El Chayo y otros “fallecidos”
Mireille Roccatti
El reciente episodio de la resurrección del tristemente célebre Nazario Morales (a) El Chayo o El Más Loco, puso en evidencia la sarta de ocurrencias de que se integró el accionar del régimen calderonista el sexenio anterior.
El tiempo ha venido a darnos la razón a quienes durante todo su sexenio expresamos nuestra opinión respecto de lo errático del método empleado en la persecución de la delincuencia organizada, la falta de coherencia de las acciones emprendidas, aunada a la ausencia de coordinación entre los tres ámbitos de gobierno; lo hicimos en su momento y hoy no vamos a regodearnos en zaherir a quienes tuvieron en sus manos esa responsabilidad.
El episodio de El Chayo tiene total similitud con la reaparición en vivo de Dionisio Loya Plancarte (a) El Tío detenido en Morelia hace unas pocas semanas, en lo que parece un patrón consentido de hacerse pasar por muerto y evadir así la persecución de la justicia. Esta situación ha hecho que muchos comiencen a poner en duda o ahondar el proverbial recelo a los anuncios del gobierno respecto de algunas muertes, por ejemplo, aún hoy en día existen personas de todos los niveles que insisten en que Amado Carrillo Fuentes (a) El Señor de los Cielos y Mario Ruiz Massieu están vivos en Estados Unidos, acogidos a los programas de testigos protegidos.
Y en ese orden de ideas, respecto del abatimiento en el sexenio anterior, cobra fuerza el escepticismo sobre si en verdad están muertos Heriberto Lazcano (a) El Lazca o Ignacio Nacho Coronel. En el caso del primero, un presunto comando de sus cómplices se robó el cuerpo de la funeraria y en el segundo nunca se presentó evidencia fehaciente de su muerte o la que se exhibió palideció ante el imaginario colectivo por la falta de contundencia y oportunidad. O el grueso de la opinión pública estaba harto de los montajes mediáticos televisivos a que era tan proclive el entonces secretario federal de Seguridad Pública.
El montaje televisivo y que fue exhibido por el Poder Judicial al resolver el caso de Florence Cassez, solo es un eslabón del interminable rosario de presentaciones en cadena nacional de reales o supuestos “grandes capos” que un día y otro también nos presentaban en televisión en algunos casos evidentemente golpeados y torturados y en todos en violación flagrante de derechos humanos.
Otro episodio que ilustra esa vocación cinematográfica del pasado régimen es la recreación en televisión del rescate del entrenador argentino de futbol Rubén Omar Romano, y podríamos aderezar ese guiso de despropósitos con el océano de recursos públicos gastados en spots de radio y televisión sobre los éxitos en la guerra contra el narcotráfico.
La también reciente captura de Joaquín (a) El Chapo Guzmán es un referente de que cuando realmente existe la intención y voluntad es posible detener a los grandes operadores del narcotráfico, y demuestra que la nueva estrategia de política en materia de seguridad pública, pausadamente comienza a fructificar, contrario a los críticos irredentos de siempre que por falta de un matiz o por el orden de prioridades insisten en negar que actualmente se ha puesto orden y método. Los resultados hablan por sí solos.
Los hechos que hemos venido comentando deben servirnos para reflexionar y ajustar aún más la estrategia de política en materia de seguridad pública, y debemos superar el sarcasmo, la ironía o la chunga a que somos tan proclives los mexicanos.