Adriana Cortés Koloffon

Coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, María Teresa Uriarte Castañeda, doctora en Historia del arte, es autora de Historia y arte de la Baja California y Arte y arqueología en el altiplano central de México, ambos publicados por la UNAM, este último en coedición con Siglo XXI Editores, y coordinó los dos tomos de La pintura mural en México: Cacaxtla (UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas). La investigadora, quien fuera directora del Instituto de Investigaciones Estéticas, explora en esta entrevista la estética del arte prehispánico.

—¿Qué se propuso al escribir Arte y arqueología en el altiplano central de México?
—Sobre todo, rescatar la obra de arte porque siempre es vista como restos arqueológicos, curiosidad antropológica, restos materiales. Para los arqueólogos como una evidencia que existió, pero los seres humanos desde los neandertales siempre hemos buscado armonía, simetría, las leyes que configuran la obra de arte. Uno de los mejores elogios que me han hecho es que en la reunión nacional de cultura en Querétaro (2013) un señor me preguntó: “¿Usted es María Teresa Uriarte? ¿La que escribió un libro sobre Baja California?”. Me dijo: “Le quiero decir que nosotros nos hemos fusilado su libro Pintura rupestre en Baja California porque todos los niños de Baja California copian los dibujos de su tesis para colorearlos”. Yo le dije: “Síganlo copiando las veces que quieran. No sabe qué feliz me hace pensar que mi trabajo contribuyó en algo a que los niños de Baja California valoren su legado artístico e histórico”. ¿Por qué les llama la atención? Porque es bello, nos dice algo como seres humanos. No somos nada más arqueología, no somos nada más antropología. También percibimos y buscamos la belleza.
—En su libro habla acerca de la experiencia estética al percibir una obra de arte en otras culturas del mundo antiguo, no sólo la de nuestro altiplano central.
—El cerebro del hombre no ha cambiado. Sólo tenemos más información tecnológica que los cromañones. ¿Evolución? Me gustaría verla. ¿Dónde están los seres evolucionados si en Michoacán y en Egipto ya estamos viendo lo que estamos viendo.
—¿El arte nos lleva a la reflexión a través de la percepción de la belleza?
—Soy una convencida de que a través del arte, de su enseñanza y manifestaciones, podemos hacer que el hombre cambie, no tecnológicamente —no porque tenga algo en contra de la tecnología, me encanta que podamos comunicarnos como nunca antes en la historia de la humanidad—; pero no podemos pensar que somos avanzados porque tenemos avances tecnológicos. La evolución del ser humano está en otra área que no es la de la información ni la del conocimiento tecnológico ni la que está en los medios masivos de comunicación.
—Su libro Arte y arqueología en el altiplano central de México designado por el crítico Sergio González Rodríguez como uno de los mejores del año en la categoría de ensayo sobre historia del arte es un libro bello como objeto. ¿Cómo lo concibió?
—Decidí que el Sistema Nacional de Investigadores me valorara mejor. Para eso quise publicar dos libros que tenía cocinándose: el que menciona y el de Baja California. El tercero es sobre los murales de Cacaxtla, que yo coordiné.
—¿Su trabajo sobre la pintura rupestre de la Baja California fue en su tiempo (1981) de los primeros realizados profesionalmente en México?
—Nunca dejó de saberse que había pintura rupestre en la Península desde que Miguel del Barco reporta su existencia. Stanley Gardner, el escritor de novelas de Perry Mason, organiza una excursión para conocer la Península con helicópteros. Harry Crosby, autor de dos libros que se llaman El Camino Real en Baja California y Pintura rupestre, a quien le tengo un profundo cariño y agradecimiento porque puso a mi alcance todo su material fotográfico (la mayoría de las fotografías que están en mi libro son de él) hizo un recorrido de cabo a rabo por la Península de Baja California. Él hace una labor exhaustiva de registro de la Península y yo la completo porque él no tenía todo lo que había en el norte, yo sí. Yo incluyo todos los sitios donde hay reportados petroglifos y pintura rupestre de la Península. Traté de consultar lo más reciente de publicaciones sobre lo que existe de Baja California. Ese es el valor: que haya un registro. Pase lo que pase con la pintura mural de Cacaxtla o con la pintura rupestre de Baja California ya está registrado.
—¿Qué piensa cuando observa un mural en Cacaxtla?
—Trato de imaginarme qué pensó el que lo estaba haciendo, trato de ponerme siempre en ese momento porque la pintura juega con el tiempo. Conlleva muchos tiempos: el de la ejecución y el de lo que está pintado en ese momento. Pienso en el esfuerzo técnico del pintor, el mito, la leyenda, la historia como nosotros la concebimos o como él la concebía y sus conocimientos técnicos para hacer que eso reflejara una pintura. Ese es el reto que me plantea ver casi cualquier obra de arte.
—Los códices son también una fuente invaluable de información.
—El ser humano siente primero la necesidad de plasmar lo que ve. Nuestros sentidos nos igualan con los primates y algunos animales. El proceso de abstracción del cerebro, de la percepción y del conocimiento humano para convertir la imagen en palabra es fascinante. En Mesoamérica imagen y texto están estrechamente vinculados y en Baja California no hay textos pero la imagen nos refiere a una realidad distinta. El proceso de la escritura es fascinante.