Contratismo corrupto en Oceanografía
Mireille Roccatti
El escándalo de la semana ha sido el caso de Oceanografía, que brincó a la palestra mediática a partir de irregularidades en redescuentos bancarios sobre facturas de Pemex, algunas reales y otras apócrifas y, según afirma la PGR, un posible lavado de dinero. El fenómeno no es nuevo en nuestro México, la corrupción permea el accionar gubernamental desde la Nueva España.
Para no hacer un recuento hasta la Colonia, solo recordemos que en la posrevolución los generales sonorenses triunfantes se beneficiaron con predios en los distritos de riego a partir de las grandes obras de irrigación y posteriormente acapararon, acompañados de algunos políticos, los créditos de los bancos agrícolas, agropecuarios y ejidal, o como olvidar la fortuna aladinesca forjada en la industria azucarera.
Asimismo, es muy conocido como para evitar los alzamientos revolucionarios de los militares inconformes con el reparto del poder, se les otorgaron contratos para la construcción de carreteras, entre otros a candidatos perdedores a la presidencia de la república. El expresidente Emilio Portes Gil ilustraba lo que acontecía al expresar que cada sexenio arrojaba nuevas “comaladas” de millonarios.
La realización de obra pública se ha utilizado para obtener ganancias indebidas inflando costos, y hace décadas se recomendaba a quienes accedían al poder ponerse a construir para hacerse de recursos y avanzar en la escalera del poder.
Ahora bien, en el caso de Pemex es del dominio público que la asignación de contratos millonarios en dólares de manera irregular es una práctica inveterada que se utiliza para pagar favores u obtener recursos, para el retiro son ejemplos de las mil y una forma de corrupción que afectan la industria petrolera. El caso de los arrendamientos de barcos a Pemex, que es la actividad principal de Oceanografía, que le costó años de cárcel a un exdirector de la paraestatal que en un gesto de honor, no comprometió a las hermanas del expresidente en turno.
Esta dañina práctica que tanto lastima a la sociedad y ensucia la vida pública, tampoco se reduce a la industria petrolera, también está presente en CFE, por citar las dos más grandes empresas públicas de nuestro país y penosamente desde luego en todas las dependencias y entidades del sector público federal, y en abono a la verdad tampoco se escapan los gobiernos estatales y municipales. Los resultados de la revisión de la cuenta pública del 2012, así lo corroboran.
El amarillismo mediático desatado permea asimismo, del golpeteo político innegable. Una de las vertientes de la corrupción, ha sido utilizada para arreciar la violencia intrafamiliar al seno del partido blanquiazul para descalificar paradójicamente tanto a maderistas como a calderonistas. Otra ha sido la acusación facilona a la corrupción panista en los dos sexenios, lo cual sin duda es cierto y nadie niega, pero las practicas turbias en Pemex primero del gobierno de Fox y su consorte, así como posteriormente el de Calderón, no son el origen del fenómeno.
La sociedad exige y espera que en esta ocasión se investigue y se castigue la corrupción tanto de funcionarios como de empresarios. Para que exista la corrupción se requiere de dos partes, de unos dispuestos a corromper, y otros a recibir o exigir, y en esta historia la corrupción de nuestra iniciativa privada también tiene su capítulo especial, no en vano es prófugo de la justicia un magnate de la hotelería metido a la industria de la aviación, por solo citar un caso reciente.