Erick Ampersand

No siempre es bueno desear que los sueños se vuelvan realidad, pues como bien escribió Wilde, “también las pesadillas son sueños”. En términos creativos, algunos escritores han confesado una barrera clara en su narrativa, la prohibición de crear personajes muy similares a los de la realidad, en especial, aquellos con los que conviven día con día. Existe un frío temor a que lo escrito encuentre su destino final más allá del papel, como en aquel cuento de Julio Cortázar, en donde el narrador, con tal de cerrar de manera redonda la historia, se obliga a describir su propia muerte. Algo semejante le ocurrió al actor y director, Benedikt Erlingsson (Islandia, 1969), quien pocos meses después de estrenar su ópera prima, vivió en carne propia una de las más trágicas escenas.
Erlingsson proviene de una familia en donde la actuación es un lenguaje compartido, sus padres, su novia y la mayoría de sus amigos trabajan para el mismo gremio. Durante su adolescencia pasó cuatro veranos ayudando en una granja de caballos, lo cual fue un verdadero quebranto para su visión urbana del mundo, pues no sólo representó el contacto con la naturaleza, sino con la parte más tradicional de su país. Por si todo esto fuera poco, empezó a comprender el comportamiento de los equinos. A los 16 años, su paga tenía cuatro patas. Recibió como parte de un aumento, a esa hermosa yegua llamada Roshildur, con quien  crearía un lazo especial. A decir suyo, por encima de los gatos y los perros, el caballo es el animal más co-dependiente de todos. Formar un vínculo con su cuidador requiere de tiempo y permanencia, pero sobre todo, de una infinita confianza entre ambos.
Hross í oss (Islandia, 2013) significa, de manera estricta, “El caballo dentro de nosotros”, pero su título en castellano se convirtió en Historias de caballos y hombres. Esta cinta se proyectó en la Cineteca Nacional como parte de la 56 muestra oficial de cine. Ganadora de más de 15 premios internacionales, fue elegida por la nación europea para contender al Oscar como mejor película extranjera. En ella, la mirada de los hombres y los caballos se cruza para desvelarnos un mundo de extraordinaria belleza, pero que guarda escondidas algunas esquirlas de tragedia. “El ojo puede ser un espejo”, asegura su director y no es casual que aparezcan tantos círculos negros flanqueados por la crin. Se trata de una obra en la que pasamos del drama a la comedia, como de la etología a la etnología.
“Como ser humano me siento honrado… Pero si fuera un caballo saldría corriendo”, contestó Erlingsson en una de las tantas entrevistas y festivales adonde fue invitado. El afiche de la cinta provocó algunas preguntas jocosas. En él aparece un hombre sobre su yegua blanca, quien es montada por un enorme azabache. Esa hembra tenía un primer referente en Roshildur, la misma que acompañó al director durante treinta años de vida. Ciertos personajes verdaderos parecen intuir a sus dobles más ficticios. Cuando filmó la escena en donde la supuesta yegua moría asesinada, jamás imaginó que poco tiempo después él mismo tendría que matar en realidad.
Algunas experiencias en la vida son de tal modo duras, que parecen prepararnos para otras aún peores.

erick.ampersand@gmail.com

Historias de caballos y hombres (Hross í oss). Islandia, 2013. 85 min. Guión y dirección: Benedikt Erlingsson. Fotografía: Bergsteinn Björgúlfsson. Reparto: Helgi Björnsson, Charlotte Bøving, Sigríður María Egilsdóttir, Maria Ellingsen, Juan Camilo Roman Estrada, Kristbjörg Kjeld, Ingvar Eggert Sigurðsson. Productora: Leiknar Myndir. Sitio oficial: http://hrosss.is/the-film/