No se puede negociar indefinidamente

 

 

En toda negociación, el hombre honrado está

destinado a llevar la peor parte, mientras que la

picardía y la mala fe se apuntan finalmente los tantos.

Mika Waltari

 

José Fonseca

Se prolongan una semana más las negociaciones entre las bancadas del Senado por las leyes secundarias de la reforma político electoral que tanto empujaron los panistas y perredistas, particularmente el PAN, quienes hicieron de esta reforma el quid pro quo para considerar las de telecomunicaciones y energática.

Parece que los panistas se niegan a reconocer que no se puede negociar indefinidamente. Cualquiera que ha estado en una negociación, sea de negocios, laboral o política, sabe que llega un momento en que uno debe aceptar que el adversario llegó al límite de su capacidad de ceder. Y uno debe conformarse con lo ganado hasta ese momento. Posponer para mejor oportunidad lo que se quede pendiente o que de plano sabe imposible de lograr.

Las leyes secundarias corresponden a las reglas que normarán los procesos electorales del año próximo. Incluyen radicales cambios a la ley de procesos electorales, la de medios de impugnación y la ley de partidos políticos.

Aunque la iniciativa inicial de reforma político electoral refleja las ambiciones panistas para, como ellos dicen, “controlar a los gobernadores”, los perredistas aprovechan la ocasión para incluir rubros que le permitan a los partidos de oposición enfrentar con más éxito la estructura del PRI y su capacidad de organización y movilización de votantes.

Por supuesto que los gobernadores, de cualquier partido, si son buenos políticos, mantienen una conciliación de los intereses de sus estados —eso les otorga poder—, pero es una mentira que, como sostienen panistas y perredistas, puedan determinar los resultados electorales.

Los gobernantes pierden elecciones por la insatisfacción con sus gestiones, no por otras razones. Al menos eso ocurre en nuestra democracia. Esto fue probado exitosamente en 2010, cuando las coaliciones que conjuntaron PAN y PRD ganaron las elecciones de Oaxaca, Sinaloa, Guerrero y Puebla.

En su obsesión no han vacilado en violentar el pacto federal de la república y las soberanías de los estados de la federación. Quieren centralizar las elecciones y echar sobre los hombros de los consejeros del nuevo Instituto Nacional Electoral una carga que seguramente será excesiva. Arriesgan así las elecciones del año próximo. Y echarán por la borda la credibilidad y certeza que tienen los comicios desde 1997. Credibilidad y certeza que tienen reconocimiento internacional, no el de la oposición mexicana, integrada por malos perdedores, lo cual equivale a malos demócratas.

 

                                                     jfonseca@cafepolitico.com