con antorchas, ante la proximidad del informe presidencial, fueron tomados por el gobierno como actos de provocación, por lo que ordenó a funcionarios públicos realizar un “acto de desagravio a la bandera”. El día 28, al grito de “no vamos, nos llevan”, funcionarios del Departamento del Distrito Federal arriaron la insignia de huelga e izaron nuevamente el pendón patrio. Poco después irrumpió el Ejército, acompañado de tanques de los guardias presidenciales y patrullas de la policía capitalina. La entrada de los militares al Zócalo, para disolver la protesta, dejó un saldo de 35 heridos.

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La irrupción del Ejército en el Zócalo, en 1968. Foto: Wikipedia, copyright free.

 


El desnudo de Tunick

Una de las sesiones fotográficas más polémicas e impresionantes celebradas en el Zócalo, fue la del 6 de mayo de 2007, a cargo del artista estadounidense Spencer Tunick, quien captó a más de 18 mil mexicanos, desnudos, en la emblemática plaza.

El fotógrafo gestionó durante cinco años el permiso para que esa multitud posara arrodillada y acostada boca arriba, sin prenda alguna, frente a la Catedral Metropolitana, aunque el inmueble fue recortado en las gráficas hechas públicas. La bandera nacional fue arriada el día del evento, para no herir susceptibilidades.

 “Ese espacio se llenó con mi arte y es maravilloso”, dijo el artista al término de la sesión, que duró alrededor de una hora. “Algo está pasando en la Ciudad de México, es cultural, va a explotar y será grandioso”, añadió.

Tunick ya había captado imágenes similares en Bélgica, Australia, Canadá, Estados Unidos y Brasil, pero en el Zócalo rompió el récord que estableció en Barcelona, en 2003, donde fotografió a 7 mil personas.

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Foto: Spencer Tunick.

 


Escenario de los grandes

El Zócalo de la Ciudad de México ha sido también escenario de un sinfín de actos culturales y conciertos multitudinarios de grandes artistas nacionales y extranjeros.

El mayor aforo que se recuerda, tras la entrada de Madero y las protestas estudiantiles de 1968, fue la audición de Paul McCartney, el 10 de mayo de 2012. El ex integrante de los Beatles, quien hasta cantó acompañado de un mariachi, reunió, según datos oficiales, a 250 mil personas. La colombiana Shakira, en 2007, atrajo a 230 mil, mientras que la banda Café Tacuba, en 2005, llevó a 220 mil. El canadiense Justin Bieber, quien recientemente fue arrestado por sus excesos, actuó, igual en 2012, ante 210 mil asistentes, y Vicente Fernández, en 2009, deleitó a 200 mil. Poco antes de la presentación de Fernández, al ritmo de la canción “Bésame Mucho”, de Consuelo Velázquez, interpretada por Susana Zavaleta, la organización Guiness certificó en la Plaza de la Constitución al mayor número de gente besándose al mismo tiempo: 39 mil 897. Con el “megabeso”, la Ciudad de México rompió el récord que ostentaba Londres.

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El concierto de Paul McCartney. Foto: Beatlescopìo.

 

El gran dormitorio

Después de que el ex candidato presidencial de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, protagonizó durante 48 días, a partir del 30 de julio de 2006, un polémico plantón en el Zócalo para protestar contra los resultados oficiales de las elecciones presidenciales, desde su manifiesto contra la Reforma Educativa, el 17 de agosto de 2013, y hasta el 13 de septiembre, los maestros de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE) se apoderaron también de la plancha de concreto para convertirla en su cuartel general e irradiar desde ahí sus protestas y ataques a puntos neurálgicos de la capital, provocando, casi a diario, problemas descomunales.

Alrededor de 20 mil maestros mantuvieron secuestrado el sitio más representativo de la Ciudad de México y lo convirtieron en un inmenso dormitorio-comedor-mingitorio, causando una gran irritación a los capitalinos por ese despojo.

Ahora que los maestros intentan retomar la protesta, Mancera anuncia los mencionados planes de remodelación que, todo mundo espera, eviten ya los ataques al corazón de México.