La triste perorata

Yazmín Alessandrini

En una sociedad de conceptos y preceptos democráticos bien establecidos, como se supone que es la nuestra, la mexicana, se entiende que las instituciones autónomas del Estado deben estar al servicio de los ciudadanos, y que los funcionarios de éstas si bien no pueden ser perfectos, porque son seres humanos, cuando menos sí debieran tener un comportamiento institucional ejemplar y libre de sospechosismos (Santiago Creel dixit). Sin embargo, cuando se trata del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), todo lo anterior se convierte en una triste perorata.

Vivimos en un país donde el grueso de los llamados ciudadanos de a pie sienten y profesan muy poca simpatía y confianza hacia aquéllos que se ganan la vida en el gigantesco (y muchas veces ineficiente) aparato gubernamental. Y no los culpo. Para entenderlos simplemente bastaría con echar mano del inaudito y reciente botón de muestra que nos ofrece el caso de la secuestradora francesa Florence Cassez con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) agraviando a una sociedad a la que supuestamente debe proteger.

A principios de la semana que recién concluyó llamó poderosamente mi atención que los cuatro comisionados del IFAI (Gerardo Laveaga, Ángel Trinidad Zaldívar, María Elena Pérez-Jaén y Sigrid Artz) hicieron llegar al Senado de la República un conjunto de cartas en donde plasmaron sus razones para ser ratificados en sus cargos, toda vez que con la reforma político electoral recién aprobada por el Congreso de la Unión temen quedarse sin chamba.

Es válido que un individuo, ante la inquietud y sospecha de que podría perder su trabajo, determine desplegar todos los recursos posibles para conservarlo, más allá de haber procedido eficiente o ineficientemente. Y con los consejeros del IFAI no podía ser la excepción, aunque sus misivas presentadas al Senado, más allá de ofrecer argumentos de peso para que los responsables de ratificarlos en sus cargos puedan evaluar su desempeño institucional, más parecen elegías al “Súper Yo” de Sigmund Freud: “Yo soy”, “Yo hago”, “Yo tengo”, “Yo, yo, yo…”

En verdad, ¡qué triste!

La integración del nuevo IFAI, responsabilidad que recae en el Legislativo, tendrá que cumplirse en las próximas semanas. Ojalá que nuestros políticos tengan la atingencia de captar que se trata de cargos de altísima responsabilidad, sumamente sensibles de cara a la opinión pública. El instituto es un órgano colegiado que no puede [volver a] permitirse escándalos y bochornos como los que han protagonizado sus actuales integrantes. Que los próximos siete comisionados sean personas y profesionales con el perfil adecuado para esos puestos, por favor.

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