Golpe a Occidente de Putin y Xi Jinping

Bernardo González Solano

El horno no está para bollos. La diplomacia mundial acusa cambios cuya brújula señala al norte. Rusia y China hacen los movimientos que dictan la agenda mundial. La Casa Blanca, acostumbrada a tener la batuta en la gran mayoría de los conflictos, para bien o para mal, la ha perdido. Otros personajes hacen valer su importancia, como Ángela Merkel, la dama alemana, o el bronco ruso Vladimir Putin, quien, por el momento, es señalado como el villano del escenario internacional: la secesión de la península de Crimea de Ucrania (con todos sus problemas posteriores) sirvió para que el jerarca del Kremlin sea señalado con índice de fuego por muchos personajes occidentales. Al grado que hasta el soso sexagenario heredero británico, Charles Philip Arthur George Mountbatten-Windsor, príncipe de Gales, tuvo la osadía de despotricar contra el líder ruso: “Vladimir Putin está haciendo lo mismo que Hitler”, al comparar las acciones del reincidente presidente ruso (por tercera ocasión) en Ucrania con las del jerarca del III Reich a raíz de la anexión de los Sudetes y de Polonia en 1938 y 1939. Palabras escandalosas en boca de un miembro de la familia real británica cuya obligación, dicen, es la de actuar en público políticamente neutral. El escándalo que estas palabras provocaron fue de pronóstico reservado.

Resulta que el primogénito de la octogenaria reina Isabel II Inglaterra cuyo extenso reinado sólo es superado por el de su tatarabuela la reina Victoria, durante una reciente gira por Canadá, después de haber rendido homenaje a los antiguos combatientes de la Segunda Guerra Mundial en el museo de la Inmigración de Halifax, platicó con una empleada voluntaria, Marienne Ferguson, que le contó como había llegado a Canadá con sus padres, su abuela y sus hermanos en 1939. Originaria de la ciudad polaca de Gdansk (Dantzig), que entonces era una ciudad libre, la familia judía obtuvo un permiso para emigrar poco antes de que se iniciaran las hostilidades bélicas. Otros miembros de la misma familia deberían habérseles unido pero el inicio de la guerra el 1 de septiembre de 1939 lo impidió. En la imposibilidad de abandonar Gdansk, invadida por las tropas nazis el primer día del conflicto, todos fueron deportados y ninguno sobrevivió a los campos de exterminio. Entonces fue cuando el viudo de la princesa Diana, soltó la comparación de Putin con Hitler. Y las opiniones se dividieron. Unos a favor del esposo de la antipática Camila, princesa de Cornualles, y otros despedazándolo.

Putin no está de brazos cruzados

Puede ser que Vladimir Putin sea un dirigente rudo que no se tienta el corazón ni para divorciarse de la mujer que vivió con él durante varias décadas ni para encarcelar jovencitas de música moderna que escandalizaron a los fieles dentro de una iglesia ortodoxa. El hecho es que no permanece de brazos cruzados ante la oleada de ataques que ha recibido de parte del presidente de Estados Unidos de América, y de los dirigentes de la Unión Europea. Las sanciones económicas y de otro tipo que le han impuesto a varios de sus más cercanos colaboradores trata de suplirlas con algunos golpes espectaculares.

Así las cosas, el burdo exagente de la desaparecida KGB se las arregla para negociar con otro de los más importantes competidores y adversario del otrora omnipotente Tío Sam: la República Popular de China que extiende sus tentáculos económicos por todo el planeta (en forma muy diferente a como lo inducía ideológicamente el popular Libro Rojo del Presidente Mao, la segunda obra más publicada de la historia solamente desplazada por la Biblia), después de una larga década de negociaciones,firmó el miércoles 21 de mayo, con la Federación de Rusia, un acuerdo que vale la pena calificar de histórico, que representa 400 mil millones de dólares (298 mil 184 millones de euros), por el cual la empresa energética rusa Gazprom —que cuenta con filiales en varias partes de la Tierra— suministrará 38 mil millones de metros cúbicos anuales de gas a China durante treinta años. Este compromiso significa en todos sus términos, un soberano apoyo económico y diplomático para el mandamás ruso Vladimir Putin, que en los últimos meses buscaba, por todos los medios, respaldos tangibles ante las sanciones impuestas por el bando occidental —EUA y la Unión Europea— debido a la crisis en Ucrania, su antigua aliada.

Avanza China en el escenario mundial

Este gigantesco contrato de abastecimiento de gas suscrito entre Moscú y Pekín significa un paso más del mastodóntico país chino en el escenario mundial como gran consumidor de energía y generador de desarrollo. Asimismo, enfatiza que la administración rusa, a semejanza de lo que ha hecho el presidente Barack Obama en Washington, también se enfoca en el Océano Pacífico y no renuncia a la parte asiática sobre la que se asienta la identidad rusa.

