Limpiar Tepalcatepec de la mafia michoacana
Moisés Castillo/enviado
Día 3
Tepalcatepec, Mich.- El policía federal se encuentra inmóvil. Botas bien boleadas, arma colgada al hombro y mirada fija. ¿Todo bien? Sí, todo tranquilo. Pero ya sabes que cuando hay calma se viene lo peor.
El orgullo de Arturo Barragán
El pasado 27 de enero se firmó la legalización de las autodefensas. Las autoridades federales y estatales repitieron que se les diera “un voto de confianza” para recobrar el orden en Michoacán. Dicen que cuando se reitera tantas veces una frase estamos frente a una mentira. Por eso en Tepalcatepec confían en el gobierno de Enrique Peña Nieto, sin fiarse. Confiar en todos y no confiar en nadie, es la nueva creencia del pueblo que desafió a los temibles Caballeros Templarios hace casi un año.
A pesar de que las autodefensas han registrado sus armas, aún no las entregan. Siguen tomando otros pueblos de Tierra Caliente. El objetivo es claro: controlar Apatzingán, bastión de la mafia michoacana. Ya lo advirtió el vicario de esa ciudad, Gregorio López: “Aquí el dios es El Chayo, el que manda y decide es él. Con mucha tristeza lo decimos. Hasta se hizo santo y se mandó a hacer imágenes para que lo gente lo adorara”.
Arturo Barragán, coordinador de las autodefensas de Tepalcatepec, baja de una impresionante camioneta negra tipo monster truck. Lleva un celular sofisticado, un radiotransmisor y un pequeño bolso de piel donde guarda su arma. Los azules y los militares patrullan la comunidad de forma discreta. El movimiento acordó que ningún autodefensa dejaría a la vista su respectivo armamento como señal de respeto a la autoridad y para que la gente entienda que ahora ellos son los que hacen justicia. Pero a Arturo sí le queda claro que la confianza se puede agotar.
“La confianza es a corto plazo. Nosotros casi cumplimos un año en este movimiento y hemos recuperado mucho terreno que tenían los Templarios. El movimiento es el pueblo, no son tres personas. Si vemos que no hay resultados en poco tiempo, pues no va a quedar de otra que seguir en la misma sintonía.”
El municipio de Tepalcatepec se sitúa en los límites de Michoacán, es vecino de Jalisco. Es una comunidad dedicada principalmente a la ganadería y minería. El líder de las autodefensas José Manuel Mireles denunció a mediados del año pasado que la Minera del Norte financiaba a los Caballeros Templarios. Pagaba protección: 2 dólares por tonelada de mineral extraído en la zona. A la semana se extraían alrededor de 10 mil toneladas.
Arturo es transportista de carga de mineral y pagaba cuota de siete mil pesos a la semana. A los ganaderos les exigían 700 o mil pesos por res, cada animal cuesta en el mercado 8 mil pesos. Si la gente tenía autos o cualquier pertenencia valiosa era sinónimo de extorsión. Cobraban todo, hasta para ir al baño. El problema detonó cuando los Caballeros se metieron directamente con las familias.
“Estamos en focos rojos, estamos más tranquilos en varios municipios gracias a las autodefensas. Somos noticia porque el gobierno nunca puso orden. Nunca puso el dedo y ahora sí. Nos tuvimos que defender. Es como si alguien llega a tu casa y te quita tus cosas, pues no lo vas a permitir.”
El momento más difícil para las autodefensas fue cuando se levantaron en armas, el 24 de febrero de 2013. Un día antes, Enrique Plancarte Solís, líder de los Templarios, caminaba relajado por el centro de Tepalcatepec con sus guardias que alardeaban con los cuernos de chivo. El miedo provocó que los ciudadanos agarraran valor y tomaran las armas. Todo era un secreto a voces. Arturo no dudó en aceptar la invitación porque ya no quería vivir silenciado, algo se había roto dentro de él.
“Esto tiene casi 12 años. Empezaron a imponer cuotas: primero los Zetas, luego La Familia Michoacana, ahora los Caballeros Templarios. El Chayo se hizo socio con la Tuta y comenzaron a convencer a la gente de que los iban a cuidar, a dar protección de los maleantes, cuando la única protección debe ser la del gobierno.”
Arturo está orgulloso por lo que ha logrado el movimiento de autodefensas: limpiar Tepalcatepec de la mafia michoacana. Dice que el próximo 24 habrá fiesta para celebrar un hecho inédito que le ha costado estar lejos de su familia y dejar suspendida su vida cotidiana. Él y sus compas no pueden salir de este pueblo colorido porque sus vidas están en riesgo. Ir a Apatzingán sería una locura, a pesar de que es una ciudad importante para la vida económica y social de Tierra Caliente.
Niega cualquier acusación de nexos con otro cártel de la droga o financiamiento privado. Los rifles los desempolvaron de los armarios y las armas de grueso calibre en su poder fueron decomisadas a los Templarios. Es la única explicación.
