Javier Galindo Ulloa
Para Gabriel García Márquez no existía una frontera entre el periodismo y la literatura. Para ser periodista era indispensable poseer una gran cultura literaria y de esta manera escribir reportajes con las herramientas que le proporcionaba esa experiencia lectora. El autor de Cien años de soledad había sido poeta en su adolescencia y era un gran lector de autores clásicos como Homero, Sófocles y Shakespeare. Posteriormente, Kafka le revelaría el verdadero arte de la ficción literaria.
Cuando era estudiante de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, tuvo la oportunidad de publicar sus tres primeros cuentos en el suplemento El Espectador de Bogotá. Era el periodo crítico del país colombiano, pues se había cometido un atentado al líder liberal y popular Jorge Eliécer Gaitán y, por lo tanto, se produjo una insurrección violenta de sus seguidores. En este contexto del llamado “Bogotazo” fue cuando Gabriel García Márquez empezó a ejercer su oficio de periodista con la experiencia literaria que había adquirido desde joven. El estilo de sus primeros artículos ya manifestaba la voluntad de recrear otra forma de presentar la realidad. Escribía de la difícil situación social en torno a la zona costeña de Barranquilla y Cartagena. Su experiencia como lector, poeta y cuentista se reflejaba a través de sus textos periodísticos: el tono de humor, la mirada poética de la realidad y la ficción como resultado de su visión del mundo. Desde que publicase su primer artículo en el diario El Universal de Cartagena el 22 de mayo de 1948, García Márquez se adelantó a la literatura folklorista de su tiempo, aspirando a una expresión universal de sus textos. Aprendió el estilo de la greguería de Ramón Gómez de la Serna, lo que caracterizaba a los comentarios humorísticos, en particular, los de su columna “La Jirafa”, que aparecía en El Heraldo de Barranquilla. En esta combinación del modelo de la greguería y la expresión positiva, se trataba de decir, entre el principio y el final, “las cosas con humor, con poesía, con extravagancia incluso”, como dice Jacques Gilard.
Entre sus artículos de esta primera etapa, reunidos en Textos costeños. Obra periodística I (1948-1952), se anuncian los temas y proyectos a realizar en su carrera literaria: el tiempo del desgaste y la muerte, la familia, la casa y el mito de Macondo; además, se devela su cultura cinematográfica, musical y su fervor por Virginia Woolf, Faulkner y Kafka: así como también el supuesto progreso social, las contrariedades del amor y el desacuerdo por las reglas ortográficas.
A partir de 1954 inicia su etapa más literaria, el año en que Gabo, como es llamado por sus cercanos, se trasladó a Bogotá para trabajar en el diario El Espectador, gracias a la recomendación de Álvaro Mutis, en el que realizó sus primeros reportajes largos, continuó con sus comentarios humorísticos y se inició en la crítica cinematográfica.
El joven periodista tenía 26 años de edad. Colombia vivía aún los estragos de la etapa de la violencia ante el poder del dictador Rojas Pinilla. Los reportajes, reunidos en el libro Entre cachacos. Obra periodística 2 (1954-1955), debían constreñirse a lo que dictaba la censura, pues El Espectador tendía a una política de izquierda. Como lo comenta Jaques Gilard, el reportero de Aracataca prosigue con el estilo gregueriano de los comentarios humorísticos, pero con una visión más precisa de la realidad social. Este periodo le permitió entrenarse como un contador de historias a partir de testimonios personales de los distintos asuntos de la comunidad colombiana o de algún personaje singular, ya sea del mundo del deporte, la literatura o la cultura popular.
La forma de hacer un nuevo periodismo, en el que predominara el estilo del escritor y el argumento narrativo, provenía de las enseñanzas de su amigo Álvaro Zepeda Zamudio, quien traía de Estados Unidos aquellos conceptos periodísticos que le sirvieron a García Márquez en su proceso de creación literaria. La novela El coronel no tiene quien le escriba y el libro de cuentos Los funerales de la Mamá Grande son muestras de esta evolución del reportaje periodístico y la ficción. El reportero conserva el estilo humorístico a partir de una percepción aguda de la realidad; es decir, se muestra muy irreverente ante la situación problemática de Colombia, pese a los riesgos de una dura censura.
