Carlos E. Urdiales Villaseñor
Tras el impacto inicial de la noticia comenzó el acomodo de los benefactores, directos, indirectos, colaterales e imaginarios de la caída de Joaquín Guzmán.
Primero el gobierno federal que mostró rasgos diferenciados a las formas y modos de sus antecesores. No hubo show a lo García Luna. La firma Polo Ralph Lauren perdió presencia de marca sin las playeras con números inversamente proporcionales a la discreción y mesura.
No hubo Chapo para deleite y camorra de gráficos, cámaras y blogueros amigos del Instagram. Más sobrios sí, pero nadie en su juicio dejaría pasar de largo la oportunidad para mostrar eficiencia, coordinación, inteligencia y más. Y este equipo de gobierno está en su juicio.
Los medios de comunicación con las ansias de ser los primeros de los primeros en confirmar la especie nacida de un despacho de AP, citando fuentes mexicanas que pedían el anonimato pero que dejaban cada vez más en la posibilidad de confirmar lo que otros medios extranjeros comenzaban a corroborar… Hasta que un tuit del presidente Peña Nieto acabó con el vértigo y dijo que sí, que el Chapo era el Chapo.
Los políticos panistas, de Calderón a Fox y de ahí para abajo, para felicitar, reconocer y voltear a otro lado cuando el imaginario colectivo preguntará con natural insidia, ¿por qué estos sí pudieron y los otros no? Guerras aparte, los profesionales de la política de sello conservador aplaudieron desde la incomodidad de ver que otro capitalizó la senda andada.
Los priistas se crecen y aprovechan para destacar lo que la coordinación, inteligencia, cooperación y demás virtudes inherentes a la eficiencia que cumple lo que promete, y hasta lo que no.
Los perredistas para apuntar, siempre con agudeza, que el problema del narco y la violencia no se terminan con la caída del Chapo. Al moreno Andrés Manuel López Obrador para apuntar que los verdaderos capos son de cuello blanco, que son la mafia en el poder, que son los oligarcas que saquean nuestro petróleo, riquezas varias y pobrezas eternas, que lo del capo es de risa, que es un párvulo frente a los otros que él, el demócrata, sí combate a diario cual moderno Quijote.
A los estadounidenses para cantarnos su colaboración, ayuda, soporte y cínica forma de aceptar que su alto consumo y poder de compra, más su deliberada permisividad, son causantes no menores de males mayores.
La caída del Chapo es la subida, efímera pero al fin ascenso, de muchos que no dejan pasar la oportunidad de hacerse visibles y algunos hasta risibles, con la convicción de ser indispensables.
@CarlosUrdiales

