Adriana Cortés Koloffon
Con un pie en el periodismo y otro en la ficción, Lorea Canales (Monterrey) no otorga concesiones a sus personajes, algunos de ellos humanos mutantes en cucarachas (y no especialmente pertenecientes a la estirpe de Gregor Samsa). Los perros, su novela más reciente, podría leerse como una novela de vampiros de cuello blanco. El desenlace de Apenas Marta y Los perros sorprende al lector por su eficacia narrativa. Antes de escribir ficción, Lorea Canales, quien cursó su maestría en derecho en la Universidad de Georgetown, en Washington, fue periodista. Desde el año 2000 vive en Nueva York y trabajó para el New York Times editando su servicio de noticias en español. Estudió escritura creativa en la Universidad de Nueva York —una de sus maestras fue la destacada escritora chilena Diamela Eltit— donde cursó su maestría. La corrupción en México es tema constante en su obra. En Los perros, un profesor de derecho es encarcelado debido a una confusión en lugar de su hermano, un empresario que extrañamente permanece impune.
—¿Cuáles son tus inicios como narradora?
—Escribía sobre temas jurídicos y perfiles largos de personas en el periódico Reforma. En el 2007 Jorge Zepeda Patterson pidió a once periodistas hacer perfiles de ricos y poderosos que él pensaba que tenían el control del país, y se publicaron en un libro, Los amos de México. Yo hice el perfil de Lorenzo Zambrano. Alberto Ruy Sánchez dijo que construí un personaje. Eso me animó a saber que podía hacer algo de largo aliento. Admiro muchísimo la forma de contar de Alma Guillermoprieto.
—En una conferencia alguien te preguntó por qué escribes, respondiste que porque no te gusta la clase social a la cual perteneces.
—No escribo por eso. Escribo porque me gusta, porque soy lectora. No sé si eso lo respondí al explicar por qué escribí el libro de Los perros en particular, donde hay una denuncia. Gabriel Zaid dice que al ver los suplementos sociales uno se da cuenta de la gran falla hacia el compromiso social, el compromiso con el país. Pero el problema de la distribución de la riqueza no es exclusivo de México, también lo es de Estados Unidos y de Europa. No es que no me gusten los ricos sino que no me gusta el despilfarro de recursos y cuando el énfasis está en los zapatos mientras que afuera hay un problema social grave.
—El narrador en Apenas Martha se refiere a una especie de individuos capaz de prosperar y llegar a la cúspide en un lugar “superpoblado, pobre, contaminado y corrupto” como la ciudad de México, capaz de “seducir a cualquiera”, seres “camaleónicos, ágiles, mutantes”.
—En Monterrey hay una cultura del trabajo. Yo no entendía la cultura chilanga que consiste en los contactos, en los contratos con el gobierno para hacer negocios. Todo el tiempo se ve una impunidad con el poder, eso pasa también en Monterrey. Lo triste es que esa es nuestra forma de operar, ¡tramposa!
—Para escribir Los perros, ¿te metiste a la cárcel?
—Entrevisté presos, obtuve el testimonio de uno en particular que me compartió hojas que su abogado me pasaba, hice también investigación por Internet de foros de presos que escriben sus experiencias. Supe de un custodio que sacaba muelas y toda esa información la introduje en la novela. En la cárcel no caben. Fue diseñada para cuatro mil personas. Cuando el sobrecupo es excesivo simplemente los llevan a otros penales en otros estados. Los presos no tienen ni voz ni voto y pierden su sustento al ser trasladados porque no los mantiene el gobierno sino sus familias que muchas veces no pueden desplazarse. Lo peor de todo es que en varios casos no son criminales.
—¿Cual es la finalidad narrativa de introducir en Los perros los sueños de violencia en las reflexiones del profesor de derecho, preso, algunas de ellas alusivas al Infierno de Dante Alighieri?
—Porque al reflexionar sobre la violencia me di cuenta de que en otras sociedades cuando están creciendo y están cambiando las cosas hay violencia (y no sólo en México), como una especie de ajustes telúricos. La Inglaterra de Enrique VIII era muy violenta. Ahora podemos decir: los ingleses ¡qué finos!, pero gran parte de su dinero lo obtuvieron de la guerra del opio, de los piratas.
—¿Hay una obsesión en tus personajes femeninos por las cirugías plásticas?
—Es una aspiración de mujeres que piensan que les va a cambiar la vida. Yo lo veo como una especie de tortura, de opresión a la mujer, pienso también en las chinas que les hacían los pies chicos porque era el ideal de belleza, ¡terrible porque no podían caminar!
—Apenas Marta creo que tiene un final luminoso a diferencia de Los perros…
—Alguien me dijo: ¡me mataste a mi héroe!
—¿Cómo logras la tensión narrativa? De pronto la narración adquiere un giro inesperado.
—Ese es el trabajo del novelista. Por eso me gustan las novelas. No me gustan las novelas tramposas. Hay narradores manipuladores y otros que son narradores honestos. Yo quiero que la arquitectura de la novela funcione. Llevo años y años como lectora, me parece que eso ayuda.
—¿Te ayudó el taller de escritura con Diamela Eltit?
—El genio de Diamela es ayudar a que encuentres tu voz. En el taller no da tiempo de escribir la estructura completa de una novela. Si es una novela de vampiros, poética o histórica, lo que hace Diamela es ayudar a que el narrador encuentre su voz y lea el texto con una cierta inteligencia y te ayuda a no tropezarte con tu misma escritura.
—Los perros: ¿novela de vampiros?
—Se puede decir, lo acepto.