Aquel volumen de Entre chachacos incluye interesantes reportajes como la primera versión del Relato de un náufrago y “Triple campeón revela sus secretos”, sobre el ciclista Ramón Hoyos. Como precursor de la crítica cinematográfica en la prensa colombiana, resalta las cualidades humanas de cada uno de los estrenos del nuevo cine europeo y de Hollywood, comparándolas con la realidad presente del país.
De Europa y América. Obra periodística 3 (1955-1960) contiene reportajes donde se manifiesta el compromiso político del reportero colombiano que peregrina por Italia, Francia, Londres y por los países socialistas de entonces: Rusia, Polonia, Hungría y Alemania Federal, hasta su regreso a América Latina.
García Márquez era ya un periodista afamado y esto le garantizó la confianza del director de El Espectador para cubrir la reunión de los Cuatro Grandes en Ginebra, sobre todo porque el escritor ya conocía la cultura europea por haber sido antes el principal redactor de este diario, por sus múltiples lecturas y su afición al cine.
La visión de la realidad del Viejo Continente de entonces no le causó, al parecer, ninguna sorpresa; en vez de centrarse en los temas formales de aquella reunión, narraba sobre el ambiente europeo, criticaba las costumbres añejas de los habitantes y valoraba la cultura latinoamericana sobre la europea.
Los reportajes notables de este ambiente socialista son “90 días en la cortina de Hierro”, “Yo estuve en Rusia”, “Yo visité Hungría” y “Una prostituta me dice: ‘Yo era estudiante comunista’.”, entre otros textos sobre gente inocente, asesinada y torturada en Italia, Francia o Berlín.
En Por la libre. Obra periodística 4 (1974-1995), García Márquez coincide con Régis Debray acerca del concepto de revolución y literatura: la verdadera moral revolucionaria es “descubrir y a no sólo del porqué sino también el cómo, es decir, lo que es y no lo que debe ser. Para eso está hecha la novela… El novelista se ocupa de los detalles porque la vida es una acumulación de detalles, de colores, de formas”.
En torno a Chile, Panamá, Nicaragua, Cuba y Argentina, el reportero describe los detalles de la conducta humana de los dictadores latinoamericanos, los intereses del gobierno de Estados Unidos y las disposiciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el cual financiaba libremente a colaboradores civiles y militares de Ecuador para romper las relaciones con el gobierno cubano; participar en el Golpe de Estado en Chile; torturar y desaparecer a estudiantes chilenos y argentinos en Bolivia, Brasil y Argentina. Como le contestó Juan Pablo II al reportero Gabo en 1979: “Esto es idéntico a la Europa oriental”.
Por la libre es un libro marcado por dos palabras vinculadas con el ejercicio de cualquier poder gubernamental: la moral y la política. Tras la confusión histórica de las represiones e injusticias de los países latinoamericanos, se halla una imagen moral de los gobernadores, campesinos y obreros que se han resistido al juego secreto de la CIA. García Márquez elaboraba sus reportajes con una visión novelística para organizar toda su información recabada a partir de los detalles que caracterizaban la conducta y el devenir de Fidel Castro, Salvador Allende, Omar Torrijos, los líderes montoneros y sandinistas.
Notas de prensa. Obra periodística 5 (1961-1984) reúne crónicas de su experiencia como novelista antes y después de recibir el Premio Nobel de Literatura 1982.
El periodismo de García Márquez ha sido una actividad ligada a la literatura. Es el testimonio de un periodista que transmite al lector la información de la política latinoamericana durante la época de la dictadura militar y también de la Europa comunista, pero con un enorme oficio literario para armar reportajes de lo que observaba y escuchaba de sus personajes entrevistados. García Márquez sigue siendo un maestro del periodismo. La lectura de su obra periodística es una gran lección para los reporteros del siglo XXI.