Erick Ampersand

En la novela —como en la vida real— el tamaño sí importa. Hace algún tiempo apareció una novela que, me parece, ha sido un tanto ignorada. Se trata de Bálano (Fondo de Cultura Económica), de Eduardo Rojas Rebolledo. Él nació en México en 1970 pero, a decir de sus propias palabras, renació treinta años después, durante el año 2000 en Galicia, España.
Bálano es interesante en diversos sentidos, y de una belleza destacada en su prosa. Pertenece a esa clase de novelas en donde el cómo del narrador va al parejo del qué en los acontecimientos, su prosa es un territorio en sí mismo, con sus valles y mesetas auditivas. Vale decir que está ambientada principalmente en la Europa del siglo XIX y en su historia se desarrolla a partir un único narrador, Günter von Gropius, quien recordará las peripecias de su vida al lado de su gran amigo, Hugo von Nagel. Aquí lo de “gran” amigo tiene un doble acento: la fama del linaje Von Nagel es conocida por toda la comarca por el desorbitado tamaño de su pene. Por lo cual, no son pocas las habladurías que esto despierta en un pueblo tan chico. Desde generaciones pasadas las familias de ambos personajes se llevan bien y comparten negocios, además de ciertas diversiones en fin de semana. Hugo, el más joven de los Von Nagel no está muy contento con el enorme bulto que el Dios de la genética le mandó como regalo. Él vive bajo el escarnio de su madre, sempiterna adolorida, y los oscuros recuerdos de esa pasión animal que por momentos se adueñaba de los varones en la familia. Durante un momento de la novela, Hugo será testigo de esa trágica necesidad sexual que pesa sobre sus parientes. Quizá para evadir este sino y no volverse otro semental humano, Hugo von Nagel desarrollará su erotismo por caminos un tanto más enredados, adquiriendo una serie de fetiches alrededor del acto carnal, en especial, un orgiástico placer que nace de los fétidos olores. No serán pocas las ocasiones en que espere a que una incauta mujer que utilice la letrina y descargue en ella sus pesares, provocando en él una especie de porno olorizado pero incomodando a las personas que no esperan eso de un jovencito y mucho menos de su clase. Una vez más, su madre interpretará esto como motivo de sufrimiento, además de ser para ella una clara señal de esa desproporción erótica que acompaña a todos los hombres Von Nagel. Para algunos, esto podría tener un doble sentido y quizá, como pasa a menudo en esta obra, sea sólo un reflejo de los juegos de palabras que en ella se esconden, producto del tema que se trata. Diré que están ahí, aunque no de manera obvia, esperando a que cada lector los descubra e interprete, si eso quiere. Diré también que está cargada de gran sentido del humor. Sería bueno apelar también a las interpretaciones que alrededor del acto sexual se dejan ver entre los personajes, y a la idea del cuerpo como constructor primigenio de la identidad. En cierta ocasión, mientras los dos amigos viajan en un barco, rodeados de marineros que no los terminan de aceptar a bordo, uno de los tripulantes descubre el miembro viril de Von Nagel mientras duerme, haciendo que el rencor se transforme en admiración que no se atreve a decir su nombre. El lazo de amistad que une a Günter von Gropius y Hugo von Nagel es el hilo narrativo de la obra, misma que se complementa con una serie de imágenes tan verosímiles como su historia. La grandeza siempre tiene que ver con la posición que tomen los ojos, esta obra no podía ser la excepción.

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