Bernardo González Solano

Si el infame secuestro de más de 270 niñas de un internado en la ciudad de Chibok, estado de Borno, Nigeria, lo hubiéramos leído en una novela de Emilio Salgari en la primera mitad del siglo XX, se hubiera tomado como una horripilante e inaceptable secuela del tráfico de esclavos negros de Africa al Nuevo Mundo después del descubrimiento de América. Pero que en la segunda década del siglo XXI una banda radical enlazada con Al Qaeda (Boko Haram: “la educación occidental es pecado”) de sanguinarios fundamentalistas islámicos, por vía de su líder (el misterioso Abubakar Shekau, que en varias ocasiones se ha dado por muerto y supuestamente vuelve a reaparecer) reivindique en un video filmado en Nigeria —el país más poblado del continente negro, décimo quinto productor de petróleo en el mundo, y segundo lugar en la lista de lugares donde las oportunidades de negocio (según el “riesgo político” en economías en expansión) se corre el peligro extremo— el increíble rapto en los siguientes términos: “Yo he secuestrado a sus hijas. Por Alá las venderé en el mercado…He dicho que la educación occidental debe terminar. Niñas, deben abandonar la escuela y casarse”. Esto, no admite la menor justificación, ni religiosa ni de ninguna otra especie. Y tal parece que al resto del mundo este aberrante crimen no le importa demasiado, aunque algunos políticos e incluso medios de comunicación ya han empezado a rasgarse las vestiduras por las inocentes víctimas. Pero solo quedan en palabras, palabras…

Agencias de prensa informan que algunas de las 223 escolares secuestradas (días más tarde el número aumentaría con otros raptos) ya fueron vendidas como esclavas sexuales después de haber sido violadas innumerables ocasiones (eufemísticamente les llaman “esposas”) en la frontera con Chad y Camerún al precio de 12 dólares (9 euros). Esto es el mayor atentado contra la dignidad de la mujer. Algunas fuentes aseguran que 53 niñas lograron escapar y unas pocas contaron episodios de su horripilante tragedia y 223 continúan cautivas.

El rapto de las niñas y jovencitas nigerianas es parte del largo rosario de crímenes que a lo largo de 12 años ha cometido Boko Haram (BH) —que en el dialecto hausa significa: “la educación occidental es pecado” y conocida también como Al Sunna wal Jamma, que en árabe significa: “seguidores de las enseñanzas de Mahoma”—, la original sociedad estudiantil fundada por el ya fallecido líder religioso islámico Mohammed Yusuf. El balance da números y más números mortales. Sólo en lo que va del año, los enfrentamientos entre el ejército nigeriano y el grupo armado se han cobrado más de 1,500 muertos. Y, desde 2009, se calcula que por lo menos 5,000 personas han perdido la vida a manos de la milicia islamista. Hace diez años nadie lo hubiera pensado así.

No pocos analistas sostienen que atrás de este infierno sanguinario hay demasiados intereses económicos. Sin duda, Nigeria vive su transición hacia el liderazgo económico de Africa bajo el signo sangriento del terrorismo y el fundamentalismo; y, sobre todo de la corrupción, mal endémico del continente.

El secuestro masivo ocurrió el 14 de abril, hace más de un mes; el 4 de mayo los fundamentalistas raptaron otras 11 niñas y el lunes 5, el tenebroso Shekau, con uniforme militar, de pie frente a un vehículo blindado y dos camionetas con ametralladoras, flanqueado por dos de sus secuaces, filmó el video donde baladroneó el rapto; mientras, otro de sus grupos arrasaban la ciudad de Gamaboru, donde dejaron decenas de muertos. Los secuestros de niñas tienen muchos significados. El propósito fundamental del grupo Boko Haram es imponer la ley islámica en todo el país, sobre la base de que “la educación  occidental es pecado” lo que entronca con el yihadismo más radical de Afganistán y Pakistán. Por ello, el gigantesco rapto —muy diferente al legendario de las Sabinas en la antigua Roma, que por cierto terminó fortaleciendo al histórico imperio—generó muchas suspicacias entre los nigerianos, que no entiende, ni aprueba, la inacción de las autoridades para explorar la zona boscosa donde las patrullas ciudadanas creen que están las desdichadas niñas. Las sospechas de connivencia entre autoridades y terroristas abundan en la indignada sociedad.

“El ejército ha perdido totalmente el control del estado de Borno a manos de los islamistas”, dicen las propias fuentes militares de la zona. Asimismo, Hadiza Bala Usman, dirigente de las protestas celebradas en Lagos y en otras ciudades de Nigeria bajo el lema “#Bring Back Our Girls” (Regresen a nuestras niñas). El rescate se avizora difícil no obstante que la policía local ya ofrece más de 200,000 euros por cualquier pista que conduzca a sus secuestradores. Un rescate difícil, en primer lugar por el complejo entorno natural en el que se mueven los islamistas: el bosque Sambisa, una reserva natural en la frontera entre Nigeria y Camerún, que se extiende a lo largo de mas de 60,000 kilómetros cuadrados. Y, segundo, porque Boko Haram no es un grupo uniforme, sino formado por decenas de subcomandos entre los que se han dispersado a sus jóvenes militantes.

