Felipe Calderón

 

 

El futuro no va a ser dominado por aquellos

que están atrapados en el pasado.

Willy Brandt

 

José Fonseca

 

La ceremonia en la cual presentó el expresidente Felipe Calderón su Fundación para el Desarrollo Sustentable significa su regreso al escenario nacional y posiblemente también su retorno a la política activa.

Es una leyenda urbana más que a los expresidentes del siglo pasado se les exigía apartarse de la política.  Lo que se esperaba de ellos es que, una vez cumplido su mandato, dejaran espacio para el gobierno de su sucesor, sin interferir.

Para satisfacer las inquietudes del retiro y, sobre todo, la cruda del poder, se les asignaron tareas poco políticas. A Lázaro Cárdenas se le hizo vocal de la Comisión del Balsas. Para Miguel Alemán Valdés se fundó el Consejo Nacional de Turismo. A Miguel de la Madrid se le nombró director del Fondo de Cultura Económica.

A López Mateos lo marginó su enfermedad; a Gustavo Díaz Ordaz, la resaca del 68. Luis Echeverría intentó influir en el gobierno de su sucesor y un destino diplomático calmó sus ímpetus. Carlos Salinas de Gortari fue anulado por su confrontación con Ernesto Zedillo. Éste se autoexilió. Vicente Fox, bueno, es Vicente Fox.

Igual que otros expresidentes, Felipe Calderón goza de todos sus derechos políticos. Dejar Los Pinos no los cancela, aunque se espera de él que no intente interferir con el gobierno del presidente Peña Nieto.

El licenciado Felipe Calderón ya tuvo su oportunidad de gobernar México. Sería sensato que dejara espacio para que su sucesor pueda hacerlo.

Su naturaleza hará difícil que resista la tentación de intervenir en los asuntos de su partido, sobre todo en la elección interna del PAN, elección que confronta a quienes se asumen como legítimos herederos de su gobierno —léase Ernesto Cordero y seguidores— y los actuales dirigentes partidistas.

El problema es que quienes se asumen como calderonistas utilizan para la campaña por la elección interna del PAN un discurso anti Peña. Ese discurso no sería igual en labios del senador Cordero que en labios del expresidente Calderón. En este último caso, el discurso anti Peña adquiriría un carácter radicalmente distinto, con un peso específico que llevaría a una confrontación con el gobierno peñista.

Y, en las actuales circunstancias, el país no necesita de esa disputa.

Será decisión del licenciado Calderón si un eventual activismo político abona a la unidad de su partido y a una colaboración honesta con el actual gobierno, o si su regreso será tan ominoso como el Terminator fílmico: I am back.

 

                                            jfonseca@cafepolitico.com