Jaime Septién
(Segunda y última parte)
Estoy desbrozando uno a uno los diez puntos del decálogo contra la violencia a las mujeres en los medios que una asociación española publicó nada más iniciar este siglo XXI. Se trata de un modelo de tratamiento de la mujer que en muy pocas ocasiones es visible en los códigos de los medios, aunque debería serlo, pues la mujer es la encargada de humanizar al mundo. Estas son las cinco últimas reflexiones y acciones propuestas:
6. Promover la “tolerancia cero” ante todo tipo de violencia contra la mujer en los medios.
—Tolerancia “cero” quiere decir, exactamente eso y no otra cosa. Es decir, que no hay ninguna de las atenuantes a la violencia física, sexual, emocional o económica que suelen magnificar los medios. Por ejemplo: la mujer es incapaz de manejar recursos económicos; la mujer es incapaz de tomar puestos de responsabilidad; la mujer sirve para vestirse, maquillarse y conquistar… etcétera. Tolerancia “cero” quiere decir, alzarse en contra del uso de la mujer como objeto sexual en los anuncios publicitarios, donde aparece semidesnuda, vendiendo una marca de cerveza…
7. Tratar la noticia de forma rigurosa y exenta de morbo, lejos de la sección de sucesos, dando voz a las víctimas y a personas expertas.
—No falta, ni faltará, por desgracia, el giro lingüístico, el chiste malo, el chascarrillo doloso, el machismo soterrado, cuando la nota o el comentarista se refiere a un asunto de violencia contra las mujeres, como diciendo, “las mujeres se lo merecen”. Los periodistas mandan a la sección de sucesos o “del corazón” las notas que deberían poner en el tema de crímenes de lesa humanidad, como si la mujer lo único que tuviera fuera un cuerpo y su capacidad fuera entregarlo al mejor postor. Además, cuando hablan de violencia contra la mujer, terminan hablando de sexo. Y lo sexual acaba por oscurecer la realidad: el crimen.
8. Respetar la intimidad de las víctimas y evitar la difusión de comentarios despectivos con relación a ellas o que justifiquen a los agresores, y más si proceden de personas públicas relevantes.
—La doble victimización de las mujeres es una práctica no solamente jurídica sino mediática. No basta la declaración de violación, sino que la mujer tiene que ser sometida al escrutinio legal y al escrutinio de los medios. Por eso, solamente se denuncia uno de cada cinco casos de violación. Porque no existe una estructura ni legal ni de opinión pública que se ponga, de inmediato, del lado de la víctima. Habrá alguna que “se haga” la víctima. Pero ni es la mayoría ni la gravedad del crimen merece ser rebajada con comentarios chistositos del conductor o del comentarista de programas chuscos.
9. Transmitir la existencia de respaldo social a las víctimas, informando sobre los recursos públicos existentes, grupos de apoyo, teléfonos de emergencia y pasos básicos a seguir.
—Eso debe ser parte cotidiana de la información que se propague al público y no en la página 28 de la sección de sociales o en el minuto 57 del programa de radio, cuando se hable de “las muertas” de Juárez. El llamado a la policía, el contar con grupos de apoyo, los teléfonos de clínicas y hospitales, el servicio social, el apoyo y asesoramiento, la información, en resumen, la comunicación permanente (y no sólo en programas o periódicos “especializados”) pueden salvar a muchas familias de su desintegración y a muchas mujeres del horror. Lo cierto es que la información sobre los recursos públicos que tiene a la mano la mujer violentada en su intimidad son escasos, extraños y poco difundidos, contribuyendo a la propagación de la violencia en su contra. Los medios tienen mucho terreno en este tema.
10. Destacar el valor de romper el silencio y denunciar los malos tratos, ofreciendo noticias positivas de mujeres que logran salir de la violencia.
—Esto es básico. Los medios deben destacar historias de salida más que de entrada al infierno. Con ello, ayudarían a muchas a detectar, desde lejos, las llamas. Por lo demás, la violencia contra la mujer no debe ser nunca tratada como un asunto “cultural”, de “costumbre”. La cultura de los derechos humanos, que es la conquista más grande de la humanidad en el siglo pasado, debe servir para dotar a las mujeres de armas y a la sociedad de conocimientos para impedir que se produzca el ataque a la intimidad y la disolución de lo más sagrado que hay en el mundo: la familia como comunidad de amor (no como comunidad de intereses).


