La segunda cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), se llevó a cabo en La Habana, Cuba y constituyó un sonoro triunfo político y diplomático para la isla caribeña y para los impulsos geoestratégicos de los gobiernos latinoamericanos que buscan una mayor independencia de la hegemonía estadounidense.
Treinta y un jefes de Estado de la región latinoamericana, más el Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon y el Secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Miguel Insulza, fueron recibidos por el anfitrión, el presidente cubano Raúl Castro, quien inauguró el cónclave bajo el tema central de la “lucha contra la pobreza, el hambre y la desigualdad”.
Sin duda, “histórica” esta segunda cumbre de la CELAC, no sólo por la alta participación de los jefes de Estado o de Gobierno de los países latinoamericanos, que demuestra que, pese a las “inevitables diferencias” como bien expuso el mandatario cubano, se mantiene y crece un “espíritu de mayor unidad en la diversidad”.
La presencia de Ban Ki-moon e Insulza resaltan el éxito político y diplomático de la isla, sobre todo en el caso del Secretario de la OEA, entidad que expulsó a Cuba en 1962. De hecho, la OEA representa un cascarón diplomático en la región de poco peso político, sólo sostenible por el gobierno estadounidense
Una de las razones que impulsaron la creación de la CELAC, fue precisamente la imposibilidad de resolver los conflictos y las diferencias, con los mecanismos existentes y controlados por Estados Unidos. Ahora, aunque es muy pronto para echar campanas al vuelo, la CELAC se convierte en ese espacio político común, sin la injerencia de Estados Unidos.
No obstante, el escenario geoestratégico favorable para el impulso de estas políticas, los desafíos persisten tal y como lo expresó el mandatario cubano en sus discurso inaugural. “Los llamados centros de poder no se resignan a haber perdido el control de esta rica región, ni renunciarán a los intentos de cambiar el curso de la historia en nuestros países”.
En la última década, América Latina ha logrado reducir la pobreza en más de 15 puntos porcentuales, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Aunque insuficiente, mucho de lo alcanzado se debe sin duda a las políticas de gobiernos comprometidos con impulsar un reparto más equitativo de la riqueza. Con mayores o menores diferencias, esos gobiernos representan una alternativa a las políticas neoliberales y son hasta ahora, la cohesión y la fuerza que impulsa a América Latina en la búsqueda de su propio camino.