Jaime Septién
(Segunda y última parte)

El texto “La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han se enmarca en un movimiento filosófico que hunde sus raíces en Heidegger y las nuevas teorías de la sociedad postmoderna en la que existe lo que el filósofo coreano avecindado en Alemania llama “la coacción de la transparencia”.
En un espacio donde todo necesita ser transparente se destruye “el aroma de las cosas, el aroma del tiempo”, justamente porque la transparencia es inodora. La comunicación —en el seno de esta sociedad— también es inodora. Las redes sociales o las redes de información como Google, no son, como se suelen llamar así mismas, redes de comunicación: son redes de control.
Un control todavía más perverso porque todo el mundo les da el estatus de libertad. Pero es control porque “la transparencia carece de trascendencia” y no hay libertad sino existe un “más allá”. El texto de Han subraya con toda insistencia que el mundo virtual creado por las redes sociales es un mundo intrascendente. No porque así lo quiera el usuario, sino porque le falta la presencia de lo real y la resistencia de lo otro, del otro.
Un tema fundamental en el libro que venimos analizando, es la desconfianza. Somos tan transparentes porque desconfiamos del otro, porque queremos saber todo de él (incluso de nosotros mismos) y no dejamos espacios para la narración de lo que se oculta, el misterio del otro, su capacidad de ocultar, de no saber de él. “Confianza —escribe Han— significa: a pesar del no saber en relación con el otro, construir una relación positiva con él”.
La sociedad de la transparencia es, pues, la sociedad de la desconfianza. Nunca tan comunicados como ahora, nunca tan desconfiados del otro. Y la coacción de la transparencia invita a pedirle al otro su desnudez extrema. Aunque sea virtual. Y, por tanto, mentirosa. Jugamos a la desnudez pero, en el fondo, lo que hacemos es una estrategia de control. “La confianza hace posible acciones a pesar de la falta de saber”.
Y, finalmente, la sociedad de la transparencia es la sociedad de los átomos. Aunque parezca que estamos en grupo, somos islas sin archipiélago, buscando controlar a otras islas y otros archipiélagos. En un párrafo estremecedor, Byung-Chul Han da en el calvo de lo que nos pasa, diciendo que “en la sociedad de la transparencia no se forma ninguna comunidad en sentido enfático”, solamente hay “acumulaciones o pluralidades causales”.
Más solos que nunca, buscando controlar y dejándonos desnudar por el panóptico digital, los seres humanos, hoy, somos víctimas y actores a la vez.