Carlos Olivares Baró

Lo primero que se ve es la espalda con sus juntes óseos serpenteando la plaza, las hebras castañas (“la luz de unos cabellos/ que no apaciguan nunca/ la sombra de mi tacto”: Octavio Paz) transfieren una alabanza al arco preludiado que oculta las extremidades y configura el redondel del apetito carnal. Después se ve la sombra de la vagina, mejor: se ve el resplandor de la vulva en el crepúsculo de la bragadura: Gustave Courbet/L’origine du monde (1866). La fotógrafa-modelo altera las correspondencias: su cuerpo es oración: madeja: confluencia: “cuando cito a Gustave Courbet y su clásico El origen el mundo, lo hago con mi cuerpo. No sólo adopto la mirada de Courbet, sino que soy la mujer fotografiada que pasa de ser pasiva a ser activa, mirando y diciendo”, indica Yamina del Real.
El pájaro se aloja en el vientre. El pájaro consume la hondonada del ombligo. Sabanillas: rompientes: espumas. El charco del camastro entretejido por armónicos afilados. Resurrección barthesiana: extrañeza, obstinación, concordancia: sueño inmerso en lo primitivo y en lo infalible, al mismo tiempo. El pájaro continúa el trazo límpido del eje que bautiza la avidez. Lente sutil que proclama lo que ya no es: pájaro: muerte que ha sido: vientre: sepultura tajante. La memoria: ¿huellas? La memoria: ¿reminiscencia? La memoria: ronda intercalada en los supuestos: “el cuerpo femenino regresa a los demás para compartir su esencia humana, amorosa, solidaria” (Yamina del Real).
Luz que se desliza de un plano general a fotogramas íntimos, subjetivos, arropados en señas cinemáticas: glosas que designan avatares: signas en los resquicios de marejadas elípticas: labres en los desamparos. El silencio luminoso es un cuaderno de contraposiciones: mordeduras que apolillan los esquemas y los modelos redundantes. Imágenes courbetianas en subversivas metonimias que hacen referencias a El estudio (1855), Cortesanas al borde del Sena (1856), El sueño (1866) y La mujer de las olas (1868). Transcripciones de concomitancias (misterio que sostiene la composición del entramado fotográfico, según Barthes): las fotografías de Del Real están concebidas en una restricción/desborde de efectos, y reservas probables que anulan las expansiones realistas de pintor francés.
Por la ventana, el bosque presagia la tentativa de la luz. Un par de zapatillas escolta el llavero: cifra en la oscura sospecha del anagrama. Hojas almagres, barro pantanoso: la jarcia conjetura el anuncio de la tribulación. Una Barbie suplantadora se adueña de la misericordia. Latidos sobre riberas confinadas. Ecos anegando frutos remotos. Sílabas de luces salpicando la noche. George Bataille atisba —agazapado, guardián— estos folios iconográficos arrendados por Eros y Tánatos.
Lecturas cruzadas: el tiempo ilumina dualidades, toda imagen es comunión de cifras: veo las pugnas de la sombra: veo los carbones en los pechos: veo los grietas del fulgor: veo el despojo del lecho: imagino a los cuerpos descendiendo sobre su espesor: “No hay puertas, hay espejos” (Octavio Paz).
Un búcaro de vidrio transparenta el tallo de la rosa que desafía la lobreguez. El reloj se deja amparar por la floresta. La Web porta un mensaje en la pantalla del procesador que brota contiguo al vago aroma de los sudarios: “arrullo silenciado/ en los pliegues del instante” (Lorenzano): trasnominación en el azogue: el árbol: reflujo del cuerpo: corteza que acoge al pájaro en los pliegues: vientre: cáscara y resina. El contorno de las piernas se refugia en el albor. Marea del lienzo espumoso que se apodera del espacio en el que muerte y deseo comparten propósitos.
“Varias experiencias del erotismo y la muerte, muy personales, me han llevado a elaborar este ensayo fotográfico. Experiencias vividas por mí y por otras mujeres. Las de ellas aquí las hago mías. Están en mi cuerpo”, comenta la socióloga, artista visual y sexóloga, especialista en semiótica de la imagen.
El cuerpo femenino como una alegoría representativa del sentido (todo lo contario a las “fotos-impactos” cuestionadas por Roland Barthes): saga suscrita en la supresión desasosegada. Los signos de los retratos de Yamina reverberan en la provocadora dicotomía saussureana de significante/significado: no hay un esquema biunívoco, todo lo contrario: los significantes edifican significados polivalentes, múltiples, desde una prosodia de infinitas codificaciones.
“Yamina del Real es una fotógrafa excepcional. Es reflexiva y osada de una manera afilada y a la vez muy sutil, paradójica. Sus imágenes proponen ideas, pero sobre todo impactan y conmueven. Son experiencias a la vez convulsivas y exploradoras de la belleza”, comenta el escritor Alberto Ruy Sánchez, editor de este álbum en el que el cuerpo femenino es palpitación que carcome la pupila.
“El Cuerpo femenino es uno de los lugares donde convergen los sentidos de las relaciones sociales, y por lo tanto también su representación estética”, apunta Yamina del Real. La consunción bambolea por las apuestas de las miradas. Arraigo de silencios sobrevivientes en recovecos geométricos. La sirga ata los enigmas: conforma siluetas que presagian las andanzas. Ella se confunde con el légamo: arqueo: sesgo que la mirada trasmuta en triángulo: azar corroído por las vendimias.
Todo suceso poético es un gesto de ascensión o una fluidez descendiendo en busca de cicatrices. Si “La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante” (Pizarnik), debemos entonces, edificar delirios: Yamina lo sabe, lo pone de manifiesto en este silencio iluminado: contemplación untada de pureza y sutilidad sediciosa.
Almanaque visual: el plano de la expresión se revela en forma ambigua: hojarasca que explora y escarba en la semántica del mito. “Un nido de ágata protege el ensalmo:/ así se repite el ritual/ que junta las manos en oración/ y llena tus ojos de mareas azules”, apunta la poeta Sandra Lorenzano. No olvidar que el mar es azogue: cristal desolado en medio de una llovizna solitaria desmoronándose. Hay que celebrar estas aventuradas imágenes de Yamina del Real: cartografía mítica en una suerte de ubicuidad espacial perturbadora y radiante.

El silencio luminoso, Yamina del Real (fotografías) / Sandra Lorenzano (texto). Artes de México / Secretaría de Cultura DF (Fotografía/Poesía), 2013.