Bernardo González Solano
Esa disyuntiva se tendría que dirimir el domingo 16 de marzo. Mientras tanto, el sábado 8 en Simferópol, capital de la República Autónoma de Crimea, pasa un grupo de simpatizantes de Moscú gritando: “Crimea para Rusia”. Minutos después llega otra manifestación coreando: “Crimea para Ucrania”. El ambiente está caldeado con motivo del referéndum convocado por las autoridades de Crimea para esa fecha cuando se decidirá si la península se reintegra a la órbita rusa o continuará dependiendo de Kiev como sucede desde 1954 por órdenes de Nikita Kruchov que decidió esa cesión territorial, cuando esa frontera no importaba demasiado porque Rusia y Ucrania formaban parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas y en esos momentos nadie pensaba que algún día desaparecería.
Aunque hay analistas pesimistas que indican que este enfrentamiento —en el que están inmiscuidos la Unión Europea y Estados Unidos de América— podría desembocar en un conflicto armado de consecuencias imprevisibles, el hijo del turbulento Nikita Kruchov, Serguei Nikitich Kruchov —de 60 años de edad, jubilado profesor de historia en la Unión Americana—, no cree que esta sea la mayor crisis en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, “pero podemos crearla y depende todo de la sabiduría de Occidente, porque Ucrania se encuentra en un momento de inestabilidad y de revolución”. Sin embargo, dijo: “Deben negociar, prefiero la reforma a la revolución…Lo que ha pasado en Siria puede suceder en Ucrania…y puede haber muchos muertos”.
De acuerdo al periódico The New York Times, la administración Obama “ha dado a entender” que ve “muy difícil” evitar que la región autónoma ucraniana de Crimea caiga en manos de Rusia si Occidente quiere salvar la independencia del resto del país. Asimismo, Ivo Daalder, primer embajador del presidente Obama ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (0TAN) y actualmente presidente de un think tank en Chicago, declaró al diario neoyorquino: “OK. Hemos perdido Crimea, pero el resto de Ucrania está con nosotros”. De hecho, se advierte un ambiente derrotista en la Casa Blanca, aunque el Tío Sam ha dicho que cuenta con una “amplia gama” de sanciones políticas y financieras contra Moscú si Valdimir Putin “va más lejos y se anexiona Crimea”. Tal parece que el mensaje de Washington es claro: si cae la península de Crimea “hay que salvar el resto y ahí no habrá concesiones”.
En una sesión extraordinaria a puerta cerrada y en secreto, el Parlamento de la República Autónoma de Crimea pidió el jueves 6 al presidente de Rusia, Vladimir Putin y a la Duma Estatal, que inicien los procedimientos para incorporar esta península de Ucrania a la Federación Rusa. Los legisladores crimeos adelantaron para el 16 de marzo la fecha del referéndum sobre el futuro de la península. Dos preguntas se harán en dicho referéndum: “¿Está usted por la unión de Crimea a Rusia con derechos de sujeto de la Federación Rusa?” y “¿Está usted por restablecer la validez de la Constitución de la República de Crimea de 1992 con el estatus de Crimea como parte de Ucrania?”.
Ese mismo día, el presidente Barack Hussein Obama rechazó la celebración del referéndum en Crimea, convocado unilateralmente por la república autónoma porque eso “violaría la Constitución de Ucrania y el derecho internacional”…”cualquier discusión sobre el futuro de Crimea debe incluir al gobierno de Ucrania”. Además, hizo mención de la orden que había firmado por la mañana de proceder a la congelación de bienes en Estados Unidos y la negativa o retirada de visados a funcionarios rusos o ucranianos que estén relacionados con la ruptura del orden constitucional en Crimea o en el resto de aquel país. Y el lunes 10, la canciller germana, Angela Merkel, en un comunicado, también descalificó el citado referéndum y lamentó la falta de progreso a la hora de formar un grupo internacional de contacto para encontrar una solución política a la crisis.
Putin, en una llamada telefónica que recibió de Washington, pidió al mandatario estadounidense “no sacrificar las relaciones bilaterales por discrepancias sobre determinados problemas internacionales por muy significativos que sean”. E hizo hincapié en la primordial importancia de las relaciones ruso-estadounidenses “para la seguridad y la estabilidad en el mundo”. El líder ruso manifestó a su contraparte que las actuales autoridades ucranianas llegaron al poder como resultado de un “golpe anticonstitucional”, que no tienen un mandato a nivel nacional e “imponen decisiones absolutamente ilegítimas a las regiones sureñas, surorientales de Ucrania y Crimea”. En estas circunstancias, “Rusia no puede desoír las peticiones de ayuda y actúa de manera adecuada y en plena conformidad con las normas del derecho internacional”. Como sea, la convocatoria al referéndum ha sido declarada ilegal por el gobierno de Kiev y por la comunidad internacional.
