RETRATO HABLADO
Falleció el maestro a la edad de 91 años
Roberto García Bonilla
En la mitología griega, Hiperión representa al que aparece antes del sol. Más tarde representa al dios de la observación en la literatura griega; fue el primero en comprender a su observación y a su atención diligente.
Hiperión es uno de los grupos más representativos de la cultura mexicana a mediados del siglo pasado; su guía inicial fue José Gaos.
El grupo se propuso comprender la historia y la cultura nacionales con categorías filosóficas propias. Nació en 1948 y lo conformaron Leopoldo Zea, quien fue su maestro, y se integraron luego los estudiantes de filosofía Emilio Uranga, Jorge Portilla, Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez Macgregor, Salvador Reyes Nevares y Luis Villoro, quien falleció el pasado 5 de marzo a los 91 años, uno de los académicos y estudiosos de la filosofía y de la cultura mexicana más connotados en la segunda parte del siglo XX, además de haber ejercido cargos en la academia dentro y fuera de nuestro país. Como diplomático, fue representante de México en la UNESCO. Asimismo, fue miembro de El Colegio Nacional y director de la Revista de la Universidad de México.
Una de las obras de Luis Villoro, gestada en Hiperión, fue la reflexión de su grupo Los grandes momentos del indigenismo en México (1950), que indaga sobre el ser del indio que se manifiesta a la conciencia mexicana; asimismo se pregunta cuáles son los caracteres de la conciencia que revela el ser del indio. En necesario reconocer las distintas concepciones que se han tenido del indio a lo largo de la historia; lo que del indio han concebido españoles, criollos y mestizos.
Villoro observa el enfoque idealista de su trabajo: “El indigenismo se presenta como un proceso histórico en la conciencia, en el cual indígena es comprendido y juzgado (‘revelado’) por el no indígena (la ‘instancia relevante’). Ese proceso es manifestación de otro que se da en la realidad social, en la cual el indígena es dominado y explotado por el no indígena”.
Las concepciones indigenistas
Villoro describe la historia y superación de una conciencia falsa de indio, no el sentido de que no se hubiese visto con claridad la realidad del indígena, sino en el sentido de que se interpretaba cuanto se veía con premisas conceptuales que deformaban la realidad. Con las concepciones indigenistas —señala el filósofo— aparece la misma que con la ideología: la paradoja de aprehender la realidad e interpretarla con un aparato conceptual particular y de ese modo se le disfraza. En ese sentido las concepciones indigenistas sufren una alteración: “describen una realidad parcialmente verdadera, conceptos que la distorsionan. No nos comunican, pues, una historia imaginaria, sino una historia real pero disfrazada” (Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, SEP, 1987, 2ª ed.).
El estudioso revela los llamados aparatos conceptuales y las creencias básicas que dieron lugar a esos disfraces. Su cometido fue mostrar esa “historia del encubrimiento ideológico y de su descubrimiento ideológico y de su descubrimiento final”. El libro se divide en tres momentos; el primero es Lo indígena manifestado por la providencia (Hernán Cortés, Fray Bernardino de Sahagún, Perfil sobrenatural y natural de América. El indígena como elemento trágico); en el segundo se aborda Lo indígena manifestado por la razón universal (Francisco Javier Clavijero, Lo indígena como realidad específica que me libera de la “instancia ajena” —primer aspecto—. Fray Servando Teresa de Mier, Lo indígena como realidad específica que me libera de la “instancia” ajena —segundo aspecto—. Manuel Orozco y Berra, Lo indígena como cosa-objeto que determino). El tercer momento se titula Lo indígena manifestado por la acción y el amor (Precursores del indigenismo actual. El indigenismo como el otro por quien me reconozco. El indigenismo actual).
Rasgos y etapas del pensamiento indigenista
A lo largo de la investigación, la dialéctica se expresa a través de dos parejas de conceptos, señala Villoro: “ser ante sí” y “ser ante la historia”; a la primera le corresponde el “yo” y el “otro” a la segunda. “La primera pareja traduce la contraposición entre un pueblo considerado como sujeto libre de su propia historia y cultura, y el mismo pueblo como dominado y enajenado por otro sujeto histórico”. Más que proponerse una historia completa del pensamiento indigenista —“no hubiera podido hacerlo”, anotó sus autor— describió pasajes particulares de sus principales etapas, así como los rasgos que las caracterizaron.
Hernán Cortés, naturalmente, representa la concepción del conquistador y Sahagún al misionero; él, como sus contemporáneos, oscilan sobre las mismas ideas. Es cierto, hay diferencias de visión entre los clérigos y evangelizadores. El primer momento corresponde a la cosmogonía religiosa que el imperio español exportó al Nuevo Mundo; el segundo al racionalismo, y el tercero a una nueva dirección y horizontes de la historia social que desemboca en el estudio del indigenismo de hace medio siglo.
Una realidad de doble fondo
Entonces, señala Villoro entre sus conclusiones, el ser indígena aparece como una realidad de doble fondo; ya no es objeto puro, “facticidad simple”, aunque tampoco es “trascendencia reconocida”: “Es objeto fáctico a la vez que capacidad de trascendencia nunca realizada. De ahí que aparezca siempre —cuando lo juzgamos y determinamos— como disfrazado y oculto”. Es manifiesto que nunca se percibe ni se le aprehende “en su propio ser”; algo del indígena siempre se nos escapa, observa el filósofo, así se explica que su imagen se aparezca en nueva dimensión, por su observación desde afuera así como y con propios significados de sí mismo. Y en esa dualidad reside, al mismo tiempo, parte de su fuerza —incluso embrujo— atrayente y atemorizante. “En la conciencia de ese trasfondo permanente de su ser, se levantan todas las descripciones de su realidad como conflicto y choque entre lo personal y libre de su ser y lo que de él se muestra ante la historia (Sahagún, indigenismo actual, etcétera).
Hiperión tuvo una vida activa entre 1948 y 1952. En sus inicios organizaron conferencias sobre el existencialismo francés. Y al final de ese año ofrecen conferencias sobre los Problemas de la filosofía contemporánea. Y sobre lo mexicano concentraron ponencias sobre ¿Qué es lo mexicano? (1949), El mexicano y su cultura (1951) y El mexicano y sus posibilidades (1952). En 1953 el grupo se separó en 1953. Más allá de la caída, abstracción y malogrado del estudio del ser mexicano, es relevante revisar los caminos y las líneas que vivificaron sus reflexiones e investigaciones, que —es innegable— forman parte de la historiografía de la cultura mexicana.