Urge una cruzada cultural

 

Teodoro Barajas Rodríguez

En los últimos tiempos, se escucha reiteradamente el discurso de la necesidad de restauración del tejido social aunque no se explica cómo se logrará tal propósito.

En Tamaulipas la lluvia de balas desatada por la delincuencia no deja espacio para el reposo y otras entidades también viven y padecen los estragos de la violencia, como Michoacán.

Muchos discursos, planes, sin duda la buena intención gubernamental es verdadera, aunque el gran pendiente es cómo medir los avances porque la fe se debilita peligrosamente, existen terrenos minados que en muchos casos reflejan solo el terror inoculado por la delincuencia, se puede percibir la impaciencia en los ciudadanos de a pie.

Los estilos de gobernar de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto son distintos, sus guardias pretorianas difieren en fondo y forma, evidentemente tanto la táctica como su estrategia son distintas así como los resultados. En la actual gestión federal se ha logrado casi desmantelar el cártel de Los Caballeros Templarios en Michoacán, las autodefensas ya son institucionales. Joaquín El Chapo Guzmán está tras las rejas, Elba Esther Gordillo ha corrido la misma suerte.

No obstante los avances, la lista de pendientes es larga, los últimos días en Tamaulipas las masacres se multiplicaron, en diversas regiones nacionales se padecen las características del Estado fallido aunque el discurso oficial lo niegue como de costumbre.

Restaurar el tejido social, lo dicen desde el gobierno, aunque no se vislumbran medidas integrales que incluyan proyectos culturales sistemáticos, se ven a cuentagotas, no se acentúa el tema educativo y en este terreno sólo se escuchan protestas. Los actores políticos hacen del verbo culpar su entretenimiento, pero no se asumen posturas autocríticas, la calidad moral se ha diluido en los partidos aunque su corresponsabilidad es manifiesta en la generación del caos teñido de violencia que se vive sin misericordia.

La impunidad corroe como la ineficiencia, los saldos son medibles, concretos, no se trata de un asunto especulativo, simplemente es la verdad que como tal no tiene remedio.

Restaurar el tejido social implica un gran acuerdo con la sociedad, no necesariamente con los supuestos interlocutores que en muchos casos buscan candidaturas en el corto plazo, lo cual refleja el desgaste del paradigma llamado democracia representativa.

Una cruzada con la cultura, una oleada de arte, otras políticas públicas en esas materias son de urgente implementación, no a través de los gobiernos sino de las universidades porque su vocación en materias como las señaladas les son tan naturales como útiles.

No se debe postergar la verdadera restauración del tejido social, se trata de un imperativo para llenar vacíos, la oquedad que ha dejado la violencia galopante debe llenarse con actividades que nos remitan a lo sensible, a la fibra estética del ser humano, en lugar de más masacres que ponen de manifiesto carencia de valores y vacío existencial.