Reforma energética, catastrófica e irresponsable jugada comercial
Raúl Jiménez Vázquez
Hace unos días, el senador republicano John McCain hizo fuertes declaraciones a propósito de las medidas adoptadas por el gobierno de Nicolás Maduro, en el sentido de que Estados Unidos “debe estar preparado con una fuerza militar para entrar y otorgar la paz en Venezuela y, sobre todo, garantizar y proteger el flujo petrolero hacia la Unión Americana, cuidando esos recursos estratégicos y velando por nuestros intereses globales”.
Lo anterior demuestra notoriamente que el control de los recursos naturales de carácter estratégico es un ingrediente de vital trascendencia para el diseño e instrumentación de políticas de Estado, ya que a través suyo se fortalece la seguridad energética, se amplían los márgenes de seguridad nacional y se facilita la defensa de la soberanía y la independencia nacional.
Por tal razón las autoridades norteamericanas rechazaron categóricamente la venta de la compañía Union Oil Company of California, Unocal, a la poderosa empresa de origen chino Cnooc, argumentando que ello daría paso a una amenaza para la seguridad nacional; con este ejemplo puede comprenderse porqué aproximadamente 90% de las reservas mundiales de hidrocarburos se hallan en manos de empresas estatales.
Pertrechados en esta misma lógica nacionalista, Venezuela en 2005 y Bolivia en 2006 retomaron el control de sus recursos petroleros. Lo propio hizo Argentina cuando en mayo de 2012 la presidenta del país austral expropió por causa de utilidad pública los títulos representativos de la participación accionaria de la española Repsol en la empresa local Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
La reforma energética es contraria a dicha corriente pues conllevó la entrega unilateral y gratuita del muy redituable mercado interno de petrolíferos y petroquímicos y la transferencia a inversionistas privados del poder de decisión sobre los recursos energéticos propiedad de la nación.
Empero, también acusa una grave falta del sentido de la oportunidad política que se hizo patente en la reciente Cumbre de Líderes de América del Norte. Efectivamente, al optar por la rendición incondicional y declinar la vía de la renegociación del capítulo VI del TLCAN “Energía y Petroquímica”, lo que pudo haber conducido a la obtención de fondos compensatorios y otros beneficios tangibles a cambio de la apertura del sector estratégico de los energéticos, México quedó totalmente indefenso y desarmado ante sus contrapartes, quienes centraron su atención en los acontecimientos de Ucrania y Venezuela y en las delicias gastronómicas del chorizo verde de Toluca, desdeñando las voces que desde el Palacio Legislativo de San Lázaro exigían la eliminación de la visa canadiense y la suscripción de un acuerdo protector de los migrantes mexicanos.
Así pues, además de una decisión opuesta a las mejores prácticas internacionales en materia de la preservación del interés nacional, la reforma energética significó la puesta en marcha de una catastrófica e irresponsable jugada comercial.
