Programas de integración social
La justicia te proporcionará paz,
y también trabajos.
Ramón Llull
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
El Programa para la Integración a la Economía Formal de los Comerciantes al Interior del STC-Metro es una acción del gobierno de la ciudad que se nutre de las experiencias obtenidas a través de los programas de reordenamiento del comercio informal tanto en el Centro Histórico como en el atrio de la Basílica de Guadalupe, así como en algunas otras áreas de la metrópoli.
Estas acciones de gobierno tienen su origen en diversas fórmulas gubernamentales creadas para normar el uso de los espacios públicos para fines comerciales, uso violentado por la práctica del ambulantaje importada por los conquistadores, costumbre que provocó la desacralización de la pochtecayotl o arte de traficar —como lo definió Sahagún— de los pueblos originarios, cuyo principio rector asombró a Bernal Díaz del Castillo en Tlatelolco, destacando el “orden y concierto” que reinaba en su gran tianguis, contrastante actividad a la reproducida por los peninsulares en la traza de la ciudad novohispana.
La represión como instrumento de orden en la actividad comercial en vía pública ha demostrado históricamente su ineficacia, ello obligó a los gobiernos de la ciudad del siglo XX a concebir programas integrales que garanticen la inserción en la economía formal de quienes recurren al ambulantaje como última opción de subsistencia, facilitando su capacitación y organización bajo esquemas lícitos y funcionales como las cooperativas, y su integración a plazas y corredores comerciales como protagonistas de una política de justicia social.
El programa diseñado para los dos mil quinientos vagoneros que hicieron de las instalaciones del Metro de la ciudad su espacio de subsistencia es una atinada decisión del Gobierno que fortalece la gobernanza al promover un desarrollo social, económico e institucional que responde asertivamente a la queja ciudadana sobre el comercio informal en el Metro, y propicia la inserción de esos comerciantes ambulantes al desarrollo económico formal de la ciudad.
Quienes descalifican este programa son quienes rehúyen sus responsabilidades como operadores o beneficiarios de una política neoliberal que subsume a un alto porcentaje de la población —fundamentalmente a los jóvenes y mujeres jefas de familia— en la informalidad como única forma de subsistencia en una sociedad mezquina que les niega el acceso a sus derechos básicos; negación provocada por la concentración de la riqueza, el abandono de las políticas sociales y la adopción de un régimen laboral cada vez más alejado de la impronta social legada por los constituyentes de 1917.
Parafraseando al filósofo mallorquín, Ramón Llull, para la administración capitalina queda perfectamente claro que los programas de integración social son expresiones patentes de un gobierno que entiende que, a pesar de las críticas y los trabajos que implique, sólo la justicia social garantiza la paz que exige nuestra ciudad.
