Difícilmente disfrutará de credibilidad
Humberto Musacchio
Con cierta premura, cuando todavía no se cuenta con las leyes reglamentarias para que cumpla a cabalidad sus funciones, se decidió desaparecer el Instituto Federal Electoral para presentar en sociedad el nuevo engendrito de los partidos: el Instituto Nacional Electoral.
Lorenzo Córdova, el flamante presidente del INE, declaró que no debe favores a los partidos, aunque la verdad es que fueron los representantes de los partidos en el Congreso (¿o de veras cree que son representantes del pueblo?) quienes lo escogieron porque, cada uno por diferentes motivos, tenían interés en que ocupara la alta posición que ahora tiene y en la cual, hay que desearlo, esperamos que tenga un desempeño legal, justo, enérgico y transparente.
El nuevo Instituto nace después de una retorcida historia de su antecesor, que surgió para sustituir a la Comisión Federal Electoral, que no era más que una dependencia de la Secretaría de Gobernación, como lo fue también el IFE en sus inicios, pese a la presencia de delegados de los partidos políticos, que veían impotentes cómo el gobierno y su partido se despachaban con la cuchara grande.
En 1994, con la irrupción del movimiento zapatista y el todavía oscuro asesinato de Luis Donaldo Colosio, el desprestigio del régimen cayó hasta el subsuelo. Carlos Salinas de Gortari llamó a Jorge Carpizo a la Secretaría de Gobernación y éste, con Jorge Alcocer como principal operador, ciudadanizó el IFE, que dio un tinte de respetabilidad a los comicios de ese año.
Sin embargo, muy pronto los partidos echaron groseramente a los consejeros ciudadanos de entonces y nombraron a otros más a su gusto, pese a lo cual se aceptaron los resultados de 2000. Pero la conformación del nuevo consejo general de IFE en 2003 fue un atropello a las formas democráticas más elementales y, con Luis Carlos Ugalde a la cabeza, aquel consejo sumió el IFE en un descrédito del que ya no pudo ni quiso levantarse.
Ahora, con un acto de travestismo legislativo, se pretende hacernos creer que todo marchará bien y que los resultados comiciales serán confiables. En contra del optimismo oficial, ampliamente compartido por el PAN y el PRD, encuestas recientes revelan que la mitad de los ciudadanos no confían en las autoridades electorales.
En efecto, han sido tantos los actos de prestidigitación, han ocurrido tantos incidentes, ha sido tan omiso el IFE para impedir que se rebasen los topes de gastos, que difícilmente el INE disfrutará de credibilidad. Cambió el nombre, no la abulia, el burocratismo, la irresponsabilidad. ¿O sí?