Garantía de transmisión de la lengua materna hacia sus hijos

La lengua no tiene ni puede tener otro autor

que el pueblo, de quien es aliento y semblante.

Antonio Maura

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

La capitalidad lingüística de la ciudad de México se remonta a su desarrollo como centro del Cem Anáhuac, ese anillo acuático y cósmico en cuyo ombligo se originó una de las civilizaciones más expansiva y extensiva de Mesoamérica.

Esa centralidad propició el encuentro de todas las voces, es decir, de todas las lenguas que se escuchaban en el amplio territorio de influencia de una cultura teocrático-militarista que permitió ubicar México-Tenochtitlan como centro del imaginario colectivo de los pueblos originarios de estas tierras, que fueron abatidos por una tecnología y una táctica de guerra desconocidas para ellos.

Casi quinientos años han transcurrido desde aquel aciago agosto de 1521 en el que el joven Tlatoani, el Señor de la voz, fue aprehendido en parajes de Tepito; cinco largas centurias de imposición del castilla como lengua integradora de un vasto imperio que aplicó —como hicieron en su tiempo los romanos— el poder del lenguaje como sutil herramienta de avasallamiento intelectual.

Y en ese largo transcurrir de tiempos idos, de ataduras de años sufridos por los pueblos originarios, tanto México-Tenochtitlán ha subsistido, como lo han hecho las lenguas que la poblaron en sus momentos de gloria y en los de postración.

Pese a la arraigada costumbre de despreciar la dinámica presencia de los pueblos originarios en una metrópoli de casi 20 millones de habitantes, en la ciudad de México viven e interactúan 438 mil personas que se reconocen como integrantes de alguna de las culturas originarias del país, y de ellas sólo 130 mil hablan su lengua materna, reconfirmando en este grupo que son las mujeres quienes sostienen la vigencia de sus lenguas, actitud que garantiza la transmisión de la lengua materna hacia sus hijos.

Visibilizar su presencia y exigir el respeto a sus derechos, son objetivos compartidos por grupos involucrados en la defensa de los derechos humanos y por instituciones, como el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (Copred),  que el pasado 21 de febrero impulsó la propuesta del poeta náhuatl Mardonio Carballo, de obsequiar a los usuarios del Metro, de trolebuses y tren ligero,  5 poemas en lengua materna  para conmemorar el Día Internacional de la Lengua Materna, lo que permitió recordar a los capitalinos la vigencia de esas voces  y de esas lenguas originarias que enriquecen nuestro patrimonio cultural.

En su correcto contexto lingüístico, cuando don Antonio Maura en octubre de 1914 defendió ante los miembros de la Real Academia de la Lengua Española la autoría popular del lenguaje, el avezado político reivindicó en su fuero interno el valor de su lengua materna —que era el mallorquín—, a la cual tuvo que renunciar ante el avasallamiento del castellano como lengua oficial del reino, a fin de poder acceder al cargo con el que fue reconocido por la discriminatoria sociedad en la que le tocó vivir.