Bernardo González Solano

Desde hace más de un mes, cuando desapareció el Boeing de Malaysia Airlines en un vuelo con destino a Pekín procedente de Kuala Lumpur, Malasia, con 227 pasajeros y 12 tripulantes —desaparición que continúa siendo un gran misterio—, en todos los aeropuertos más importantes del mundo hay mucha intranquilidad. Sobre todo cuando las autoridades sospechan que en un avión puede haber pasajeros que pueden estar infectados con el virus del Ébola, como sucedió en un vuelo que salió de Guinea el viernes 4. Al aterrizar en el aeropuerto parisiense Charles de Gaulle, un aparato de Air France —con 187 pasajeros y 11 tripulantes— fue puesto en cuarentena durante dos horas por el temor de que un viajero que vomitó en el baño del avión podía estar afectado por el temido Ébola; finalmente todo fue una falsa alarma. El asunto es muy delicado y nadie quiere correr riesgos que pueden ser funestos.

En los últimos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS), informó que el número de muertos por este mortífero virus —identificado por primera vez en la zona del río Ébola, cuyo nombre sirvió para bautizarlo en 1976 en lo que actualmente se llama República Democrática del Congo (RDC)—, en Guinea se elevó a 111, convirtiéndose “en el desafío más grande al que se ha enfrentado en su historia”. Keiji Fukuda, directora general asistente de dicho organismo internacional, precisó que el mal se ha expandido por una zona muy extensa y que aún es muy pronto para informar que los niveles de transmisión se estén ralentizando por lo que tomará hasta cuatro meses controlar el actual brote de ébola en Africa.

Asimismo, la doctora Anja Wolz, coordinadora de emergencia de la ONG, Médicos sin Fronteras (MSF), declaró en Conakry: “Nuestros esfuerzos se centran en contener la epidemia, lo que se lleva a cabo mediante la detección de los enfermos y su aislamiento del resto de la población…Aunque no hay cura para esta enfermedad, se puede reducir su alta mortalidad abordando los síntomas”. Su tasa de mortalidad es del 90 por ciento. El ébola forma parte del grupo de virus junto a otros grandes “asesinos” en serie como el ántrax o la viruela. Todos son candidatos perfectos para utilizarse en un ataque bioterrorista y de ahí que su investigación sea una prioridad para los ejércitos, especialmente el estadounidense.

A su vez, Michael Van Herp, epidemiólogo de MSF, aclara que “los pacientes que reciben asistencia médica tienen entre un 10 por ciento y un 15 por ciento más de posibilidades de sobrevivir”. De los 157 casos detectados en Guinea, ya han fallecido 111, en tanto que Liberia tiene 21 infectados, y 10 fallecimientos. Por el momento se descartan casos sospechosos en Sierra Leona y en Mali, después que resultaron negativos los análisis. La doctora Fukuda afirmó que “esta epidemia está entre las más significativas a la que nos enfrentamos desde que apareció hace 38 años”, especialmente inquietante porque avanzó desde el sur de Guinea hacia la capital Conakry (después de aparecer en las regiones de Guékédou y Macenta) y al vecino país, Liberia. Por ello, la OMS envió equipos humanitarios a esa zona del continente africano para tratar de controlar al virus. MSF, a su vez, negocia con líderes tribales surguineanos porque la ONG suspendió sus trabajos de asistencia médica obligados por los ataques de hombres armados de la región.

De acuerdo a la OMS, desde que se descubrió el virus, en 1976, hay expedientes clínicos aproximadamente de 1,850 casos de fiebres hemorrágicas, de los que más de 1,200 fueron mortales. Del mes de octubre de 2001 a diciembre de 2003, varios brotes del ébola   fueron reportados en Gabón y en la República del Congo, con un total de 302 casos y 254 muertes.

Hay cinco especies de Ébola diferentes. Todas reciben su nombre del río Ébola epicentro del primer brote, en la RDC. Por su lugar y año de descubrimiento, se conocen como Sudán y Zaire, 1976;  Reston, 1989; Costa de Marfil, 1994 y Bundibugyo, 2007. El origen del brote es desconocido, como ha ocurrido en todos los casos anteriores, pero se sabe que el virus Ébola está relacionado con el contacto con animales infectados, muertos o vivos. Se cree que tres especies de murciélagos de la fruta son huéspedes naturales de este virus.

