La parálisis legislativa que hoy vive el país no es un asunto que importe solamente a los partidos políticos sino a la nación entera.
De tal forma que la sociedad tiene todo el derecho de exigir a los partidos que dejen de hacer uso del chantaje y de la vulgar práctica del trueque para aprobar las reformas que necesitan para crecer.
El PAN que estamos viendo no lo conocían los mexicanos, ni tampoco los mismos panistas; sobre todo, los panistas que se formaron en la ideología humanista y cuya distinción histórica ha sido pugnar por la moral pública.
Este PAN que encabeza Ernesto Cordero, como rostro visible, ha convertido el quehacer legislativo en una lonja, en un mercado donde las iniciativas de ley y las reformas son tratadas y negociadas como si se tratara de mercancías.
Hemos escuchado a algunos legisladores azules decir, sin rubor o vergüenza alguna —y como si fuera algo normal—: “Si no se aprueba primero la reforma político electoral, el PAN no aprobará la reforma de telecomunicaciones ni la reforma energética”.
La traducción sería: a los señores que confunden una curul con una oficina de negocios o con un bazar de remates, les viene guango que se entorpezca el desarrollo del país.
Trabajan, desde el Congreso, para derrotar al gobierno, a partir de la consigna calderoniana de que el fracaso del presidente de la república les garantizará recuperar la Presidencia de la República en 2018.
La actitud del neopanismo —esa corriente que le rinde culto al pragmatismo, sin concepto alguno sobre la lealtad, incapaz de cumplir con sus compromisos, que busca apoderarse del PAN a costa de lo que sea— nada tiene que ver con la democracia, ni con el debate parlamentario o la lucha legítima por el poder.
Por el contrario, el chantaje es el arma con que se asesina la democracia. Representa una práctica inhibitoria de la discusión, del análisis plural y razonado; y, lo que es peor, es un instrumento que, a partir de la amenaza, intenta imponer por la fuerza decisiones unilaterales, sin importar los costos que la nación pueda pagar.
El triunfo de Cordero en la elección interna del PAN, a celebrarse el próximo 18 de mayo, significaría el arribo de una derecha arbitraria y autoritaria, chantajista como se ha visto, que buscaría formar alianzas con grupos de poder —molestos con las reformas económicas— para cercar el gobierno.
La oposición en general está confundiendo las cosas: el presidente de la república ha privilegiado la política por encima de la simple matemática; es decir, aunque su partido y sus aliados puedan tener los votos necesarios para aprobar las leyes secundarias, ha preferido la construcción de la legitimidad.
Pero, incluso en la democracia, todo tiene un límite. El desarrollo no puede estar supeditado a la extorsión de un partido político que acaba de perder la Presidencia de la República. Que la perdió porque no supo gobernar, y hoy pretende recuperarla a partir del chantaje.