DE MI CUADERNO

Macondo se quedó sin cronista

María Eugenia Merino

El colombiano Ramiro Meléndez, productor de Mecánica Nacional, hubo de realizar tres viajes a España para visitar a Carmen Barcels, representante de Gabriel García Márquez, y así llegar a un acuerdo económico para lograr los derechos y llevar al cine, dirigida por Luis Alcoriza, una de sus obras; tenía en mente La mala hora, El coronel no tiene quien le escriba o La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. Pero la verdad es que las exigencias eran muy altas a pesar de la recomendación del propio maestro.

Alcoriza tenía en su poder una “obra” de Gabriel García Márquez que nunca había sido publicada, y había la posibilidad, por esa razón, de que no fuese tan costosa.

En el estira y afloje con la señora Barcels, Ramiro se jugó su última carta: “¿Oye, Carmen, y si fuese una idea de guión apenas concebida por el maestro y de la cual es copartícipe Luis Alcoriza, podríamos llegar a algún acuerdo?, comprenderás que es una historia no publicada, está en gérmenes… y por obvias razones es menos importante de lo que yo he pretendido”.

La respuesta fue: “¿Me darías el dinero que tienes por esa idea?”

Ramiro respondió afirmativamente y se estrecharon las manos. Luego fue a visitar a García Márquez para comunicarle el resultado de la negociación; el maestro, incluso, se comprometió a hacer el primer tratamiento.

Hasta ese momento, Ramiro Meléndez ni siquiera conocía la obra a que se refería Alcoriza.

A su regreso a México, le pidió a Luis que se la contara. Cuando Alcoriza la narró de viva voz, pues no existía realmente un guión acabado, sino una mera sinopsis, Ramiro quedó encantado con ella: era realmente muy cinematográfica y justamente el tipo de película que le gustaría hacer.

La película se llamó Presagio y llevó un elenco multiestelar. Con el paso de los años, ha trascendido que cuando García Márquez hablaba sobre la diferencia entre contar un cuento y escribirlo —dicen que probablemente durante un congreso de escritores—, y “para que vean después cómo cambia cuando lo escriba” [o cuando se haga una película, diría yo], contó lo siguiente:

 

 

 

Algo muy grave va a suceder en este pueblo

 

[Texto completo del cuento narrado]

Gabriel García Márquez

 

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

—No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.

Ellos se ríen de la madre. Dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

—Te apuesto un peso a que no la haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:

—Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a sucederle a este pueblo.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o, en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

—Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto.

—¿Y por qué es un tonto?

—Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Entonces le dice su madre:

—No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

Una pariente la oye y cuando va a comprar carne le dice al carnicero:

—Véndame una libra de carne —y en el momento en que se la están cortando, agrega—: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.

El carnicero despacha la carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

—Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.

Entonces la vieja responde:

—Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.

Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y, de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:

—¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

—¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

Hacía tanto calor que en el pueblo los músicos tenían instrumentos remendados con brea, y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.

—Sin embargo —dice uno—, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

—Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.

—Sí, pero no tanto como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

—Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.

—Pero, señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

—Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

—Yo sí soy muy macho —grita uno—. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está todo el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

—Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

—Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa —y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

—Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.