Unos proponen, otros exigen
Una Constitución no puede por
sí misma hacer feliz a un pueblo.
Una mala sí puede hacerlo infeliz.
Guy Carcassonne
José Fonseca
Se han cumplido 97 años de la promulgación de la Constitución. Y, como cada año, se dejan escuchar las voces de quienes a veces proponen, otras exigen, que los mexicanos tenemos que darnos una nueva Constitución.
Quizás, en esta época de tantas reformas constitucionales, esas voces serán más estridentes.
Unos quieren una nueva Constitución porque, siendo constitucionalistas, quieren llevarse la gloria de ser constituyentes.
Muchos, en realidad, usan la propuesta como instrumento de agitación política.
Los argumentos son los mismos de hace varios años. La Constitución de 1917 ha sufrido muchas modificaciones, demasiados cambios, “parches”, dicen peyorativamente.
No deberían sorprender esos cambios. Quien esto escribe piensa que la Constitución de 1917 fue el acuerdo social y político adecuado al México de entonces. México ha cambiado, luego la Constitución ha debido adecuarse a la evolución de la Nación.
Uno de los argumentos más socorridos de los aspirantes a constitucionalistas es compararla con la de Estados Unidos, la cual prácticamente no ha sufrido cambios en más de dos siglos.
Es un argumento falaz, porque, a diferencia de México, los norteamericanos decidieron que las adaptaciones de su carta fundamental a la evolución de su nación no fuera cambiando el texto constitucional, sino mediante jurisprudencia de su Suprema Corte de Justicia.
Por eso ahora el voto es universal en Estados Unidos, por una decisión de la Suprema Corte. Hace dos siglos sólo tenían el derecho de voto quienes eran propietarios. Hace dos siglos, al redactarse la Constitución de Estados Unidos, la esclavitud era legal, por pragmatismo político. Cuatro generaciones después fue abolida, pero sólo subsecuentes generaciones se han esforzado, mediante decisiones de la Suprema Corte, en hacer realidad la igualdad entre los ciudadanos norteamericanos.
Ésa es la gran diferencia. La realidad cambiante es enfrentada mediante decisiones de los jueces de la Corte Suprema. Aquí, la realidad cambiante se ha enfrentado con cambios al texto constitucional.
Personalmente, pensamos que la propuesta de una nueva Constitución es un despropósito. Al incorporarse a la discusión personajes como René Bejarano, sólo lleva la discusión a niveles fársicos.
jfonseca@cafepolitico.com
