De nada sirvieron las advertencias, el primer “test” electoral desde la llegada al poder del socialista Françoise Hollande, mostró que el bipartidismo político se ha roto en Francia y la extrema derecha irrumpe en el escenario colocándose como bisagra, ante el desencanto y la abulia política de una gran parte de la población.
El pasado domingo 24 de marzo se llevaron a cabo elecciones municipales en el país galo, donde los candidatos deben superar el 50 por ciento de los votos para ser electos, por lo que se considera como una primera vuelta electoral que terminará en un segundo enfrentamiento el domingo 6 de abril.
En la primera ronda, el abstencionismo —que rozó el 40 por ciento, el más alto registrado en las últimas dos décadas— y la extrema derecha del Frente Nacional (FN), fueron los grandes triunfadores, mientras que la derecha Unión por el Movimiento Popular (UMP) aumentó un poco su porcentaje, en tanto que el Partido Socialista (PS) fue el gran perdedor, con más de diez puntos porcentuales.
El desencanto es tal que por primera vez la extrema derecha ganó en la primera vuelta la alcaldía de Hénin-Beaumon y encabeza las listas en varias más o sus candidatos están en segunda o tercera posición, muy cerca de lograr la victoria en la segunda ronda. En total, la extrema derecha alcanzó más del 6 por ciento de los votos y, aunque sólo compitió en 597 candidaturas de las más de 36 mil en juego, los resultados la colocan como la tercera fuerza política, en un país donde la mayoría se manifiesta desilusionada de los políticos.
En 22 meses de gobierno, Hollande ha tirado por la borda casi todo el capital político con el que llegó al poder. En medio de escándalos, con una crisis económica permanente, desempleo imbatible (cinco millones de personas), pero sobre todo con el abandono de sus propuestas iniciales de cambio, las que lo llevaron a la presidencia. Ahora sus políticas son acordes al “sistema” neoliberal que domina Europa, abrazando las políticas de ajuste que se imponen, recortes al gasto público y condiciones “flexibles” al capital económico y financiero.
A río revuelto, ganancia de pescadores. Ante el desencanto de la población por la clase política gobernante (derecha e izquierda) comparsa del modelo económico imperante, en algunos países como Francia, la extrema derecha se maquilla y abandona los discursos fascistoides tradicionales y se envuelve en un populismo de derecha, criticando el actual modelo de construcción europea y fomentando el nacionalismo y el “rescate” de los “valores” de identidad, culpando a la migración como uno de los principales problemas de la crisis sistémica.
Si bien es cierto que estas elecciones se centran en las demandas locales, es evidente que la extrema derecha en Francia se coloca como una tercera fuerza minoritaria que, sin embargo, desdibuja a la izquierda y ofrece un oscuro panorama político, xenófobo y totalitario.