Reformular su plataforma ideológica y su actuación política

Mireille Roccatti

En todo el mundo, en las últimas décadas, las izquierdas han tenido que reformular su plataforma ideológica y su actuación política, más aún a partir del derrumbe del mundo socialista. En nuestro país, sin regresar tanto al pasado cabe señalar que el registro como partido político que obtuviera el viejo Partido Comunista con motivo de  la reforma del año de 1977,  ideada e instrumentada por ese grande de la política que fuera don Jesus Reyes Heroles, es la que actualmente tiene el PRD.

Lejano ya en el tiempo parece la constitución del partido del Sol Azteca que surge del frente democrático integrado con la corriente democrática escindida del PRI en 1988 y otras agrupaciones como el PARM, el PSUM, el Partido Mexicano de los Trabajadores, entre otros. Su devenir y actuación en este tiempo ha tenido sus altibajos, y debe reconocerse que además de obtener una gran cantidad de puestos de elección popular en ambas cámaras ha gobernado diversas entidades federativas y ciudades importantes y sin duda el gobierno del Distrito Federal, que conquistó por primera vez en 1997, constituye la joya de la corona, de los gobiernos perredistas.

También es una verdad aceptada que la actuación en el ejercicio del poder ha sido disímbola y tampoco ha escapado a corruptelas y abusos en el ejercicio del poder, sin que esta aseveración implique que tiene la culpa el instituto político. El poder lo ejercen los hombres y la naturaleza de la condición humana siempre emerge.

El caso es que después de dos ocasiones constitutivas en 2006 y 2012, la alianza de las izquierdas —cualquier cosa que eso signifique— ha arañado la Presidencia, en campañas encabezadas por Andrés Manuel López Obrador y que hoy día, su presencia, peso específico e influencia en la política nacional nadie la puede desdeñar.

Lo interesante es la coyuntura en que se encuentra y los observadores del acontecer nacional presenciamos por un lado el siempre presente canibalismo interno entre las facciones y por otro una pérdida de rumbo e identidad, en el cual la ideología, los principios, valores y convicciones, se abandonan por mantener o alcanzar prebendas y canonjías.

En el caso del PRD, cabe mencionar que en el tiempo transcurrido, únicamente ha tenido dos candidatos presidenciales: Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador, ambos expriistas y asimismo, en el liderazgo del partido han predominado también los de origen tricolor. Lo que aunado a que las candidaturas a los puestos de representación popular una y otra vez en las décadas transcurridas recaen en las mismas tribus, lo que los tiene en una posición desgasta y con una enorme pérdida de credibilidad.

Y no se diga de las camarillas que se han adueñado del actual Movimiento Ciudadano o del Partido del Trabajo, organizaciones que han recurrido a las alianzas electorales con el PRD para mantener el registro y siempre sus candidatos son los mismos.

Hoy el tema es la sucesión interna del PRD, de suya siempre conflictiva y que cuando los procesos de renovación de la dirigencia se realizan en  elecciones internas se hacen fraudes entre ellos, baste recordar que la actual dirigencia lo es por decisión del Tribunal Federal Electoral. Y lo que se percibe es que nuevamente la renovación de la dirección del partido desembocará en conflicto.

A lo anterior, hay que agregarle que López Obrador, al constituir Morena como partido, digan lo digan, generará una migración masiva al nuevo partido y la votación se dispersará entre todas las fuerzas de izquierdas.

La división del voto en la ciudad de México es el tema principal, si no es en 2015, será en 2018 que posiblemente pierdan el Distrito Federal.

Y en el PRD, lo único que se le ocurre es desenterrar a su primer tlatoani, que araña las ocho décadas de vida. Y ese es otro gran déficit de las izquierdas: ¿dónde están los nuevos cuadros?  El paño da para más, pero el espacio es reducido.