Al paso de los días —por fortuna sin que hasta el momento de redactar este reportaje se reporten muertos o heridos por enfrentamientos de soldados en Ucrania aunque sí la llegada de tropas, supuestamente rusas aunque sin uniformes y divisas que los identifiquen como tales—, los analistas coinciden en que no habrá un conflicto internacional por Ucrania. De momento, Vladimir Putin le ha ganado la partida a Occidente. ¿Por qué? Porque ahora la Unión Europea hace todo lo posible para no enfrentarse con el dirigente ruso, que es el que marca el paso en este asunto. Los contrarios solo están a la expectativa.
Sin embargo, los veintiocho miembros de la UE adoptaron la semana pasada las primeras medidas que castigan a Moscú por la invasión de Crimea, aunque con un alcance limitado. Se suspendió el acuerdo para eliminar la exigencia de visados entre ambos territorios así como el pacto que debía englobar todas las relaciones políticas y económicas entre Bruselas y el Kremlin. Un paso adelante, pero muy medroso, muy por detrás de lo decidido por la Casa Blanca, que anunció veto al visado a funcionarios y congelación de activos.
Hay demasiados intereses en juego y un conflicto mayor en aquella parte del mundo podría desembocar en la temida Tercera Guerra Mundial. La verdad es que el interés no es solo de la UE, de Estados Unidos y de la propia China —que hasta el momento no ha dicho esta boca es mía, agazapada como suele hacerlo en los últimos tiempos, pues cada quien cuida de sus intereses—, es que esa conflagración jamás ocurra. Esto no significa que no haya varias escaramuzas con un saldo bajo de víctimas mortales; las habrá y entonces Occidente tendría la oportunidad de reclamar al “sanguinario” oso ruso el abuso de su fuerza.
Por su parte, el políglota historiador Timothy Snyder (né 1969 en Ohio, EUA), doctor en Oxford y catedrático en Yale, especialista en Europa Central y Oriental —autor del exhaustivo libro Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin, editado en castellano por Galaxia Gutenberg, Barcelona—, declaró en una reciente entrevista: “Rusia ha invadido parte de Ucrania sin justificación alguna”…”Putin dice que se trata de un golpe de Estado…con el fin de justificar su invasión militar del país…(pero) el parlamento ucraniano proclamó que el presidente Yanukóvich no firmó el documento al que se había comprometido por el que entregaría el poder y huyó a Rusia; abandonó sus responsabilidades y la cámara siguió adelante con los protocolos previstos para estos casos y continuó con el proceso de reformas constitucionales. Fue un proceso confuso pero no un golpe de Estado”.
Dice Snyder que lo que pretende Putin no es recrear la desaparecida URSS, sino algo que llama Unión Euroasiática, en la que Ucrania tenía que sumarse a un gran bloque comercial junto a Rusia, Kazajstán y Bielorrusia (no de izquierda, sino una nueva criatura imperial con ideología claramente de derecha), como una suerte de rival de la UE. No obstante, ni la UE, ni Estados Unidos empezaron a tener algún tipo de política activa hacia Ucrania hasta muy tarde. Por ello, la oposición ucraniana se sintió traicionada por Washington y Bruselas y en especial por la UE. Pero no tenían opción. “No hay alternativa aquí. Las principales corrientes de la historia europea pasan a través de Ucrania a Rusia”.
A su vez, el tembleque “líder occidental”, Estados Unidos, apuesta por una política de valores, la política idealista de Barack Obama, pero el problema es que quiere imponer esos valores a bajo coste. En la propia Unión Americana hay muchas voces críticas contra lo que consideran una postura de debilidad del presidente. El senador John Mc Cain asegura que “Putin no respeta a Obama” y cree que el problema del mandatario es que traza líneas rojas que luego no hace respetar. Es lo mismo que le ocurrió en Siria. Hasta la famosa derechista Sarah Palin, dice algo muy parecido.
En este crítico contexto, Putin ha dejado claro que no cederá en su afán de controlar lo que considera parte indispensable del área natural de influencia de Rusia, algo que desde 2010 se registra en la Estrategia Nacional de Seguridad adoptada por el Kremlin. Firmeza casi inconcebible en el bloque occidental, en el que se necesitan infinidad de conversaciones hasta para aprobar un simple comunicado conjunto, en el que se impone, poco a poco, el pragmatismo alemán, que aboga por la negociación para desbloquear la situación. Merkel manifestó, desde el primer momento, su aversión a que el conflicto ucraniano termine fuera de los cauces diplomáticos. El conflicto todavía va para largo.

