Gabriel García Márquez (1927-2014)

 

La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda,

y cómo la recuerda para contarla.

Gabo.

 

Carlos Alberto Pérez Cuevas

Nadie sabe el día y la hora en que ya no estará presente físicamente en la tierra, la muerte de una persona viene aparejada sin duda de una serie de dolores, vacíos, soledades y recuerdos que tratan de llenar una realidad que tanto lastima y lacera.

Si la muerte es de alguna persona que por sus méritos o logros trascendió, entonces nos encontraremos entre muestras de elogios, frases célebres, homenajes, anécdotas, muchos de ellos sinceros y otros con el solo deseo o interés de hacerse presentes.

Esta reflexión me surge por la muerte de uno de los más grandes escritores y literatos latinoamericanos, que nació y vivió en Colombia, por lo que resulta colombiano, y por decisión propia vivió y murió en México, lo que lo hace mexicano. Este colombiano-mexicano, que disfrutaba como pocos del baile y la música, no en vano, hasta el homenaje que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes, llegó un grupo de vallenato que llenó el ambiente de alegría y festividad, como siempre fue el ánimo de este célebre escritor.

Gabriel García Márquez, Gabito como le decían en familia desde muy pequeño, así llaman los guajiros a quien tiene el nombre de Gabriel, o Gabo como lo llamaba con cariño su amigo del diario El Espectador de Colombia, Eduardo Zalamea Borda, quien no sabía que un día a nivel mundial sería reconocido con este apocope.

Gabo, además de poeta, en sus inicios de juventud, fue un periodista muy destacado que emigró de Colombia hacia Nueva York donde se dedicó a la corresponsalía de Prensa Latina y por generar malestares entre la comunidad de la disidencia cubana y algunos dicen que presiones de la CIA, decidió trasladarse a México donde establecería su residencia permanente y donde generaría los frutos más grandes de su carrera literaria.

Alguna anécdota cuenta que en un viaje que hizo por carretera con destino a Acapulco, en el camino le llegó una luz de pensamiento que le hizo crear el título de su novela Cien años de soledad e inmediatamente ponerse a escribir y escribir durante año y medio logrando más de dos mil páginas, que ya editadas pasaron a ser seiscientas, lo que a la postre fue el despegue de su carrera y de su nombre para impulsarlo como uno de los mejores y más grandes literatos con fama y prestigio internacionales.

Gabriel García Márquez muere en Jueves Santo, dentro de una semana de asueto en México, y a pesar de que el país prácticamente se encontraba paralizado, las muestras de afecto, condolencias, homenajes, recuerdos, expresiones de líderes políticos y culturales del mundo, se sucedieron unos tras otros, sin precedentes ante la muerte de cualquier otro escritor.

Pablo Neruda dijo que Cien años… “es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote”; Mario Vargas Llosa, a pesar de su sabido rompimiento de amistad, dijo que “ha muerto un gran escritor cuyas obras dieron gran difusión y prestigio a la literatura de nuestra lengua”.

Es buen momento para leer y releer sus obras, adentrarse nuevamente en el realismo mágico de Macondo, José Arcadio Buendía y de las mariposas amarillas.

@PerezCuevasMx

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