La ceremonia en la que se culminaron diez años de negociaciones de compra-venta de gas, fue presidida por ambos mandatarios —Vladimir Putin y Xi Jinping— en Shanghái, donde se desarrollaba la IV Conferencia sobre Interacción y Desarrollo de la Confianza en Asia (CICA, un foro de seguridad y cooperación regional). En este evento, los presidentes del monopolio ruso Gazprom, Alexei Miller, y del consorcio energético estatal chino CNPC, Zhou Jiping, firmaron el convenio llamado según la agencia de noticias china Xinhua, el Contrato de Compraventa Chino-Ruso sobre el Proyecto de Gas de la Ruta del Este.

Los analistas aseguran que, a corto plazo y desde el punto de vista ruso, el acuerdo con Pekín tiene mucho “más de simbólico que de práctico y más de táctica que de estrategia”. En el artículo editorial de El País del jueves 21 de mayo, titulado “Alianza Táctica. El pacto entre Moscú y China es para Putin un elemento de presión en su pugna con Europa”, se dice: “Aunque 38 mil millones de metros cúbicos de gas anuales sean la mayor cantidad que Gazprom se ha comprometido a suministrar nunca en un contrato, el fluido comenzará a cruzar la frontera como mínimo dentro de cinco años a un precio que ha sido objeto de una enrarecida negociación entre ambas partes. El precio final solo es… aproximado. La puesta en marcha del proyecto costará a Rusia un mínimo de 45 mil millones de euros en infraestructuras, en un momento en que su economía trata de sortear la recesión”. El valor estimado de 400 mil millones de dólares se hizo de acuerdo con comentarios hechos por el presidente de Gazprom, Alexei Miller, a los medios de comunicación rusos.

Por otra parte, a nivel simbólico, el convenio también proporciona a China y a Rusia la oportunidad de reafirmar su alianza estratégica en contra de Estados Unidos de América, su rival compartido. En estas circunstancias, el secretario del Tesoro de EUA, Jack Lew, urgió a China a evitar acciones que puedan incrementar las recientes sanciones de Occidente en contra de Rusia. No obstante, la floreciente economía china conlleva una voraz necesidad de consumo de energía, especialmente con respecto a las alternativas limpias, dada su lucha actual contra la contaminación y la dependencia del carbón.

Nuevo mercado de exportación

Según otras consideraciones, el “mayor contrato de Gazprom en su historia” permite a Rusia diversificar sus exportaciones de gas, de la misma manera que Europa trata de reducir su consumo de gas a Rusia como respuesta al papel del país en la crisis ucraniana. Este contrato cambia significativamente las relaciones económicas entre Moscú y sus vecinos, pues establece un nuevo mercado de exportación importante hacia el Este y reduce su dependencia de los socios del Viejo Continente, en momentos en que las relaciones diplomáticas se encuentran cerca de un mínimo histórico. Eufórico, Vladimir Putin calificó el convenio como un hito y dijo que la implementación del acuerdo comenzaría mañana.

La consumación de la llamada alianza del gas, explican otros expertos, presupone puntos a favor del reelecto presidente de la Federación de Rusia en su diferendo con la Casa Blanca y Bruselas debido a la crisis de Ucrania y a otras tensiones crecientes en los últimos años. Para el jerarca del Kremlin es la demostración de que no está aislado internacionalmente en la disputa rusa contra Occidente y que la ¿segunda? gran potencia económica mundial (China) sigue comerciando con Rusia sin interferir en sus problemas en el Oeste. El singular mandatario que gusta fotografiarse con el dorso desnudo y presumir de sus dotes marciales también sabe que su país no puede renunciar a su identidad europea y que la modernización de Rusia, “en busca de su lugar en la esfera internacional desde la caída del comunismo”, no llegará de la mano del régimen comunista chino, sino de una redituable relación con la Europa democrática.

Por otra parte, Xi Jinping, inmerso en disputas sobre soberanía territorial en los mares de su Este y Sur, necesita el apoyo diplomático de Putin para contrarrestar el respaldo de EUA a su vecinos y el giro de la primera potencia hacia la región de Asia-Pacifico. Según el subdirector de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad china Renmin, Cheng Xiahoe, el acuerdo “beneficia a China y a Rusia”…, “es una alianza que no necesita una ideología común; de hecho, los dos países no es que se amen locamente. Lo que les unen son los intereses comunes”.

Como sea, Vladimir Putin y China dieron otro golpe en su enfrentamiento con EUA y la Unión Europea. Es un hecho. Vale.