Se lo agradecería la nación
Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas
Mark Twain
José Fonseca
Está en marcha el proceso mediante el cual los diputados elegirán a los miembros del Consejo General del novedoso Instituto Nacional Electoral (INE), creado por la reforma político-electoral que se aprobó a cambio de que el PAN respaldara la iniciativa de reforma energética.
Es una decisión trascendente, porque los consejeros del INE tendrán la facultad de intervenir en todos los procesos electorales: federales, estatales y municipales.
Muchos sectores de la opinión informada e ilustrada exigen que la elección de los nuevos consejeros no se haga con criterios partidistas, pues temen que eso comprometa la indispensable integridad de la nueva institución electoral.
Esa opinión apoya su exigencia en la premisa de que cuando se cumplen cuotas partidistas en la elección de la autoridad electoral se compromete la limpieza de las elecciones.
Quizá tengan razón. Sin embargo, no pueden olvidar que el idealizado Consejo General del IFE que encabezó José Woldenberg fue el resultado de intensas y arduas negociaciones entre los partidos políticos, los cuales decidieron quiénes serían consejeros y, por corrección política coyuntural, acordaron que Woldenberg, con sus raíces ideológicas en la izquierda, fuera el consejero presidente del IFE.
Muchas circunstancias contribuyeron a que aquel Consejo General, de 1997 a 2003, fuera factor de confianza, porque se dio la alternancia en la Presidencia de la República en 2000, pero también porque a la hora de las decisiones difíciles —y las hubo—, aquellos consejeros antepusieron su personal integridad a los compromisos partidistas o ideológicos.
Es posible que a los diputados, más que preocuparles la preparación académica, los conocimientos de la ley electoral y la experiencia de los candidatos que están enlistados para ser examinados y votados para ser consejeros electorales, debería preocuparles algo más simple, pero también más difícil de examinar.
Más que presuntas alineaciones partidistas, a los diputados y a la opinión informada e ilustrada debiera preocuparles si cada uno de los candidatos a consejeros del INE ha dado pruebas de integridad personal.
La integridad personal obliga a una persona a hacer lo correcto, no sólo lo conveniente. La integridad personal se refleja en la honradez intelectual para cumplir con el juramento que harán de cumplir la Constitución y sus leyes. La integridad personal hace que una persona conserve el respeto a sí mismo, pues quien pierde eso, es irrescatable.
La integridad personal y la honestidad intelectual pueden ser las virtudes que deban buscar los diputados en los futuros consejeros. Se lo agradecería la nación.
jfonseca@cafepolitico.com