“En primer lugar si sacamos cuentas de lo que nos quitaban, no ocupamos ni una tercera parte del dinero. Estamos por propia voluntad, nadie nos financia. Las mismas personas nos ayudan. Lo que nos quitaban era muchísimo. A su gente le pagan del dinero de nosotros. Según las nóminas que tenemos a un puntero le pagaban tres mil pesos, hay otros sueldos de ocho mil y hasta 12 mil pesos.”
Arturo pone un plazo de tres meses para que termine el conflicto. Si el gobierno pone el 100 por ciento de su parte en coordinación con la ciudadanía, no duda de que desterrarán de Michoacán a Los Caballeros Templarios. Arturo está demasiado cansado para creer en la verdad oficial, no quiere que lo duerman.
El campesino Vicente
Vicente presume el cuerno de chivo que confiscaron a los Caballeros Templarios. Los mafiosos huyeron y dejaron tres AK-47, un R-15 y una Mini-14. El rancho La Huerta está a 10 minutos de Apatzingán, es un pueblo diminuto donde vivían los delincuentes y que se encuentra parcialmente dividido. Muchas familias por convicción o por miedo apoyan a ese cártel. Pero guardan silencio porque es la mejor forma de que el tiempo pase.
Otros habitantes de La Huerta, como Vicente, prefieren tomar las armas para estar libres de extorsiones y actos violentos. Él tiene 24 años y es campesino. Siembra arroz, sorgo, mango y limón. Los Caballeros dictaban qué días se trabajaba la tierra o hasta nuevo aviso. Si la orden no era cumplida propinaban golpizas o simplemente mataban.
Mientras platico con varios autodefensas, en su mayoría jóvenes, un grupo pequeño de señoras ofrece comida y bebidas. Los camiones de transporte público se detienen en la barricada para revisiones de rutina. No pueden dormir por las amenazas y rumores de que los Templarios vendrán a matarlos. No hay descanso en este lugar apartado de todo.
“Creo que todos tenemos miedo, pero estamos peleando para no vivir arrodillados.”
Aquí las autodefensas ven con alivio la entrada de militares y federales a Apatzingán, pero advierten que no dejarán las armas hasta que capturen a los cabecillas. Esperan que el apoyo siga y no sea un acto mediático. La gente está enfadada de tanta injusticia. Por eso, poco a poco el pueblo está jalando parejo y se convence más de que la única forma de vivir sin temor es expulsar a los Caballeros.
“Ellos aquí andan rondando, están cerquita. Todo lo que pasó en Apatzingán, los autos y negocios quemados fue autoría de ellos porque saben que los están golpeando. Nosotros estamos en riesgo, pero hay que seguirle. Quiero ser libre y trabajar. Antes el pueblo estaba a las órdenes de ellos.”
El teatro
La institucionalización de las autodefensas es puro teatro, nadie se va a desarmar, declaró José Manuel Mireles, el llamado líder de las autodefensas de Tepalcatepec, al diario El País.
“En Michoacán no necesitamos teatros para que se recupere la paz, necesitamos hechos reales, como la intervención en el puerto de Lázaro Cárdenas, eso sí nos dejó asombrados.”
Mientras el presidente Enrique Peña Nieto anunciaba una inversión anual para Michoacán de 45 mil millones de pesos, los autodefensas de La Huerta decomisaban una casa con alberca de un jefe Templario, El Monster. El jefe de la zona mejor huyó ante la presencia de los azules.
Ramón no estaba tan convencido del movimiento de las autodefensas, hasta que llegó Estanislao Beltrás, Papá Pitufo, y explicó que las armas eran para terminar con la corrupción y extorsiones de los Caballeros. Pensaba que detrás del movimiento estaba otro cártel del narcotráfico, “esto nada más es un cambio de nombre”.
La injusticia contra su familia fue más poderosa que sus dudas. Sus padres cuentan con tierras de cultivo y ganado, pero eran explotadas por los mafiosos que exigían cuota por cada caja de fruta y las reses se tenían que vender más baratas a una persona que imponían.
“Estamos cansados de tantas injusticias en contra de la sociedad. Lo que está pasando nos perjudica en el rancho. Por eso decidí apoyar, por mi familia, dije ‘pues vamos a echarle ganas’. Ahorita no estoy trabajando, estoy apoyando al 100 por ciento a los compañeros.”
Ramón tiene 43 años y es soldador. Tiene miedo de alguna represalia en contra de su esposa e hijos. Mañana tiene que bajar a Apatzingán a pagar la colegiatura de la prepa del mayor y no se quita la paranoia de encima. Las noches son largas cuando le toca estar de guardia en las barricadas. Fuma y toma café para no quedarse dormido. Hace más de un mes el rancho sufría desabasto de alimentos, las familias tuvieron que hacer compras de pánico para sobrevivir unos días. La incertidumbre provocó que la gente no saliera de sus casas.
“Cuando se va uniendo la gente todo es fácil. Estas armas son de los Templarios, ya no oponen resistencia. Esto se va a resolver pronto, una vez tomando Apatzingán, ya la hicimos, es lo único que les queda.”