La violencia verbal se esparce como fuego en pradera seca
No hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió.
Joaquín Sabina
José Fonseca
Al recordar el asesinato de Luis Donaldo Colosio, por cumplirse 20 años del magnicidio, se han multiplicado las reseñas, los reportajes, las disparatadas versiones de las leyendas urbanas, pero ha estado ausente la valoración de las lecciones que dejó aquel crimen.
Hemos visto también estériles ejercicios de lo que hubiera ocurrido en México si a Colosio no lo hubiera asesinado Mario Aburto.
Unos lo han hecho con el perverso propósito de poner en duda que el sonorense hubiera logrado una transformación del sistema político, en aquel entonces todavía de partido hegemónico.
Otros con el nostálgico objetivo de recrear lo que pudo ser. Es válido recordar, pero no añorar, porque la añoranza no es recuerdo, la añoranza es extrañar. Y ése es un ejercicio que no sirve a nadie. Vamos, ni siquiera sirve para enaltecer la figura de Colosio.
Debe insistirse mejor en sacar lecciones de aquellas trágicas experiencias de 1994. No todos parecen dispuestos a hacerlo. Prueba de ello es la violencia verbal que siembra el encono, que divide a los ciudadanos y promueve el rencor social.
En aquellos momentos trágicos de 1994, escribió Octavio Paz: “La violencia verbal no es inofensiva. De la violencia verbal se pasa fácilmente a la violencia física”. Hacía referencia a la violencia verbal que como fuego en una seca pradera se esparcía a lo largo y lo ancho de la sociedad mexicana.
Con la coartada de la política democrática y plural, la gran mayoría de los actores políticos, cada uno por sus personales y facciosas razones, continúan empleando la violencia verbal como recurso en la competencia electoral, en el debate público y en las discusiones legislativas.
Cada uno de los que han hablado y escrito sobre el crimen contra Luis Donaldo Colosio tiene sus respetables razones para hacerlo. Sin embargo, ninguno ha dicho o escrito que debe moderarse la violencia verbal, porque puede conducir a la violencia física.
Eso, al final del día, sólo muestra que, para algunos, la violencia verbal es liberal, democrática y plural, sin importar sus consecuencias.
Es paradójico que las elites mantengan ese punto de vista, ignorando intencionalmente la idiosincrasia nacional. Y luego se asustan.
jfonseca@cafepolitico.com
