Donde transitó su vida y entregó su obra

 

Somos un solo tallo con dos flores gemelas.

Octavio Paz

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

El centenario del nacimiento de nuestro Nobel de literatura, el poeta y ensayista Octavio Paz, mueve a la recuperación de los barrios por los que transitó la infancia, la adolescencia y la madurez de ese hombre sensible y generoso que se entregó al mundo a través de su extraordinaria obra.

La infancia de Paz obliga a recuperar la imagen del pueblo de Mixcoac y la casa de su abuelo Irineo, aquél que dejaba el mantel “oliendo a pólvora” al relatar sus hazañas a favor de la república juarista.

Mixcoac fue para el poeta el lugar en el que “una tarde al salir corriendo del Colegio…” conociera “el entusiasmo y tal vez la poesía”; confesión que remite al momento en el que aquel poeta-niño encontró la musicalidad de la palabra y la métrica del verso.

En tal confidencia, Paz se refiere tal vez al colegio Williams, institución educativa a la que fue enviado a estudiar por algún tiempo, vecina a aquel otro colegio, el Madrid, cuyo extenso solar y recia construcción —hoy ocupado por la estación del Metro Mixcoac— albergó  a partir de un 21 de junio de 1941 a los niños de la emigración republicana española, causa libertaria asumida por Paz en 1936.

En dicha casona el también poeta y cineasta republicano Jomi García Ascot filmó una película de culto, El balcón vacío.

A su regreso a la ciudad, tras su digna renuncia al cargo de embajador de México en la India, el poeta fijó su residencia en el mezzanine del edificio construido por el arquitecto Mario Pani en la confluencia de Paseo de la Reforma y Río Guadalquivir, en la colonia Cuauhtémoc, departamento que un voraz incendio afectó en diciembre de 1996, siniestro que causó al ensayista un profundo dolor y depresión al perder la mayor parte de su biblioteca y a una veintena de sus adorados gatos.

La ciudad apoyó a Octavio Paz y a su esposa, Marie-Jo Tramini, brindándoles la Casa Alvarado, ubicada en la calle de Francisco Sosa en Coyoacán, lugar en el que el 19 de abril de 1998 falleciera el poeta.

La vida de Octavio Paz en los barrios que tanto disfrutó es,  junto a sus extraordinarios poemas, disertaciones, ensayos y obras, un legado extraordinario que, a propósito del centenario de su natalicio, hoy quisimos rescatar.

Vaya pues este sincero homenaje a un hombre generoso que, siendo quien esto escribe un inexperto reportero, me entregó su paciencia y bonhomía en el aeropuerto de Son San Joan, de la isla de Mallorca, un verano de 1987; entrevista en la que hablamos animadamente sobre Mixcoac, el centro, las colonias aledañas al Paseo de la Reforma, El laberinto de la soledad, la tragedia de Tlatelolco, de los Poemas del alma, y del sueño aspiracional del poeta, expresado en el “Cántaro roto” donde nos invita a “soñar con las manos, para echar abajo las paredes entre el hombre y el hombre, / juntar de nuevo lo que fue separado, / vida y muerte no son mundos contrarios somos / un solo tallo con dos flores gemelas”.