Para contagiarse solo basta entrar en contacto directo con la sangre y otros líquidos corporales de personas infectadas. Los síntomas de la enfermedad incluyen fiebre repentina, debilidad intensa, dolor muscular y de cabeza e irritación de garganta, seguidos de vómito, diarrea, sarpullidos, fallos renales y hepáticos y hemorragias, tantos internas como externas y la muerte. Hasta el momento no existe ninguna vacuna preventiva ni tampoco un tratamiento antiviral que permita controlar su agresividad. Sin embargo, el virus del Ébola, el patógeno más letal para el ser humano, también tiene su talón de Aquiles. Científicos del Instituto de Enfermedades Infecciosas del United States Army (USA: Ejército de Estados Unidos de América), así como de otras universidades estadounidenses y de Holanda, descubrieron, hace poco, “la puerta de entrada” por la que el virus entra en el organismo y se reproduce. Este descubrimiento puede ser providencial, aunque todavía es una investigación preliminar, abre una nueva vía de trabajo para erradicar una infección que es mortal en el 90% de los casos.

Los brotes de Ébola de las últimas décadas se han registrado en el continente africano. No son muy comunes, pero cada vez se repiten más.

Creencia popular en el continente negro vincula la epidemia con el consumo de homínidos. Lo que sí se ha comprobado es que muchos de estos brotes comienzan con el contacto de una persona con un animal contaminado, por ejemplo monos o pequeños mamíferos (hace dos semanas, el ministerio de Sanidad de Guinea prohibía la comercialización y consumo de murciélagos debido a la reaparición de la enfermedad). Una de las críticas más recurrentes por parte de la población local es la demora en la resolución de este tipo de crisis. Tal fue el caso de uno de los últimos brotes conocidos, el que tuvo lugar en a localidad de Bundibugyo, en la frontera entre Uganda y la RDC.

A fines de septiembre de 2007, de un momento a otro, decenas de personas comenzaron a enfermar. Unos hablan de un chamán infectado originario del Congo, mientras que otros lo hacen de un vecino de la localidad que enfermó de ébola al comer carne de mono. Lo cierto es que el caso fue mayor. Durante los cerca de seis meses que duró la epidemia, al menos ciento cincuenta personas cayeron enfermas y 40 murieron. Ahora, tras los casos de la RDC y Uganda, la crisis se extienden al otro lado del continente.

Así las cosas, Olimpia de la Rosa, coordinadora médica de Médicos sin Fronteras, es optimista y manifiesta su esperanza en evitar más muertos: “Aunque la mortalidad es más alta que en otras enfermedades, también es posible dar un tratamiento de soporte (oral e intravenoso) para evitar que otras enfermedades compliquen la evolución del paciente y sus posibilidades de sobrevivir…El tiempo para frenar el brote depende siempre de la respuesta que se le dé y de algunas características de éste…la mayoría de los casos se han dado en miembros de una misma familia y del personal sanitario en contacto con ella”. Además, recuerda que para considerar un brote por erradicado deben transcurrir 42 días desde el último caso.

En la veintena de brotes de Ébola desde hace 38 años (sobre todo en Uganda, RDC y Sudán), esta es la primera vez que llega tan al oeste de Africa. Por lo tanto, la población no lo conoce y los sistemas sanitarios no están preparados. Asimismo, es la primera ocasión que afecta a la vez a cuatro países, lo que implica que hay que coordinar los esfuerzos de localización de contactos. En fin, nunca hasta ahora había llegado a una gran ciudad, Conakry (2 millones de habitantes de un total de casi 10 millones en todo el país), lo que complica aún más las tareas preventivas porque se multiplica el número de posibles contactos.

El periodo de incubación es de hasta tres semanas. Durante ese tiempo los afectados pueden contagiar el virus aunque no sientan los síntomas. Eso quiere decir que, en teoría, pueden viajar a todo el mundo y contagiar a cualquiera que se cruce en su camino. De ahí el temor en todos los aeropuertos de la Tierra, como sucedió en el Charles de Gaulle parisiense. De ahí la alerta a los sistemas de vigilancia, los trabajadores sanitarios y la población en general por si alguien presenta los síntomas típicos del virus y tomar las precauciones necesarias.

De hecho, otros de los virus hemorrágicos conocidos, el Marburg, se llama así porque se identificó en una personas que llegó enferma a Marburgo, en Alemania. Lo mismo sucedió con la variante Reston (una ciudad de Virginia, Estados Unidos), aunque en este caso lo portaban animales. No obstante, la OMS no había aconsejado restringir los viajes a los países afectados, ya que los enfermos están en lugares bien localizados. VALE.