Sin coordinación no hay resultados

Julio A. Millán B.

Durante el primer trimestre de 2014 el PIB registró un crecimiento de 1.8 % en términos reales respecto del mismo periodo de 2013 y de 0.28% al compararlo con el trimestre inmediato anterior, esto último con cifras desestacionalizadas (INEGI), lo que llevó al Banco de México y la Secretaría de Hacienda a ajustar sus expectativas.

El banco central redujo su intervalo de crecimiento de 3.0% – 4.0% a 2.3% – 3.3%. Por su parte, Hacienda establece un conservador crecimiento de 2.7%, lejos del optimista 3.9% que estableció en los CGPE. Lo destacable es que en su comunicado plantee que en lo que resta del año se presentará un mayor dinamismo y fortalecimiento de la demanda interna pero nos indica que habrá que aceptar que el primer trimestre ya nos quitó un punto en el crecimiento.

Que el gobierno establezca un objetivo relativamente alto de crecimiento económico no es el problema, lo criticable es que no se trabaje para lograrlo. La función del Estado es establecer las políticas públicas que encaminen tal propósito. Sin embargo, si de entrada no existe la coordinación y congruencia necesaria entre las distintas políticas públicas no se pueden lograr los propósitos. Destaca la discordancia entre las políticas fiscal y monetaria, tal pereciera que persiguen objetivos distintos, el verdadero es crecer con estabilidad.

Ahora bien, no sólo el gobierno tiene un papel importante en el crecimiento económico, el sector privado y social también lo tienen. Estos últimos han tomado una posición acomodaticia exigiendo al Estado condiciones óptimas pero sin asumir sus propios riesgos. La inversión productiva y la intermediación financiera implican riesgos, que se deben minimizar por supuesto, pero esto se hace creando un círculo virtuoso; el sector privado crea el empleo productivo, y por ende el ingreso y la demanda, no el gobierno.

Tampoco esperar a que las reformas estructurales empiecen a dar frutos, si éstas aún no se concretan; sin duda son importantes y han generado expectativas positivas, pero tienen un horizonte de dos a tres años para que empiecen a operar. Tampoco hay que dejar de lado las lecciones que nos están dando las reformas que ya están en marcha, como la laboral, la financiera, la educativa y la hacendaria.

La evaluación a la fecha es que no están dando los resultados esperados. El mercado laboral no se ha flexibilizado y no se ha formalizado el empleo; el crédito productivo no se ha dinamizado; y la hacendaria ha tenido efectos contrarios al desincentivar el consumo y la inversión privada. Sobre la educativa, mientras no se asimile y se instrumente correctamente, decir que es letra muerta es la mejor opinión que se puede emitir. Es necesario un ajuste de tuercas.

No se trata de fijar metas de crecimiento y ajustarlas cada tres meses, lo que lamentablemente resulta a la baja. Se trata de trabajar para alcanzarlas, no desde la relativa comodidad de una trinchera, sino desde una combativa y estratégica posición en el frente de batalla.