Mientras Michelle Obama, la esposa del presidente de Estados Unidos, el Papa Francisco y otros personajes occidentales —no tantos como deberían de ser— despliegan sus mensajes de apoyo a la campaña “#Bring Back our Girls”, aparecen otros datos que ponen en entredicho al gobierno de Nigeria. Por ejemplo: la ONG Amnistía Internacional denunció que las autoridades nigerianas estaban al tanto de un posible ataque de Boko Haram y no hicieron absolutamente nada para evitarlo. La escasez de recursos (que podría no ser cierto) y el temor a enfrentarse a este grupo podrían haber condicionado al ejército y a la policía a la hora de actuar. El experto en terrorismo —dice la agencia Infobae—, Ely Karmon, investigador del Instituto Internacional de Investigación sobre el Terrorismo (TIC), de Herzliya, Israel, abundó en el inusitado crecimiento y desarrollo del grupo BH que en noviembre último fue incluido en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado de Estados Unidos: “Varias versiones señalan que hay políticos en Nigeria que, sin  ser yihadistas, financian a Boko Haram en el cuadro de una lucha interna por el poder”, en un país dividido en 36 estados federales que se dividen entre el norte, musulmán, y el sur, cristiano. Además, Nigeria cuenta con 200 tribus.

Detalla Karmon: “El presidente nigeriano, Goodluck  (carajo, con este nombre, se hacen muchas barbaridades) Jonathan, es un cristiano que ha asumido el poder después de que el presidente anterior, musulmán, muriera en el ejercicio de su mandato. Ahora, planea presentarse a las elecciones de 2015. Por eso se dice que hay sectores con influencia política que colaboran con Boko Haram para golpear al gobierno central de Jonathan”.

El extremismo del grupo terrorista adquiere entonces otro cariz y puede entenderse porqué sus ataques no han apuntado exclusivamente a objetivos cristianos, sino que en algunos casos han atacado a musulmanes moderados. A pesar de que en veinte estados rige oficialmente la Sharia (ley islámica), BH no acepta los pretextos bajo los que fue implementada esa ley y combate también contra ella.

Pasaron casi cuatro semanas para que la “dichosa” opinión internacional reaccionara. Gracias a las “redes sociales” que primero no llamaron la atención mas que a pocos centenares de personas en Lagos y en Abuja, la capital de Nigeria, en pocos días el secuestro de las niñas se transformó en un fenómeno planetario: una indignación mundial aunque tardía. Desde el 1 de mayo, los tweets se elevaron a dos millones, con un promedio de 2,500 por hora. Hillary Clinton, Chris Brown, Angelina Jolie, Kim Kardashian, y muchos otros. ¡Ojalá y no sea tarde!

El gobierno de Estados Unidos anunció el envío de una decena de militares para asistir a las autoridades nigerianas en el rescate de las niñas secuestradas. El reducidísimo grupo militar, que llegará en días, según el Pentágono, no se verá envuelto en misiones militares en Nigeria o en países vecinos, donde podrían haber sido escondidas las desdichadas criaturas. Además, la Casa Blanca no tiene intención de iniciar intervenciones armadas contra Boko Haram. El gobierno de Nigeria ha aceptado hasta el momento la “ayuda” ofrecida por Estados Unidos y el Reino Unido de la Gran Bretaña para poner fin al secuestro de las menores. Las otras antiguas metrópolis europeas no han dicho esta voz en mía. ¡Cuánta hipocresía! De la ONU, ni hablar. Normalmente nunca puede hacer nada. Ahora es lo mismo.

Una de las víctimas, Halima, de 17 años de edad, vivía en Chibok, una aldea, con sus cinco hermanos y sus padres. Soñaba con ser médico. Las ciencias y las matemáticas nunca fueron su problema. “Es una alumna brillante”, contaba su tía Malina. La noche del 14 de abril pasado ella y otras 275 niñas fueron secuestradas por hombres armados. Desde entonces su familia no ha tenido noticias. Nada. El mundo futuro de Halima está roto. Quién sabe si regrese viva.

De último momento, la organización terrorista Boko Haram presentó un video en el que se advierte que las niñas secuestradas solo serán liberadas a cambio de los miembros de esta secta fundamentalista presos en cárceles nigerianas. En la grabación recogida por la agencia France Press, el líder islámico Bubakar Shekau establece sus condiciones y asegura que las rehenes, cuyo paradero sigue desconocido, “han sido ya convertidas al Islam”.